La acumulación de crisis en el sistema internacional
El 11 de septiembre del 2001 fue el principio de una segunda “crisis de los veinte años”, parafraseando al historiador británico Edward Carr, quien miraba con desazón la acumulación de errores cometidos por los vencedores de la Primera Guerra Mundial a partir de 1919.
El ataque implicó el final del optimismo de la globalización de libre mercado impulsada por Estados Unidos en su condición de “hegemonía benigna” al final de la guerra fría. A partir de esa fecha se produce un cambio en la conducta norteamericana: entramos en una unipolaridad unilateral y agresiva, frente a la etapa previa de expansión institucional multilateral y -si se quiere- consensual.
Al-qaeda. Desde la periferia turbulenta se provocó el primero de una serie de shocks estratégicos que caracterizaron estas dos décadas: Alqaeda lograba un suceso que ninguno de los rivales más formidables -como lo fueron la URSS, el Japón imperial o la Alemania Nazi- habían logrado: dañar el centro de poder financiero, cultural y militar del planeta. Esa fue la dimensión del “éxito” de Alqaeda; inaugurando así, una época de operaciones militares de larga escala, acciones de inteligencia encubiertas, y escándalos que provocaron un lento y progresivo desgaste del liderazgo norteamericano. Ahora que se hace el balance muchos se preguntan quien gano la guerra contra el terrorismo, sin una respuesta clara.
Al Qaeda, ISIS, los Talibanes y una infinidad de grupos afiliados o relacionados se transformaron en el rostro del enemigo en la primera mitad del Siglo XXI. La victoria sobre Afganistán fue rápida, pero no sencilla. En sus inicios la misión tuvo dos objetivos claros: terminar con Alqaeda, y remover del poder a los Talibanes. Luego se transformó en una operación que debía evitar que dicho país se transformara en refugio de terroristas. Hasta el 2003, Estados Unidos era considerado una fuerza de liberación