Perfil (Sabado)

Pánico único

- DANIEL LINK

Paramos a dormir en Cartagena porque no me gusta manejar durante más de tres horas en rutas que no conozco. Llegamos por azar al comienzo de las fiestas de la ciudad. Hay que agradecerl­e al nerd que en la década del noventa del siglo pasado impuso la idea de que alguns se disfrazara­n de cartagines­es (los fundadores de Cartagena) y otrs de romans, para conmemorar las guerras púnicas y la consolidac­ión de Roma como potencia mediterrán­ea.

Después de la siesta, las plazas y las calles comenzaron a llenarse de hombres, mujeres, niños y niñas disfrazado­s de guerrers de ambos bandos. Las tropas romanas iban organizada­s en cohortes que recorrían el centro histórico de la ciudad al son de tambores y, sobre todo, azotando sobre sus escudos las espadas que portaban. En algunas mesas, soldados maquillado­s y vestidos de minifalda se abrazaban. Ya de noche, seguimos a unos legionario­s al dancing al que entraron sólo para comprobar, en los mingitorio­s de lata, que esos hombres alineados apenas si tenían que apartar sus faldelline­s de cuero con pteruges para demorarse en la exposición de su potencia.

Lo más impresiona­nte no fue la proliferac­ión de fiestas que anulaban la reyerta (así se llama el romance de Lorca que evoca la lucha púnica) sino el mero paso de ese puñado de uniformado­s que en sus vidas cotidianas usaban incluso el lenguaje inclusivo y que iban vestids de cartapesta. Igual metían miedo. Imaginé el terror que segurament­e impusieron los antiguos y odié todavía un poco más a los Estados imperiales.

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