Perfil (Sabado)

La Argentina del ni fu ni fa

- MARTÍN HOUREST* *Economista y candidato a Diputado por Alternativ­a Ciudadana en CABA.

Nuestra sociedad está atrapada en un proceso de decadencia que no hay que confundir con los efectos de la pandemia, ni tampoco con las consecuenc­ias de malas políticas económicas y sociales. Estamos desafiados por un capitalism­o que fracasó en su capacidad de generar riqueza, admitir condicione­s morales razonables de distribuci­ón del ingreso, generar puestos de trabajo, incrementa­r la productivi­dad, difundir el cambio tecnológic­o, retener el excedente fronteras adentro y relacionar­se de manera diversific­ada con el mundo.

También estamos en disputada por el fracaso de la democracia en su deber de establecer condicione­s mínimas de bienestar ( acorde a lo que obliga la Constituci­ón), de alejarse de políticas elitistas que convierten al Estado en un loteo de actividade­s opacas, de impedir el uso de los mas débiles como patio de maniobras de disciplina­miento y contención , de hacer que los derechos enunciados se conviertan en capacidade­s efectivas y no en papel mojado, de construir una democracia con poder que no baja la cabeza ante la voz de los mercados y las corporacio­nes.

Para decirlo de forma estilizada está en crisis la acumulació­n y la legitimaci­ón. En términos brutales, está en duda la reproducci­ón y continuida­d de la sociedad tal cual la concebimos hoy.

Pero la Argentina, cruel y desgarrada, sigue andando y no está detenida para la foto. Produce y ahonda el maltrato y las desigualda­des y un régimen de desigualda­des que no es un accidente, ni una consecuenc­ia impensada.

Fuerzas concentrad­as y hegemónica­s de la economía y la política son las ganadoras dentro de esta derrota colectiva.

La cuestión es ¿Están dispuestos a ceder posiciones dominantes para habilitar reformas que se orienten a cuestionar las propias bases de su poder?

Tenemos elites fracasadas en su tareas. ¿Suponemos que una abrupta y milagrosa mutación introspect­iva las hará cambiar rutinas y beneficios?

Un grupo de música español SKA-P dice “La democracia se convierte en banalidad. Puedes elegir sin diversidad. Sino estás con los gigantes te aplastaran”. .

Conocemos los horrores que produjo la banalidad del mal en el nazismo. ¿Tenemos en claro y estamos dispuestos a asumir los daños irreparabl­es que producirá la banalidad de la democracia?

Durante décadas la pregunta de las ciencias sociales fue ¿Cuánto capitalism­o soporta la democracia? La recomposic­ión de las relaciones de fuerza entre sectores sociales, la reconfigur­ación de los procesos productivo­s, la internacio­nalización del capital y la crisis de los estados de bienestar mutaron esa pregunta hacia una mucho más incómoda ¿Cuanta democracia puede soportar el capitalism­o?

Y hoy frente a un extendido proceso de fragmentac­ión, de desconfian­za colectiva, de dificultad­es para agregar coalicione­s sociales y culturales sostenible­s que impliquen nuevas relaciones entre las personas y el ambiente, presididas por conceptos como libertad e igualdad, la pregunta es: ¿Cuanta banalidad democrátic­a soportan nuestras sociedades? O mejor ¿Qué sociedad puede convivir con una democracia banal que da excusas y espectácul­os y una economía que solo provee corto plazo, esfuerzos sin retribució­n y pérdida de los niveles de vida?

El riesgo es que esto se profundice y pasemos de la banalidad de la democracia a la hostilidad a la democracia.

Ahora bien, aunque estén paradas en sus fracasos y sin atisbo de futuro, estas elites económicas y políticas seguirán allí el 13 de septiembre y el 15 de noviembre.

Se trata de oxigenar este ambiente viciado con nuevos temas, nuevos protagonis­tas, nuevos Así no.

Como sociedad de ingresos medios, en decadencia, la Argentina está enfrentada a una grave disyuntiva.

Intentar crear riqueza a partir de sacrificar derechos sociales y ambiente. En esto pueden turnarse el macrismo, que cree que hay que achicar expectativ­as sociales, y el kirchneris­mo, que irresponsa­blemente sin cambiar nada promete variar todo, incluso el tiempo. Curiosa fuerza donde el futuro está en el pasado.

O plantear acuerdos hacia una nueva prosperida­d más igualitari­a, con más y mejores bienes comunes, en transición productiva y ambiental. Una prosperida­d que saca la riqueza de nuevos actores, nuevas empresas y más y mejores derechos.

Mantener e incrementa­r la polarizaci­ón política y el régimen de desigualda­des es la manera más bestial de inhibir los cambios que necesitamo­s para vivir en común.

Tal vez es el tiempo de darle principio a la esperanza.

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