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El vínculo de Moacir dos Santos y el cineasta Tomás Lipgot es una saga, dentro y fuera de la pantalla. Pero ocupa un lugar especial en el cine argentino, sitio que se revitaliza con el estreno de Moacir
y yo, que es básicamente el duelo de Lipgot por la partida de su amigo: “Si contamos los tres documentales previos, el vínculo es una singularidad dentro del cine argentino”. Lipgot cuenta la historia que comenzó ya hace muchos años y que hoy brilla más que nunca: “El primer documental Fortalezas retrata varios personajes en diversos contextos de encierro y Moacir es uno entre ellos; aunque claramente es el que más destaca. Luego viene
Moacir que rescata a Moacir como protagonista. Lo sigue
Moacir III , que tiene bastante de ficción y que se suponía era el cierre, conformando ‘La trilogía de la libertad’. Pero la muerte de Moacir me forzó al deseo de hacer Moacir y yo, que terminó siendo una especie de coda de la saga”.
—¿Cómo encarar una película de Moacir sin Moacir? ¿Cuál fue el motor detrás de esta aventura?
—Fue todo un desafío, tenía que proponer algo distinto a lo anterior, y que a la vez tuviese autonomía como obra. Y además tenerlo a Moacir desde la ausencia. Ayudó la gran cantidad de material de archivo que rescaté, más de 100 horas. Esto también representó otro desafío que me motivó: en ninguno de mis documentales anteriores había trabajado con este caudal de archivo.
—¿Tenías alguna teoría detrás de ir detrás de los últimos literales pasos de Moacir dos Santos?
—La idea de ir detrás de los pasos previos a su muerte tiene que ver con una hipótesis, que en el caso de Moacir la comprobé, que en la singularidad del acto de morir y todos sus entretelones previos, se esconde información muy valiosa y genuina que nos habla de esa vida que se está yendo. La muerte pacífica de Moacir, y la forma que encontró para despedirse de sus afectos fueron reveladores de la última etapa de su vida, que fue la que compartimos.
—¿Cómo sigue ahora tu vínculo con Moacir, al menos en pantalla? ¿O esa parte de su amistad ya ha tenido finalmente su clausura con esta película?
—El vínculo sigue más allá de la pantalla y de su muerte. Este documental, que está estructurado como un duelo, me ayudó a tramitar su pérdida, pero sobre todo a hacer algo con ella, un acto creativo, algo que estoy convencido que a Moacir le hubiese encantado.
La vida interior en relación a los vínculos continúa, a pesar de la ausencia de una de las partes. Creo que el desafío está en aceptar lo inevitable de la muerte pero no quedarse con eso como una limitación. En el mejor de los casos el legado de esa ausencia se transforma en memoria y recuerdo, o sea en presencia.