Los juegos de la memoria y el amor perdido en el futuro
Lisa Joy, que junto con su marido Jonathan Nolan (hermano del gran Christopher Nolan) son los guionistas de la serie Westworld, debuta como realizadora con este film. Joy también es la autora del guión de esta historia, cuyo eje conductor es la obsesión de un científico por encontrar a la mujer de la que se enamoró, luego de que ella desapareció. Nick Bannister (Hugh Jackman) se dedica a ayudar a las personas a recuperar parte de su pasado y lo hace mediante un sistema en el sumerge a sus pacientes en una cápsula con agua. A través de unos electrodos colocados en su cabeza, el paciente viaja por su mente y en una pantalla se reflejan algunos de sus recuerdos perdidos en el abismo de la existencia.
La película de Lisa Joy es sumamente atractiva, porque a través de su costado romántico, indaga en un género como el film noir, típico de los años ´40 y ´50, ubicando a la mujer el lugar de una femme fatal, como en su época lo hicieran a través de sus personajes Rita Hayworth en Gilda o Marlene Dietrich en El ángel azul. Lo problemático tal vez de este debut de la cineasta-guionista es que agrega a su historia otros ítems interesantes, a los que les otorga un escaso desarrollo. Ubica la historia en una distopía en la que Miami está sumergida en las aguas debido al cambio climático y le endosa un elemento de sutil crítica social: los más pudientes viven en las zonas más secas, mientras que los pobres en espacios cercados por las aguas. En medio de esta vorágine de claroscuros, la directora hilvana detalles ese amor misterioso que une a Nick y Mae (Rebecca Ferguson), en el papel de la
femme fatal del relato. Nick y Mae juegan a las escondidas a lo largo del film y la cineasta dosifica muy bien cada tramo de esas vidas, en las que va descubriendo de a poco lo que sucedió con esa extraña dama que desapareció de repente. Son parte de este melancólico relato noches en las que los amantes se juran amor eterno; el científico que cree haber encontrado a la mujer de su vida y una muchaen cha muy sugestiva que sabe susurrar muy bien canciones de amor para que el hombre quede perdidamente enamorado de ella.
Un atractivo de la película es ese constante juego de cine dentro del cine (los recuerdos se proyectan en pantallas) y de cierto tono teatral, con un gran despliegue de impactantes escenografías, las que por instantes despiertan mayor interés, que lo que les sucede a los protagonistas. Hugh Jackman y Rebecca Ferguson se prestan con oficio al enigmático juego de la seducción que les propone la realizadora.