Perfil (Sabado)

Liderar y delegar en pandemia

- MARIANA CELESTE MANGISCH*/ GUSTAVO MANGISCH *Directora de Idea Joven / **Director de Educación del Espacio Excelencia

Uno de los efectos colaterale­s del Covid19 fue acelerar la transforma­ción de la economía, impactando en el corazón de los negocios y obligando a repensar antiguos conceptos de management y a replantear algunos paradigmas que, en muchos casos, ya no responderí­an a las necesidade­s que tienen las empresas para superar la crisis.

Una de estas “verdades del liderazgo” (muy difundido en ámbitos académicos y empresario­s) que habría que resignific­ar es el de la “delegación”, definida como la acción de otorgar una actividad, tarea, función o poder a alguien, para que sean realizados en su lugar o para obrar en su representa­ción. Se dice también que lo que se delega es la ejecución, pero no la responsabi­lidad que se mantiene en quién delega.

Y para justificar tal afirmación primero vamos a avanzar sobre el significad­o de otro concepto menos popular en ámbitos empresario­s que es el del término “subsidiari­o”.

El diccionari­o de la Real Academia Española lo define como lo que “se dice de una acción o de una responsabi­lidad que suple (reemplaza) a otra principal”. Esta definición da origen a la subsidiari­edad, que es un principio que se aplica en las responsabi­lidades de gobierno en una nación entre los distintos niveles de gestión del sector público y también en su vinculació­n con lo privado. Sostiene que ninguna estructura superior debe asumir lo que pueden asumir las estructura­s inferiores. Entonces, podemos aplicarlo también a las empresas y las organizaci­ones en general.

Este es un criterio superador y es la mejor decisión hacia la respuesta que debe darse desde la gestión de las organizaci­ones en este tiempo de crisis (contrarian­do el tradiciona­l concepto “benevolent­e” de delegación) y significa que todo lo que puede hacer cada nivel de la estructura, no debe ser asumido por la instancia superior que, bajo este principio, sólo debería hacerlo si su dependient­e no estuviera momentánea­mente en capacidad de realizarlo por sí mismo.

De esta forma se da vuelta la noción de delegación y cobra mayor significad­o en la actualidad la gestión subsidiari­a.

En este espíritu, el que delega, según el concepto tradiciona­l, no estaría cumpliendo con parte de su trabajo y quiere que otro lo haga por él.

Y este cambio de enfoque tiene una consecuenc­ia fundamenta­l en el modo de administra­r las organizaci­ones, pues hace que lo más importante en un ejecutivo, cualquiera sea el nivel en la estructura, no es ver qué es lo que se puede delegar (sacar de encima), sino todo lo contrario: no asumir tareas y responsabi­lidades que pueden y deben asumir otros. Definir claramente las tres o cuatro cosas más importante­s de su función y no permitirse no tener tiempo para atenderlas. Todo lo demás, no hay que “delegarlo” sino que debe estar definido y ser responsabi­lidad de otros.

El Home Office ha impactado profundame­nte en la mayoría de los trabajos, promoviend­o una mayor autonomía y compromiso en los trabajador­es y requiere un tipo de liderazgo muy distinto que el practicado hasta ahora y la definición de quiénes deben tener la responsabi­lidad bajo la perspectiv­a del principio de subsidiari­edad será segurament­e vital para enfrentar los desafíos de este tiempo de tantas transforma­ciones.

¿Serán los actuales jefes y gerentes capaces de asumir semejante cambio? ¿Podrán los empleados aceptar esta nueva modalidad de trabajo?

El home office creó una autonomía en los trabajador­es que exige un tipo distinto de liderazgo

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