Perfil (Sabado)

“Nunca los prejuicios nos manejaron”

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

La autora y el director fueron los coguionist­as y creadores de El reino, la serie sensación que confirmó ya su segunda temporada. Después del éxito, las repercusio­nes: ¿cómo nació la gran ficción argentina del 2021 y cuál es la respuesta a las críticas religiosas?

Marcelo Piñeyro dice: “En términos visuales, no me paré en un lugar diferente”. Así define su propuesta visual el director argentino, y habla sobre El reino, la producción original de Netflix que sorprendió incluso consideran­do su gran apuesta actoral y detrás de los rubros técnicos. Piñeyro, director, autor y showrunner, generó junto a Claudia Piñeiro, también showrunner, autora y creadora del show, una visión clara y fastuosa, intimista y porteña, de una cruzada por el poder. El mismo Piñeyro insiste en esta nota realizada antes de la masiva repercusió­n, que va desde el éxito hasta la crítica por parte de entidades evangelist­as: “En términos estéticos me paré en el mismo lugar, que es el lugar que conozco. Sí sabía que tenía que filmar más rápido. No me paré diciendo que esto se iba a ver en un televisor. Yo en ese sentido entendía que el problema eran los tiempos de rodaje. En términos brutos, en una película por día filmas dos páginas de guión: acá filmaba seis. Eso de algún modo, claro, te determina la puesta. Pero yo soy medio obsesivo con la puesta. No me permití, que no se si me salió, que la puesta tuviera su gramática, que las puntuacion­es no fueran desprolija­s. A pesar de las limitacion­es, hicimos una puesta elegante, sofisticad­a. Eso me importa y me gusta verlo incluso en otros”.

—¿Apareció algo en el relato cuando lo iban contando qué no esperaban que estuvieran ahí?

PIÑEIRO: Yo soy confesamen­te atea. Y hay alguna cuestión de la espiritual­idad que apareció en el guión que, sí, me sorprendió que apareciera. Digamos que tuvimos mucho cuidado por ser muy respetuoso­s de lo que puede creer cada persona, cada personaje, que no se perdiera esa necesidad de religiosid­ad que podía tener cada uno (y que no se perdiera porque yo no lo tengo en lo personal). Podérselo dar a cada uno de los personajes, el respeto por su religiosid­ad, a priori era algo que yo no me imaginaba que hubiera podido aparecer.

P: Hay un tema, que para entenderno­s mejor en estas cosas, vale contarlo. Cuando nos sentamos a escribir teníamos el punto de partida, el atentado en el acto de la fórmula presidenci­al, y los personajes. Si en ese momento me preguntaba­s como terminaba esa historia, no teníamos la menor idea. Entonces, en ese sentido, la construcci­ón del guión fue dejar correr a los personajes. Lo que no nos permitimos nunca es que los prejuicios nos manejaran.

—¿Qué era entonces lo que sí querían que estuviera en la historia que iban a contar?

“No tuvimos fantasías con respecto a personajes reales.” Claudia Piñeiro

Partimos los dos de una familia. Parece raro que una serie que se publicita como un thriller político religioso tenga esta respuesta, pero para nosotros era la historia de una familia. Queríamos que todos los personajes tuvieran su posibilida­d de desarrollo, que no sean personajes planos. Para contar esa familia necesitaba­s ir por lugares que van más allá del misterio del asesinato, su interior, las diferencia­s, las sutilezas.

P: Por otro lado, en el punto de partida, sin personajes, cuando nos juntamos con ganas de construir un proyecto juntos, la preocupaci­ón era con esta contempora­neidad que caracteriz­a al siglo XXI, que tiene que ver desde la postverdad al regreso de la guerras religiosas. Toda una serie de cuestiones que son muy contemporá­neas, que hace treinta años era inimaginab­le que mandaran al mundo. De algún modo, eso es lo que nos puso en marcha.

—Hay algo que si bien es argentino en el relato, podría aplicarse a cualquier país en desarrollo. ¿Cómo llegaron a esa decisión?

P: Nosotros siempre la ambientamo­s en Argentina.

CP: Claro, pero no hay mención al peronismo, por ejemplo.

P: Exacto. La serie hace imposible una traslación directa, no intenta decir que tal personaje es tal persona en el mundo real. En ese sentido, como la serie, la idea, parten de un “qué pasaría sí…”, hay cosas que están sucediendo en otros países ¿qué pasa si sucedieran en Argentina? Entonces nos salimos de esa cosa de instalarse casi en la competenci­a del periodismo. Nos paramos en otro lado, porque creo que es un mecanismo muy válido de la ficción, y que permite una reflexión muy diferente del periodismo. El periodismo mira desde un lugar y ese es su rol. La ficción no tiene por qué pararse allí. Hicimos eso para poder tener una reflexión menos inmediata, generar líneas más largas, y no entrar también en ciertas discusione­s coyuntural­es que hoy son de vida o muerte, y que dentro de tres meses nadie recuerda. Pero no fue consciente, en todo caso.

CP: Cuando creamos, pensábamos “ay, mira cuando haga esta escena Mercedés Morán”, y todavía no estaba contratada. Pero nunca tuvimos fantasías con respecto a personajes reales del micromundo de la política y de lo político-religioso: ahí no le pusimos ni cara ni nombres para conseguir una universali­dad. Vimos un montón de videos, de distintos pastores; donde no conocíamos tanto, claro, como el ver como es un pastor carismátic­o, como hace ceremonias religiosas. En ese lugar exploramos muchísimo, pero no solo a uno, a un montón. Para así poder entender cómo funcionan esas iglecp: sias que son tan atractivas para tanta gente, entender que es lo que dan. En un momento, Marcelo y yo, que los dos venimos de familia católica, dijimos “la verdad que yo también me haría evangelist­a”, porque te dan como un consuelo y una alegría, bailan y cantan, y te dan más ganas de estar ahí que con el “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Teníamos que hacer eso: entender que es lo que pasaba para que haya tanta gente que consigue un consuelo en ese lugar. Y dejar correr a la ficción.

—¿Qué creen que fascina del detrás de escena, del pasillo donde se decide, a la hora de las esferas del poder?

CP: Yo ya lo exploré en otros textos, pero hay algo entre la verdad de la ficción y la no verdad de la política. Yo te cuento una historia, te cuento El reino, y sabes que es mentira. En cambio, se para un político, en cualquier rincón del planeta, y vos lo mirás, y pensas “¿será lo que me esta diciendo?”. Hay una mentira de la política que por contraposi­ción te hace sentir que la ficción te va a contar una verdad que se esconde, y en realidad también es una mentira. Hay un deseo que la ficción te venga develar eso que la política y el poder no te dejan acceder.

P: Ese detrás de la escena, de la política y el poder, nos interesa porque tiene tanto que ver con nuestras vidas, con lo que va a definir a nuestras vidas, que obviamente nos importa. Yo no conozco esas bambalinas, no conozco esos medios y nunca nadie me ha preguntado algo que importe, pero no puedo dejar de imaginarme cómo será eso, cómo deciden nuestro destino.

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PRODUCCION. El suceso de Netflix y sus dos creadores: el detrás de escena de una producción gigante que acaba de confirmar que volverá.
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FOTOS: GZA. NETFLIX
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GZA. PRENSA A LA IZQUIERDA DEL ROBLE / MARCOS MOHAMED / PRENSA CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIO­N / JUAN IGNACIO TAPIA
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TRABAJO. Los showrunner­s confiesan que vieron el trabajo de pastores evangelist­as, para entrar sin prejuicios a ese ambiente. Al mismo tiempo, sostienen que creen que antes que nada se trata de un drama familiar y que nunca buscaron vínculos con agentes reales de la política o la religión argentina, por ejemplo, el peronismo.

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