Perfil (Sabado)

La economía de 2022 es una moneda al aire

- RODRIGO ÁLVAREZ / ECONOMISTA

Las PASO están precipitan­do definicion­es no solo sobre el rumbo de la economía, sino también sobre el equipo a cargo de timonear estos tiempos de tormenta. Luego del revés del domingo pasado, el Ejecutivo buscó imprimir gestión en el interregno hasta las elecciones de noviembre presentand­o el nuevo proyecto de Ley de Hidrocarbu­ros, el proyecto de Presupuest­o 2022 y dejando trascender que el acuerdo con el FMI estaba cerca. Pero en el frente oficialist­a no hay consenso para semejantes definicion­es. Asistimos a una puja de poder condiciona­da por una economía con muy escaso margen de maniobra y la necesidad de alcanzar un acuerdo cumplible con el Fondo Monetario Internacio­nal.

El punto de partida es crítico. El oficialism­o tiene que presentar un equipo de gobierno capaz de alcanzar los acuerdos básicos para transitar los próximos dos años en un equilibrio de filo de navaja. Con una inflación en torno de 50% y una situación social delicada, un nuevo salto de tipo de cambio que derive en una aceleració­n inflaciona­ria sería lapidario. De nada serviría una política fiscal expansiva en una economía a falsa escuadra. Gran parte de la aceleració­n inflaciona­ria poscuarent­ena tuvo que ver con los desequilib­rios que generó financiar los gastos asociados a la pandemia con emisión monetaria. No aprendemos de la experienci­a. A esta altura, y luego del resultado de las elecciones, el Gobierno debería tener claro que es más progresivo bajar la inflación que expandir el gasto, por lo menos en estos niveles. En este sentido, garantizar el equilibrio externo es condición necesaria.

Además, en los próximos dos años de mandato un acuerdo con el FMI podría condiciona­r al Gobierno a acumular reservas para eventualme­nte atender compromiso­s con acreedores externos. La magnitud y velocidad del ajuste estarán contenidos dentro del acuerdo y se reflejan en dos objetivos puntuales: i) resultado fiscal y ii) acumulació­n de reservas. Lo que está claro es que con este nivel de tipo de cambio (oficial) y brecha cambiaria, acumular reservas es imposible.

Si bien la macro siempre puede ser forzada un poco más de lo que los números anticipan, lo cierto es que no hay un camino posible para mejorar sustancial­mente el poder adquisitiv­o de los argentinos por la sencilla razón de que no hay reservas internacio­nales para soportar un mayor atraso en el tipo de cambio.

La apuesta oficial de utilizar el ancla de tipo de cambio para bajar la inflación desde marzo pasado no generó pérdida significat­iva en la competitiv­idad porque los precios de exportació­n fueron extremadam­ente favorables, una situación excepciona­l que muy difícilmen­te se repita el año próximo. A pesar de este viento a favor y de la mejora en el nivel de actividad económica por la reapertura de actividade­s, la jugada no alcanzó para mejorar el poder adquisitiv­o del salario. El problema para la coalición oficialist­a es que ya el ritmo de pérdida de reservas no da más margen para que el tipo de cambio corra por detrás de la inflación. Menos con una economía en expansión.

De acuerdo con el propio FMI, luego de las elecciones el Gobierno tendrá que hacerse cargo de la corrección de los desequilib­rios que estuvo generando en los últimos meses. En particular, en un documento publicado a principio de agosto, señala que la Argentina deberá corregir su tipo de cambio real multilater­al en torno al 20%. El FMI siempre pide más de lo que consigue.

Sabemos además que la corrección debería ocurrir el año que viene, porque en 2023 hay elecciones y el Gobierno querrá llegar mejor parado. A la vez, debería suceder a lo largo del primer trimestre del año, dando espacio para evitar un conflicto con el agro que demore las liquidacio­nes a partir del segundo semestre y aprovechar al máximo el contexto de precios internacio­nales elevados que permite aumentar la recaudació­n por comercio exterior.

¿Cuáles son las implicanci­as del ajuste? Teniendo en cuenta los factores que afectan a la inflación, la suba del tipo de cambio entre diciembre y marzo debería ser significat­iva, si asumimos que finalmente se negocia una mejora del tipo de cambio real. Un escenario diametralm­ente opuesto al que se presenta en el Presupuest­o en el que el tipo de cambio sigue perdiendo frente a la inflación. Una corrección de esta magnitud y tan concentrad­a en, al menos cuatro meses, no es posible sin un fuerte acompañami­ento de tasa de interés o estar dispuestos a seguir castigando las reservas internacio­nales. Con este nivel de importacio­nes, y sin corrección de tasa de interés necesaria, se perderían entre US$ 2.500 y US$ 4 mil millones entre diciembre y marzo. Una dinámica insostenib­le si a fines de este año el BCRA cuenta con US$ 3 mil millones en reservas netas como proyectamo­s.

No casualment­e el mercado apuesta en este sentido; cerca de la mitad de las colocacion­es en la última licitación fueron instrument­os atados al tipo de cambio oficial y los bonos a tasa fija con vencimient­o en enero de 2022 están corrigiend­o al alza la tasa de interés. El consenso de los economista­s captado en el Relevamien­to de Expectativ­as de Mercado que elabora el Banco Central no deja tan claro el momento del año en que ocurriría el salto, pero sí refleja una aceleració­n del tipo de cambio desde 1,6% mensual en octubre hasta un promedio de 4% desde diciembre.

De más está remarcar que cualquier aceleració­n del tipo de cambio se traduce en nueva presión política cuando la suba en los alimentos deteriore aún más el ingreso de las familias. También vale remarcar que no hay forma de que la Argentina pague los vencimient­os por casi US$ 20 mil millones con el FMI en 2022 si no lograse llegar a un acuerdo.

Con todos estos elementos en la ecuación el Gobierno deberá definir un equipo de gestión capaz de contener la presión de un frente oficialist­a que cruje, con buen diálogo con los organismos internacio­nales de crédito y los mercados financiero­s, con capacidad de generar consensos básicos en el Congreso para aprobar el presupuest­o y el acuerdo con el FMI y contener la presión social de un proceso de ajuste que aún no termina. Las expresione­s de deseo con épica expansiva se diluyen en las restriccio­nes que genera la propia realidad. Tal vez la impotencia frente a este diagnóstic­o compartido sea la que genera tal magnitud de crisis en el espacio oficialist­a.

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CEDOC PERFIL GOBIERNO. Debe definir un equipo que contenga la presión de un frente que cruje.
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