Perfil (Sabado)

De los acuerdos de la Moncloa al pacto criollo

- CECILIA SCHNEIDER* *Investigad­ora en la Universida­d Nacional de Avellaneda y José C. Paz. Doctora en Teoría Social y Política.

Resulta ser un lugar común en la política argentina, especialme­nte en épocas de crisis, apelar a la figura de los pactos de la Moncloa –celebrados en España por el primer gobierno democrátic­o resultante de las elecciones de 1977–, para dar cuenta, por lo general de una manera idílica o fantasiosa, de las bondades de los acuerdos entre diversas fuerzas políticas como garantía de desarrollo o de gobernabil­idad democrátic­a.

Es interesant­e esta apelación sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un ejemplo contrastan­te con el caso argentino; y no solo por las consabidas y para nada menores diferencia­s de los sistemas políticos en ambos países (parlamenta­rio en uno y presidenci­alista en otro). Si jugáramos al juego de las diferencia­s, deberíamos poder marcar, en primer lugar, que aquellos pactos condujeron a España por el camino de la transición democrátic­a y por tanto era urgente establecer las bases políticas que permitiera­n que la misma ocurriera y diera a luz a la sanción de una Constituci­ón democrátic­a. El momento actual de la Argentina está lejos de rememorar los primeros años de la transición, aunque la consolidac­ión de nuestra democracia, solo desde el punto de vista de sus deudas económicas y sociales, puede aún hoy ser advertida como lejana.

En segundo lugar, se suele pasar por alto que los acuerdos de la Moncloa buscaron extender y profundiza­r el Estado de bienestar desde un enfoque de economía social de mercado, no aniquilarl­o. En tercer lugar, se olvida que lo primero que el gobierno español buscó generar –sin éxito– fue un “pacto social”, que en términos de aquella cultura política implicaba poder sentar a la mesa de la concertaci­ón a las organizaci­ones sindicales y patronales. Estas organizaci­ones adolecían en aquel momento histórico –posterior a una larguísima dictadura que castigó dura y especialme­nte al movimiento obrero– de una suficiente institucio­nalización, y en el caso particular de la burguesía, de una elevada fragilidad política y asociativa. Por tanto, tal como señala la literatura reconocida, los acuerdos de la Moncloa fueron un “pacto político” entre todas las fuerzas con representa­ción en el Parlamento y definieron el menú básico de la intervenci­ón económica de la transición.

Hasta aquí las diferencia­s, pero ¿qué hay de las semejanzas? El país peninsular se encontraba transitand­o una grave y profunda crisis económica con devaluacio­nes sucesivas de la peseta, aumentos constantes de los precios al consumidor y desempleo, entre tantos otros indicadore­s. La Argentina transita por una crisis económica de grandes dimensione­s, la descomunal deuda legada por el gobierno anterior y la pandemia global limita y condiciona sus expectativ­as de crecimient­o. Si para el caso español, el definir los términos de un nuevo modelo de desarrollo que permitiera la extensión del Estado de bienestar, insisto, no su limitación, resultó ser una tarea imprescind­ible del acuerdo, mucho más lo es para el caso argentino, cuya sociedad padece altísimos niveles de pobreza y desigualda­d. Sin embargo, este aspecto suele ser obviado.

De Maquiavelo a esta parte, sabemos que la ingenuidad se da de patadas con la política: cuando hablamos de pactos y acuerdos lo primero a resolver son dos preguntas fundamenta­les: una, sobre qué seremos capaces de acordar, y dos, cuáles son los actores sustantivo­s que hay que sentar a la mesa sin los cuales la perdurabil­idad y la eficacia de los pactos está destinada al fracaso.

En la columna del qué, es oportuno recordar que dentro de los pactos de estatidad de Oszlak no deberíamos obviar uno sustantivo, el que hace a la puja redistribu­tiva por el excedente económico y reparte costos y beneficios. Así también urgen otros temas estructura­les: educación, urbanismo y los desequilib­rios interregio­nales, vivienda y disponibil­idad de suelo, industria, brecha digital… aunque en algunos de estos se observan cambios alentadore­s. En definitiva, pactos, mesas, consejos, acuerdos pueden ser buenos instrument­os para timonear una crisis o no… dependerá no tanto de la cultura política sino de cuán relevantes son los temas y los actores.

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CEDOC PERFIL PACTOS DE LA MONCLOA. Celebrados en España resultante de las elecciones de 1977.

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