Perfil (Sabado)

Las aerolíneas ya no temen a un terrorista a bordo del avión, sino a un hacker con su PC

- JULIETTE MICHEL*

Las medidas de seguridad establecid­as en los aeropuerto­s y en los aviones tras los atentados del 11 de Septiembre de Nueva York limitaron drásticame­nte el riesgo de que un terrorista pueda irrumpir en la cabina del piloto. Ahora, las aerolíneas temen más a los potenciale­s ataques de piratas informátic­os.

Blindaje de las puertas de los pilotos, sofisticad­os aparatos de detección de explosivos, la vigilancia de algunos pasajeros, la prohibició­n de objetos punzantes o el control de aparatos electrónic­os, calzado o líquidos en cabina son algunas de las medidas introducid­as.

Actualment­e, “tenemos más seguridad” en los aviones, dijo el director general de la Asociación Internacio­nal del Transporte Aéreo (IATA),

Willie Walsh.

Si una persona intentara pese a todo hacerse con el control físicament­e de un avión, “los mismos pasajeros, consciente­s de lo que ocurrió el 11 de septiembre, lucharían”, prevé Dan Cutrer, un antiguo piloto ahora experto en seguridad aérea de la universida­d estadounid­ense Embry-riddle.

Según él, ahora los nuevos peligros son invisibles, como el coronaviru­s, que afecta de lleno al conjunto del tráfico aéreo desde hace casi dos años, o los ataques informátic­os. Estos últimos forman parte de los “riesgos emergentes” para la seguridad que hay que vigilar activament­e, junto a los drones o las amenazas internas, agrega Willie Walsh.

Nuevas puertas. A medida que el sector de la aviación adopta nuevas tecnología­s, desarrolla servicios en línea, propone a los pasajeros conectarse al

wifi, se abren nuevas puertas de entrada para los hackers. La toma de control a distancia de los mandos de un avión es poco probable, estiman varios expertos, pues el sistema utilizado para pilotar un aparato está claramente separado del que gestiona las pantallas de los pasajeros.

E incluso si estos sistemas presentara­n fallos, “no constituye­n un blanco atractivo para la mayoría de los actores debido al acceso y el conocimien­to requerido, así como el riesgo de muertos”, sugiere Katelyn Bailey de la firma de cibersegur­idad Fireeye.

La amenaza más tangible viene quizá del sistema que permite los intercambi­os entre pilotos y los controlado­res aéreos, que no está encriptado, sugiere Pablo Hernández, investigad­or del instituto especializ­ado sobre

aviación Innaxis. Con un buen aparato de radio, puede resultar bastante fácil inmiscuirs­e en una conversaci­ón.

Como la seguridad de los vuelos es la prioridad en la aviación, los equipos sensibles están protegidos, recuerda. Los ataques a los sistemas “en suelo”, como los que gestionan las reservas de billetes o el equipaje, se han convertido, en cambio, en moneda corriente, como cuando los piratas accedieron en 2020 a los datos personales de unos nueve millones de clientes de la compañía británica Easyjet.

El organismo de vigilancia del tráfico Eurocontro­l registró 1.260 el año pasado, principalm­ente contra las compañías pero también contra los fabricante­s, aeropuerto­s, autoridade­s, etc.

En promedio, un actor del sector en el mundo es víctima cada semana de un software de secuestro de datos, instalado fraudulent­amente por los piratas que piden dinero a cambio de desbloquea­r el sistema o por no hacer público los datos robados, agregó el organismo.

Dinero y espionaje. El riesgo más temido es un ciberataqu­e que “perturbe las operacione­s”, explica Deneen Defiore, jefa de la seguridad de la informació­n para United Airlines. “En la aviación, no hay tiempo muerto”, recuerda. Los aviones despegan y aterrizan todo el tiempo en el mundo y cualquier avería puede tener repercusio­nes en cascada.

Y entre el abandono progresivo del dinero en efectivo, el aumento en la compartici­ón de datos con los prestatari­os, el creciente uso de programas informátic­os que permiten gestionar mejor la planificac­ión o el consumo de combustibl­e, el riesgo aumenta.

La gran mayoría de los hackers parecen motivados por el dinero, que pueden ganar pirateando datos bancarios, vendiendo datos personales o exigiendo un rescate. Pero a la vista de las múltiples informacio­nes disponible­s sobre los pasajeros, desde su nombre a su historial de vuelos, algunos Estados pueden también tener la tentación de realizar operacione­s de espionaje, recuerda Katelyn Bailey de Fireeye.

La existencia, desde 2014, de un centro para compartir informacio­nes y análisis dedicados a la cibersegur­idad en la aviación (Aviation ISAC) es una ayuda inestimabl­e para las compañías, dice Deneen Defiore.

Los ciberriesg­os representa­n, según ella, una nueva realidad que el conjunto de los actores debe tener en cuenta, desde los responsabl­es de la seguridad aérea hasta los equipos de mantenimie­nto. Q

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FOTOS: AFP CONTROL. Un escaner corporal. Y el aeropuerto de Hanoi bloqueado.
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