“La crisis de la idea de futuro es el terreno sobre el que se asientan las nuevas ideas de derecha”
—Tanto el comunismo como el liberalismo eran optimistas respecto del futuro y del conocimiento. ¿En los movimientos libertarios hay una discusión sobre el saber y una idea pesimista?
—Se articula en un clima particular de la época, que la crisis de la idea de futuro. El futuro se ve crecientemente como amenaza. Sucede por ejemplo con el reemplazo del trabajo por los robots. En otra época se podría ver como posibilidad de aumento para el ocio humano, como los socialistas en un momento. Veían la tecnología de manera optimista. Hoy la perspectiva es otra: la precarización del trabajo, la uberización del mundo, dicho de manera esquemática. El cambio climático también se percibe de manera catastrófica. A las migraciones se las ve como un gran reemplazo de la población y de la civilización occidental. La lista puede seguir. Es el terreno en que crecen las derechas. Las utopías de hoy, si las hay, están más asociadas a Silicon Valley y la conquista de otros planetas. Incluso esas utopías están asociadas a cierto pesimismo sobre el futuro en la tierra, con que quizás este planeta colapse. Carlos Marx decía que la revolución debía sacar sus poesías del futuro, no del pasado. Es un terreno en el que, como dijo un filósofo francés, hoy hay un hipercriticismo. Una actitud que ya no está asociada a la idea de emancipación, que podría ser socialista, pero liberal democrática.
—El conocimiento y la ciencia era lo que emanciparía al hombre de sus ataduras.
—Hoy poca gente cree que la ciencia nos hará mejores personas o construirá otro mundo.
—¿Hay un antiintelectualismo además del antiprogresismo?
—Sí. Pero no quiere decir que los libertarios no tengan intelectuales que les den horizontes teóricos. Lo mismo sucede vinculado a la ciencia. Marina Garcés, una filósofa española, dijo: “Hoy sabemos todo, pero no podemos nada”. La pandemia relativizó lo que sabemos. Pero con la vacuna podemos volver a pensar que sabemos cosas. Sabemos, pero no podemos. Se sabe del cambio climático, pero da la impresión de que no podemos hacer demasiado. La idea de cambiar las cosas está en discusión. Mark Fisher, otro teórico, escribió Realismo capitalista. Decía que la izquierda creía saber qué tenía que hacer. Después quizás fuese derrotada, perdía sus batallas políticas tanto en el plano electoral como revolucionario, pero sabía qué hacer. “Realismo capitalista” hacía juego con realismo socialista. Y esto alude a la dificultad para imaginar alternativas, no solo para llevarlas adelante.
—¿Hay algo del “nietzscheanismo de supermercado” del que hablás en tu libro en ideas como las de Ayn Rand?
—El libro de Ayn Rand, La rebelión del Atlas, es muy leído por jóvenes que siguen estas ideas. Rand ofrecía una visión heroica del capitalismo. El fin de la historia es un texto muy citado y poco leído de Fukuyama. Es lo que está en crisis, pero no en el sentido que algunos piensan. Hay una nota interesante en una revista estadounidense que decía que Fukuyama había pospuesto el fin de la historia. El fin de la historia de algún modo también era un poco aburrido para el liberalismo.
—El de Ayn Rand era el libro de cabecera de Macri.
—Les sirve a estos sectores para construir una idea que Milei usa mucho. La de de un capitalismo heroico. El capitalismo había perdido la idea de que alguien iba a luchar por él. El socialismo tenía gente que daba su vida por esa idea. No daba la impresión de que exista gente que quisiera dar la vida por el capitalismo. El libertarismo estilo Milei, que toma cosas de Ayn Rand, renueva la idea de que hay una lucha por la libertad heroica. Muchos aspiran a ser personajes de La rebelión del Atlas: los empresarios hacen una gran huelga, se van a vivir a una población clandestina en las montañas porque el colectivismo conquistó a Estados Unidos y lo había llevado a la decadencia. Es un libro que sigue siendo editado. De hecho, salió una nueva traducción y se vende mucho. Y sí, es el libro de cabecera de Macri. Milei era un racionalista radical en ese punto, antirreligioso, y estas derechas coquetean todo el tiempo con el conservadurismo religioso. Murray Rothbard, de la escuela austríaca, es la figura que convirtió a Milei porque era un neoclásico, dice que hay que tomar a la religión, que permitía conectar con ciertos sectores de la sociedad. Y promovía un conservadurismo social más allá de la religión. Ayn Rand era profundamente antirreligiosa. Otras extremas derechas no están en esa, pero sí Milei la cita a veces.