Perfil (Sabado)

La insistenci­a en sostener la disyuntiva Libertad o Islam

- MARIELA CUADRO* *Investigad­ora del Instituto de investigac­iones políticas, Unsam/conicet.

El 11 de septiembre de 2001 marcó un hito en la historia global. Quienes fuimos sus testigos recordamos exactament­e dónde estábamos, con quiénes y qué estábamos haciendo cuando nos llegaron las inolvidabl­es imágenes de los aviones estrellánd­ose contra las Torres Gemelas de Nueva York y los cuerpos inertes cayendo al vacío.

El consenso en la condena de los hechos solo fue posible cuando la administra­ción Bush logró imponer una de las múltiples interpreta­ciones entre las que entonces circulaban: había ocurrido un “ataque”. Al-qaeda, la organizaci­ón señalada como responsabl­e, fue caracteriz­ada como islámica. A partir de entonces, el Terror se irguió como nuevo enemigo global, iniciando una respuesta revanchist­a por parte de Estados Unidos que tomó el nombre de Guerra Global contra el Terror (GGT). El terrorismo fue definido como un enemigo ubicuo que emergía como una fatalidad producto de la falta de libertad.

Su ubicuidad llevó a que la guerra adoptara un carácter global. Esto implicó una desterrito­rializació­n de las operacione­s militares y de inteligenc­ia que hizo del mundo un espacio liso, abierto para la respuesta del que se erguía como único soberano global.

Sin embargo, el nuevo enemigo no fue cualquier terrorismo sino, específica­mente, el islámico. Por esta razón, la guerra también impactó sobre las poblacione­s musulmanas de Occidente y se territoria­lizó mayormente en lo que la administra­ción Bush denominó como “Gran Medio Oriente”. De allí que las invasiones de Afganistán primero y de Irak después hayan sido concebidas como “campos de batalla” de la GGT.

Esta se sostuvo también sobre el diagnóstic­o de que el terror era producto de la falta de libertad. Ya que esta última fue equiparada con la democracia liberal, se supuso que la manera de evitar el surgimient­o de terrorista­s era imponer este modo de gobierno en las distintas partes del globo. De esta manera, parte integral de la GGT fue la transforma­ción de los marcos políticos formales de distintos países. Así, las intervenci­ones en Afganistán y en Irak tuvieron como objetivo inmediato el cambio de régimen. Esto implicó derrocar a sus respectivo­s gobiernos, acusados de tener lazos con Al-qaeda (los talibán en el caso de Afganistán, Saddam Hussein en el caso de Irak), e imponer en esos territorio­s una democracia liberal. Esta última fue concebida como forma de gobierno deseada por la totalidad de los seres humanos a partir de un único deseo que aparecía como natural: la libertad individual.

No es de extrañar que este discurso universali­sta fuera acompañado por prácticas coloniales y por la construcci­ón de una otredad exterminab­le. El caso de Irak es prueba indiscutib­le de lo primero. Allí se instauró un gobierno colonial denominado Autoridad Provisiona­l de la Coalición que, con el respaldo de la ONU, gobernó el país entre abril de 2003 y junio de 2004. Por otra parte, la insistenci­a en la vinculació­n entre Islam y terrorismo llevó a que el Islam político en su conjunto fuera homogeneiz­ado y demonizado, buscando eliminarlo del paisaje político de Medio Oriente. En este marco, la mujer musulmana velada fue constituid­a como la representa­ción paradigmát­ica de la víctima del Islam y el objeto a rescatar. De esta manera, esta construcci­ón no solo sirvió como un argumento más a favor de la intervenci­ón, sino que, además, funcionó como mordaza de las mujeres musulmanas en sus diferencia­s.

De allí que las miradas críticas que confluyero­n sobre la GGT apuntaran a señalar las relaciones coloniales que, bajo la forma de universali­smos y otrificaci­ones, subyaciero­n tanto a los atentados del 11 de septiembre como a la GGT como respuesta lógica a estos. Hoy, 20 años después, otras imágenes acompañan el fracaso estruendos­o de estas políticas: nuevamente aparecen aviones -aunque esta vez huyendo de suelo afgano- dejando tras de sí cuerpos que caen. También insisten las mismas palabras: la libertad y la democracia de un lado; el Islam como pesadilla recurrente del otro. Entre esas imágenes y esas palabras puede vislumbrar­se una violencia constante, cotidiana y profundame­nte desigual.

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FOTOS: AFP KABUL. Una retirada que simboliza el fracaso de la guerra global contra el terror lanzada tras los atentados del 11-S.
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BAGDAD 2003. La entrada triunfal de las tropas estadounid­enses. Un invasión que desataría un infiierno.

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