“Hice un camino inverso al tradicional”
El realizador decide contar algunas historias de solidaridad relacionadas a la larga tradición internacionalista que ha demostrado Cuba.
Podría decir que esta película nace prácticamente conmigo, ya que mis padres me ponen este nombre en homenaje a Ernesto ‘Che’ Guevara, por lo tanto es desde mi infancia que estoy atravesado por todo lo relacionado a la revolución cubana”, dice, claro, Ernesto Fontán, el cineasta hasta ahora
que estrena Tarará en la plataforma Cine.ar. Y agrega: “Me crié relacionado a ese mundo de militancia política, luego de adulto me sumé al Espacio de la Fraternidad Argentino Cubana (EFAC), en donde hago las realizaciones audiovisuales y la comunicación gracias a mi formación universitaria. Soy egresado de Licenciatura en Audiovisión y trabajo como editor y realizador en productoras de cine y televisión hace 20 años aproximadamente”.
En octubre de 2018, como parte de EFAC, generó un recital donde el cubano Silvio Rodríguez tocó para más de 100 mil personas en forma gratuita.
Sostiene Fontán: “Este evento nos contagió de ganas y nos dio el impulso para llevar adelante un proyecto cinematográfico ambicioso, a tan solo dos meses del 60° aniversario de la revolución cubana. A la presidenta del EFAC, Paola Gallo Peláez, se le ocurrió la idea de viajar a Cuba y registrar algunas historias de solidaridad relacionadas a la larga tradición internacionalista que tiene Cuba. En esas pocas semanas previas al rodaje, ya que el 1° de enero de 2019 teníamos que estar allí registrando el acto del aniversario, nos metimos de lleno en la preproducción y en la investigación sobre qué historias contar. En ese momento aparece el nombre Tarará, del cual no teníamos ninguna información previa. Fue tan maravilloso descubrir esta historia que no dudamos en tomarla como base de la narración y como nombre de la película”.
—¿Cómo fue el trabajo puntual para tratar un tema tan expansivo y acotarlo?
—La temática solidaridad es tan amplia e inabarcable que fue todo un desafío plasmarla en una sola historia. Por eso intentamos en este documental no aferrarnos al hecho puntual de los niños de Chernóbil que fueron atendidos en Cuba, sino atravesar también otras historias de solidaridad. Por ejemplo, la campaña de alfabetización que se llevó a cabo en el año 1961; la formación gratuita de médicos de todo el mundo en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) y el envío de médicos a diferentes partes en donde se necesitó ayuda. Tratamos de abarcar el tema por varias aristas que juntas forman un todo, siempre haciendo hincapié en el tema central que es el programa de atención médica de los niños de Chernóbil.
—¿Qué definía para vos al núcleo de lo que tenían que registrar en esta producción?
—En mi caso hice un camino inverso al tradicional. Ya teníamos definido el tema que queríamos registrar que era el amor y ayuda de un pueblo a otro, y en base a ese núcleo temático apareció esta historia, desconocida para nosotros, que se sintetiza en el nombre de la película. Esta historia de los niños de Chernóbil en Cuba fue tan impactante, no solo por lo titánico del programa para atender, cuidar y educar a más de 26 mil niños, sino porque toda esa ayuda se inició en los años 90 cuando estaba comenzando lo que luego se conocería como “Período Especial”. Etapa marcada por la disolución de la URSS en donde Estados Unidos aprovecha para endurecer aún más el Bloqueo económico y financiero a Cuba, dejando al país en un gran crisis económica y social sin precedentes hasta ese momento. Esas características históricas hicieron que tomemos esta epopeya como ejemplo de hermandad y amor desinteresado para desarrollarla a lo largo de todo el relato.