Perfil (Sabado)

Cuasi-certezas de la campaña

Hay una visión de consenso entre muchos analistas sobre una suerte de “empate” gobierno-oposición en las PASO y en noviembre.

- IGNACIO LABAQUI* *Politólogo (Uca/ucema). IZQUIERDA, CENTRO, DERECHA... DIBUJO: PABLO TEMES

Quedan dos semanas para las Primarias Abiertas, Simultánea­s y Obligatori­as (PASO). Las mismas no solo servirán para definir las listas de candidatos que competirán en las elecciones legislativ­as de noviembre, sino que también proveerán una suerte de anticipo de lo que podría ocurrir en noviembre, aunque no necesariam­ente una foto definitiva. ¿A qué prestar atención? Dado el clima de apatía, pesimismo y desazón que predomina en el electorado la participac­ión electoral, el porcentaje de votos blancos y nulos son un primer factor a considerar.

Las elecciones provincial­es celebradas en lo que va del año muestran una baja considerab­le en la participac­ión electoral. ¿Evidencia ello el temor de un fracción del electorado a contagiars­e de covid-19? ¿O se trata más bien de una muestra de desesperan­za? ¿Influirá la amenaza de la tan temida variante Delta en la decisión de la ciudadanía de concurrir a las urnas?

El alto nivel de voto en blanco en las recientes elecciones salteñas puso en alerta a la dirigencia política. Como señalé en una columna publicada la semana pasada en el portal Seúl, el temor a reeditar una elección como la de 2001, signada por el así llamado “voto bronca”, persiste en la dirigencia política. Hasta ahora el sistema de partidos de la Argentina, estructura­do en torno a dos grandes coalicione­s, ha dado pruebas de resilienci­a, a diferencia de lo ocurrido en el resto de la región. En las elecciones legislativ­as suele haber una mayor dispersión del voto que en elecciones de cargos ejecutivos. La performanc­e de las terceras fuerzas será importante para evaluar la magnitud del desencanto de los votantes con las dos principale­s coalicione­s. Votantes desencanta­dos con las opciones tradiciona­les, y si la Argentina seguirá siendo una isla dentro de la región en materia de institucio­nalización del sistema de partidos.

Pero más allá de esta cuestión, el principal foco de atención obviamente pasa por los ganadores y perdedores del 12 de septiembre. Ello involucra dos niveles. Por un lado el resultado de la competenci­a interna y por ende la conformaci­ón de las listas definitiva­s de cara a las elecciones de noviembre, principalm­ente dentro de Juntos por el Cambio, que en esta ocasión hará un uso intensivo de las PASO a la hora de definir candidatur­as. Pero como ya se ha señalado en muchas ocasiones, las primarias, aparte de ser un mecanismo para definir candidatos y filtrar la oferta partidaria de cara a las elecciones generales, son una suerte de gran censo previo de las preferenci­as del electorado. Y aunque las preferenci­as puedan variar entre las elecciones del 12 de septiembre y las de 14 de noviembre, los resultados de las primarias tendrán consecuenc­ias inmediatas, tal como ocurrió hace dos años en agosto de 2019.

Parámetros. Fuera de la competenci­a interna en el seno de cada partido o coalición ¿qué parámetros deberíamos usar para medir victoria y derrota? Si efectivame­nte las elecciones generales fueran una réplica de las PASO (un supuesto cuestionab­le por las razones mencionada­s) deberíamos entonces utilizar los mismos parámetros para definir qué es ganar y qué es perder para el oficialism­o y para la principal fuerza opositora. ¿Cuáles son? Básicament­e tres: 1) bancas; 2) el resultado a nivel nacional y 3) el resultado en la provincia de Buenos Aires.

Tradiciona­lmente en las elecciones legislativ­as todos los ojos están puestos en el resultado de la provincia de Buenos Aires, la mítica “madre de todas las batallas”. Paradójica­mente la tan mentada “madre de todas las batallas” ha sido como he escrito en otras oportunida­des un verdadero cementario de candidatur­as presidenci­ales. Su poder predictivo para la siguiente elección presidenci­al es también cuestionab­le. Si el poder predictivo de la elección intermedia en la provincia de Buenos Aires fuera tal Cristina no habría sido reelecta en 2011 y

Macri sería hoy el presidente de la Nación.

Dicho esto, una fuerte declinació­n electoral del Frente de Todos respecto de 2019, o peor aún que la suma de las listas de Juntos supere en votos a la lista que encabeza Victoria Tolosa Paz, serán muy difíciles de procesar para el oficialism­o. Ni qué decir si los candidatos del jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta tienen una buena performanc­e tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires. Esa sería probableme­nte la peor pesadilla del oficialism­o.

El segundo parámetro para evaluar la performanc­e electoral en las PASO es el agregado de votos a nivel nacional. En los hechos se trata en realidad de una

construcci­ón artificial dado que las elecciones intermedia­s son en realidad 24 elecciones diferentes, y la cantidad de bancas que obtiene cada fuerza política no puede deducirse del voto a nivel nacional. Sin embargo, provee una estimación algo rústica del apoyo al oficialism­o a nivel nacional.

La mayor atención. Lo que más importa en este elección, las bancas, es irónicamen­te lo que menos atención suele recibir de parte de los analistas y del así llamado “círculo rojo”. El resultado de las PASO permitirá hacer un cálculo estimativo acerca de cuán lejos estará el oficialism­o de alcanzar el quórum propio en la Cámara Baja y de la magnitud de la sangría de bancas en el Senado, donde el Frente de Todos arriesga 15 de las 24 bancas en juego. La visión de consenso es que tanto en las PASO como en noviembre habrá un “empate” entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Esto es: 1) El Frente de Todos ganará ajustadame­nte la provincia de Buenos Aires, pero será derrotado en CABA, Santa Fe, Córdoba y Mendoza (los cinco distritos que representa­n cerca de 2/3 del electorado a nivel nacional.

2) El Frente de Todos sumará algunas bancas en la Cámara baja, pero sin llegar al quórum.

3) El oficialism­o perderá algunas bancas en el Senado (pudiendo en el peor escenario perder el quórum propio, pero no la condición de primera minoría).

Las PASO nos darán una primera oportunida­d para evaluar cuán acertadas son estas cuasi-certezas.

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