Like a Virgin
a los gritos a la conciencia de los jóvenes para separase de eso que se supone es el mundo contaminado de la viejísima política. La anarquía se asume de derecha. La izquierda o el centro o lo que fuera ven que eso prende y se estiran también, como la masa, y asumen un discurso menos político; se hablan giladas, se comparten emociones personales, se difumina un poco la discusión de fondo sobre el Fondo; en fin, se estiran hasta caber en el molde de las redes sociales, que son lugar más eficaz de captura de conciencias que el afiche o las pintadas. Entonces la política desaparece en turbulencia.
Pero la iteración la hará volver. Porque cuando esa turbulencia gris se asuma como lo político, otros se le opondrán argumentando y serán nuevos. Claro que nuestra vida es demasiado corta como para verificar ambos procesos.
Cuando anunciaron los vuelos permitidos para septiembre, el corazón me dio un vuelco. Hace meses acepté una invitación, dos, tres para hablar, ay, en la esquiva Europa. Mi vuelo habría de despegar el 18 de septiembre pero el listado que reprodujeron los medios ignoraba esa posibilidad.
Empezó la larga tortura de comunicarme con inteligencias artificiales con una capacidad de respuesta parecida a la de una gallina ebria. Finalmente, conseguí hablar con operadores de dos aerolíneas diferentes: ambos confirmaban que el vuelo existía y me trataron como loco.
Mis correos diarios a Zaragoza fueron, con el correr de los días, más optimistas. Me esperaban con alegría, con tickets
Cada mañana saltaba a la computadora para revisar los mensajes del mundo exterior
de trenes, con reservas de hotel, con esperanza veteromundana (no será demasiada, pero es más que la nuestra) y un poco de hartazgo.
Mientras tanto, lidiaba con pases sanitarios, la aplicación española, reservas de turnos para la prueba PCR, cartas de invitación en las que constara que viajo por trabajo y no (asco, inmundicia y condena, dedo tieso señalándome) por “turismo”, declaraciones juradas ante la autoridad migratoria argentina (esa pesadilla), la compra de barbijos atómicos reforzados, seguros de salud con línea covid.
Cada madrugada salía del sueño sobresaltado y saltaba a la computadora para revisar los localizadores y los mensajes del mundo exterior. Avanzaba lentamente con las conferencias.
Nunca en mi vida estuve tan ansioso antes de un viaje. Seguramente sí antes del primero, pero ya me había olvidado. Ahora recupero esa sensación virginal, el deseo violento mezclado con el desconocimiento de lo que será: ¿dolerá, gozaré, querré repetir?
Virginal, hasta no estar abrochado arriba del avión no podré relajarme.
Mis amigos me repiten la vulgaridad de que es como aprender a andar en bicicleta. El cuerpo nunca se olvida. Pero en este país trabajar, jubilarse, viajar, es como andar en bicicleta en Marte.