Una historia de amor que recrea el mito de las ninfas acuáticas
La actual producción bien podría ser una secuela de Transit (2018), el film anterior de Christian Petzold. Pero no lo es. Aunque en aquel también su pareja protagónica experimentaba un amor casi irracional en circunstancias especiales: la Marsella ocupada por los nazis. Y el agua a su vez se convertía como en esta producción en un elemento esencial. Los actores son los mismos que en la anterior, Paula Beer y Franz Rogowski. El cineasta comenta que la química entre ambos intérpretes fue tan importante en Transit que le quedaron ganas de hacer otra película con ellos. Undine es el resultado de esa empatía entre Beer, Rogowski y Petzold. A ella le posibilitó ganar el Oso de Plata, a mejor actriz en el Festival de Cine de Berlín.
Beer acá es una historiadora que dicta conferencias sobre desarrollo urbano y es fanática de la canción “Staying Alive”, de los Bee Gees. Rogowski es un buzo industrial que hace reparaciones y soldaduras bajo el agua. A partir de un primer y accidentado encuentro, en el que ambos se llevan por delante una pecera en un bar, ésta se rompe y el agua se derrama sobre sus cuerpos, surge una relación que parece marcarlos para siempre. La atracción que experimentan, el estar juntos casi sin hablar, tener sexo o nadar en el río, hace que esa unión se vuelva más intensa. Lo que se percibe es que parecen dos extraños pasajeros en la Tierra, ya que ambos se sienten muy cómodos en el agua. Este elemento se termina transformando en un factor clave para la historia que cuenta Petzold, inspirada en el mito clásico de las ninfas acuáticas, u ondinas, que habitan los ríos y son mitad mujer y mitad pez. Sobre este tema también se ocupó M.night Shyamalan en su película La
dama del agua (2006). Christian Petzold se apoya en la tragedia que define la vida de Undine (u Ondina). Esta, como una criatura fantástica que guarda el secreto de un destino señalado, tiene la misión de asesinar al hombre que es su pareja si éste la engaña. Desde ese punto de vista la cotidianidad en la que se mueven estos personajes adquiere una constante tonalidad de thriller casi pesadillesco. En el que ella como un ser de otro tiempo, se convierte en una sutil y sensual amenaza para todo aquel que no le habla con la verdad.
Un estilo de narración clásico y despojado, sostenido a veces sólo a partir de los silencios y las miradas, le aportan una cuota de extrañeza a este drama, que se apoya en la amplia gama de sentimientos que transmiten sus dos formidables protagonistas.