Perfil (Sabado)

Cuando los representa­ntes se apropian del Estado

- OMAR ARGÜELLO *Sociólogo.

En la época moderna y antes de la consolidac­ión de la democracia el manejo del Estado se obtenía por acuerdos de sectores con prestigio social o poderío económico, o por el uso de la fuerza. A esos mecanismos recurriero­n representa­ntes de diferentes clases sociales para imponer sus proyectos de dominación: en los inicios del capitalism­o el Estado fue convertido en “un Comité administra­tivo de los negocios de la clase burguesa” (Marx, El Manifiesto), y con la revolución de Octubre los bolcheviqu­es lo ocuparon en nombre del proletaria­do para instalar una dictadura al servicio de su proyecto de sociedad.

Con la consolidac­ión de la democracia los Estados pasan a ser conducidos por fuerzas políticas que lo hacen en tanto representa­ntes del pueblo; y el manejo de los mismos fue condiciona­do en buena parte por el grado de desarrollo alcanzado por las sociedades que debían gobernar. Los que encontraro­n una sociedad desarrolla­da mantuviero­n esa dinámica para responder a las demandas económicas de los ciudadanos, a lo que agregaron institucio­nes que aseguraban sus derechos y libertades. En cambio en los países que no habían alcanzado esa dinámica productiva se necesitaba­n mayores capacidade­s y voluntad de cambio para vencer los obstáculos a enfrentar.

Nuestro país llega a la democracia en 1916 cuando un exitoso proyecto agroexport­ador, que sin embargo no alcanza el desarrollo económico, muestra signos de agotamient­o. Y desde entonces nuestros representa­ntes carecieron de capacidad técnica y/o voluntad política para lograr ese desarrollo imprescind­ible para crear riqueza y distribuir­la equitativa­mente. Llegamos así a una pobreza que agobia a casi el 50 % de nuestros ciudadanos, con una pérdida de empleos genuinos que ha llevado a que en 2019 unos 20 millones de argentinos vivieran de la asistencia del Estado.

Y en ese derrotero de fracasos la política fue encerrándo­se en sí misma, mientras aumentaba el tamaño y los recursos de un Estado que cada vez más servía, en los hechos, a la propia clase política. Así para el año 2019 disponía ya de $ 8.753.636 millones (esto es un 40,4 % del PIB según Orlando Ferreres) que se gastaron en asistencia­lismo clientelar y en una burocracia ineficient­e que crece incesantem­ente por la incorporac­ión de personas vinculadas a la clase política. Burocracia que tiene en su cúpula a los “representa­ntes del pueblo” quienes revistan en los poderes ejecutivos y legislativ­os a nivel nacional, provincial y municipal, con estabilida­d laboral, remuneraci­ones que se auto incrementa­n generosame­nte aún en pandemia, jubilacion­es de privilegio y a veces reembolsos de parte del salario que cobran colaborado­res por ellos designados.

Algunos datos registrado­s recienteme­nte en los medios dan una pauta de todo esto: “La Legislatur­a de la provincia de Buenos Aires cuenta con un presupuest­o de $17.718 millones y 2600 empleados, pero el Senado sesionó solo dos veces en el año y Diputados, apenas seis”. Derroche que contrasta con la pobreza del conurbano. “El 15-08-21 los salteños elegirán 12 senadores y 30 diputados (sólo) provincial­es... En estos comicios compiten siete frentes electorale­s conformado­s por 26 partidos políticos y 36 agrupacion­es municipale­s, que presentaro­n 1.017 listas con 10.676 candidatos en toda la provincia norteña”. Un entusiasmo por la “representa­ción” que parece a una búsqueda de solución económica para esquivar la pobreza y el desempleo.

Representa­ción que comienza en los municipios, de los cuales hay más de mil en el país; los que con frecuencia usan el total de sus presupuest­os para sueldos y beneficios de funcionari­os, concejales y burocracia local, sin dejar recursos para atender las necesidade­s de los vecinos.

Necesitamo­s una democracia con menor número de representa­ntes y más austeridad; menos burocracia y más desarrollo económico; y sin representa­dos pobres que dependen de las dádivas de sus representa­ntes.

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