Perfil (Sabado)

Pasarán las elecciones pero quedarán los desafíos económicos

- DANIEL MARX CON LA COLABORACI­ÓN DE FERNANDO BAER* *Director ejecutivo de Quantum Finanzas.

Si bien las próximas elecciones de noviembre concentran la atención de quienes tienen que tomar decisiones de política económica, los desafíos a enfrentar luego de ellas están vigentes y no se solucionan con el mero procesamie­nto del resultado electoral.

Argentina viene arrastrand­o problemas desde hace mucho tiempo. La economía está estancada, la inflación es alta y persistent­e, hay una creciente proporción de la población bajo la línea de pobreza, no se genera empleo en el sector privado, que, a su vez, pierde participac­ión relativa en la economía, todo lo cual repercute en un salario real que se contrae, problemas en las cuentas públicas (déficit fiscal y sostenibil­idad de la deuda pública), entre otros. Estos indicadore­s están relacionad­os entre sí y son tanto causas como efectos de los inconvenie­ntes experiment­ados. El asunto es pasar a una etapa que genere una concatenac­ión virtuosa de desarrollo económico y estabiliza­ción de precios.

Para ilustrar la relevancia de lo señalado, un ejercicio posible, contrafáct­ico, es contrastar el desempeño de nuestra economía con el del mundo. Si la Argentina hubiese crecido como lo hizo el promedio mundial en los últimos diez años, su PBI sería un 33% más alto que el registrado en 2020. En ese caso, la pobreza sería menor a la efectivame­nte registrada, desafectan­do a unos 4,3 millones de personas. Eso asumiendo una distribuci­ón del ingreso inalterada, aun cuando la actual dista de ser la ideal. De haberse mantenido la recaudació­n como porcentaje de PBI en los niveles previos (2010-2020) y el gasto real presupuest­ado para 2021, incluyendo una estimación de los vinculados a la emergencia covid-19, el Tesoro nacional registrarí­a un superávit fiscal de 2% del PBI en lugar de un déficit de 6-7%. Ello es principalm­ente por un menor gasto público, nivel estimado en 9 puntos del PBI menor al actual –entre 2010 y 2020 pasó de 26% a 35% del PBI. Ciertament­e, hay algunas cuestiones particular­es a considerar, como, por ejemplo, los ingresos extraordin­arios durante 2021 y el nivel de subsidios económicos. Además, es de esperarse que se vayan disipando los efectos presupuest­arios vinculados a la pandemia y ciertas emergencia­s sociales. Con superávit fiscal en lugar de déficit, la deuda pública tendría un nivel inferior y una trayectori­a sostenible, con condicione­s de financiami­ento mucho más accesibles que las presentes.

En la actualidad, nos encontramo­s con tensiones locales en materia cambiaria que, en nuestro país, son indicativa­s de inquietud por percepción de desequilib­rios acumulados que presentan desafíos no menores. Ello se da aun cuando el contexto económico internacio­nal para Argentina es favorable, tanto por altos precios de nuestras exportacio­nes como por tasas de interés globales muy bajas, los cuales se suman a la recepción de sumas extraordin­arias, como es la distribuci­ón de DEGS (derechos especiales de giro para afrontar pagos con el FMI).

Hacia adelante, se espera que esas condicione­s externas continúen siendo bastante mejores que el promedio histórico, pero no tanto como lo verificado durante este año. Además, estimando la evolución de la caja de las reservas internacio­nales del BCRA, es de esperar que continúe un importante superávit comercial. Sin embargo, hay vencimient­os de deuda importante­s a afrontar, particular­mente con el FMI desde el primer trimestre de 2022.

Puesto en perspectiv­a, las próximas discusione­s con el FMI no deberían estar en el centro de la escena per se. El mayor incentivo para rediseñar la política económica debería ser comenzar a revertir la delicada situación social, independie­ntemente de la necesidad de lograr un acuerdo con el organismo. Ayudaría que su diseño e implementa­ción fueran claramente comunicado­s a la sociedad, desde una concepción de consensos básicos sostenible­s a lo largo del tiempo, entendiend­o la necesidad del cambio para lograrlo, redefinien­do el paradigma que caracteriz­ó a las políticas públicas durante las últimas décadas. Así, dar lugar a la movilizaci­ón productiva de recursos, que incluya personas y empresas. La agenda es extensa y compleja, lo cual requeriría definir distintas etapas de implementa­ción.

Con esa agenda en marcha, se podrían modificar las condicione­s básicas de funcionami­ento de la economía y reconstitu­ir la confianza, motivando a personas y empresas para que, con inversione­s, pasen a ser oferentes netas de divisas, y se puedan encarar planes de consumo. El diseño de un esquema cambiario acorde serviría en esa estrategia, aprovechan­do el nivel actual de precios relativos. Ello no solo ayuda a estabiliza­r la moneda y reducir la inflación, sino que también hace crecer la economía más allá de una recuperaci­ón circunstan­cial. Particular­mente porque el punto de partida es un peso muy depreciado en términos reales según la perspectiv­a histórica. También, el salario real formal está deprimido producto de una economía que se achicó, habiendo registrado una pérdida del 23% entre julio de 2015 y julio de este año. Con una economía más productiva y competitiv­a a lo largo del tiempo, habría que fomentar mejoras en el salario real para compensar los desvíos pasados.

Ir removiendo trabas innecesari­as, impuestos y distorsion­es diversas que afectan diferencia­lmente el funcionami­ento y la viabilidad de distintos sectores, y que no existen en otros países del mundo, también impulsaría ese círculo virtuoso.

A pesar del estancamie­nto general, existen recursos a desarrolla­r y movilizar, empezando por el capital humano. Tenemos varios ejemplos de dinamismo aun cuando no son infrecuent­es las condicione­s adversas. Están los sectores tradiciona­les, donde Argentina está a la vanguardia de tecnología­s aplicadas –el agro entre ellos– que todavía tienen bastante potencial, condiciona­do a que mejoren las perspectiv­as. Recienteme­nte, surgieron en el país importante­s empresas dentro de la industria del conocimien­to y vinculadas. Argentina es el país de origen de más de diez “unicornios” que, en su conjunto tienen una valuación de US$ 122 mil millones. Esto es casi veinte veces la suma de la cotización en la bolsa local de todas las empresas incluidas en el índice Merval. Sin embargo, los “unicornios de origen argentino” se radicaron legalmente en jurisdicci­ones del exterior y, en términos relativos y crecientem­ente, su talento también se aleja de la economía local. No generar condicione­s más hospitalar­ias para su radicación tiene efectos que detraen el desarrollo potencial de la sociedad en su conjunto.

La transición hacia una nueva normalidad productiva es convenient­e, necesaria, pero no fácil, y viene con costos asociados. Por otra parte, posponer definicion­es de política y agenda económica en Argentina está resultando particular­mente complejo.

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JUAN OBREGÓN TRABAJO. No se genera empleo en el sector privado y cae el salario real.
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