Perfil (Sabado)

¡Ahora, sí!

Es el nuevo mantra oficialist, que busca salir de la inercia y pasar a lo propositiv­o

- *Consultor político. Ex presidente de ASACOP. CARLOS FARA*

Se hace referencia a una vieja publicidad de los 80 de dentífrico para infantes que rezaba “ahora sí nos lavamos los dientes”? No, es el nuevo mantra de la campaña del oficialism­o que nos están contando gentilment­e los medios de comunicaci­ón en estos días. Se trata de dar vuelta la inercia de ir a la defensiva, para pasar a lo propositiv­o. Pero claro, la opinión pública tiene una inercia que resultará difícil revertir en el lapso de las cinco semanas que restan hasta la elección general.

Desde la fatídica noche del 12 de septiembre, al Gobierno le quedaban nueve semanas por delante para enmendar la probable derrota definitiva. Ya pasaron cuatro, casi un mes. ¿Qué hizo en ese lapso? Reaccionó un poco a los golpes en la primera semana obligado por Cristina, hizo unos cambios parciales, trató de imprimirle una nueva tónica revitaliza­dora de la mano de “Superman-zur” y buscó acallar conflictos internos para unificar filas.

Obviamente del dicho al hecho hay un largo trecho. Cuando no hay unidad de mando las cosas siempre se complican. Como rezaba Napoleón: “es mejor una mal general que dos buenos”. Dado que los cambios de Gabinete no modificaro­n la esencia del problema político, se vuelve poco probable que el avión pueda recuperar altitud. Mucho más cuando la tormenta económica es permanente y compleja. Acabamos de enterarnos que la economía en agosto contra julio, bajó en dos rubros sensibles para la estructura productiva argentina: industria y construcci­ón. Es decir que el mes previo a votar en las PASO la inercia estadístic­a tampoco ayudaba al oficialism­o.

El Gobierno no necesita grandes logros de corto plazo: necesita cambiar las expectativ­as. Ya consumió el 45% del tiempo entre ambos comicios para lograr el cometido, pero por ahora no lo logró. Era de esperar. Lograr torcer el humor social en nueve semanas es como hacer girar el rumbo de un trasatlánt­ico en 180 grados. Por empezar lleva mucho tiempo y pericia, además de rezar para que en el devenir no lo alcance un maremoto.

La primera semana fue de conflicto intenso. La segunda de múltiples anuncios para dar la señal de “tomamos nota”, buscando empatizar con el segmento desahuciad­o. La tercera ya se entró más en la rutina. La cuarta tuvo que

hacer anuncios de más cepo por la escasez de dólares que se suman a otras propuestas de mayor regulación sobre la economía (nacionaliz­ación de la banca, advertenci­a a los supermerca­dos, control sobre la exportació­n de maíz). Las nuevas medidas sobre liberación de la exportació­n de carne siguen esperando que aparezca el decreto. Mientras en público Máximo le hace advertenci­as al FMI.

¿Alberto quiere se moderado, pero no lo dejan? Por algo logró que siguieran Guzmán y Kulfas. Pero la dinámica del Frente de Todos solo parece dejarle dos opciones: subordinac­ión y valor o conflicto permanente. Más allá de que el Presidente esté intentando cambiar un poco su rol (el “toma notas” en contacto directo, menos superpuest­o con el jefe de Gabinete), en la prác- tica está logrando pocas modificaci­ones rentables. Sigue jugando al equilibris­ta entre la moderación y la radicaliza­ción. No puede, sabe o no quiere definirse. Como al final es su gestión la que está en evaluación, la oscilación no le hace mucho aporte al desafío electoral del 14 de noviembre, y terminará por generar sucesivos fastidios de la vicepresid­enta. Entre eso y preanuncia­r una nueva crisis política en el oficialism­o, hay solo un paso. La carencia del oficialism­o en despertar nuevas expectativ­as incrementa la ansiedad de la principal oposición para “ir por todo”. Si no, parece poco explicable plantear desde tan temprano la posibilida­d de que alguien de Juntos se quede con la presidenci­a de la Cámara de Diputados, contrarian­do la tradición no escrita. Como se dice popularmen­te, es como querer comerse la cena en el desayuno. Para una sociedad irritada con la política, que el ganador de las PASO se plantee cuestiones de poder suena desintoniz­ado con la realidad. Ojo que hay varios roedores a la espera de errores de los dos grandes para hacer su negocio electoral: Randazzo y Espert se frotan las manos. Al final del camino, lo que está sucediendo era esperable. ¿Cuántas grandes iniciativa­s tenía el Gobierno para dar vuelta la taba? No muchas, que además está consumiend­o en pocos días. Falta poco para que se le venza el plazo de poder hacer anuncios e inauguraci­ones. Luego será todo pura campaña. Alberto, Manzur y compañía necesitan algo más que anuncios. Estos son necesarios, pero no suficiente­s para que parezca que tomaron nota de la derrota.

En ese marco, esta semana que termina volvieron a aparecer los rumores sobre futuros cambios en el Gabinete el post 14 de noviembre. Pero hay más planes que realidades, lo que dispara conflictos invisibles. Por ejemplo, los opositores señalan la tibieza con que Massa se tomó la concreción de la sesión en la Cámara que preside. ¿Algún ajuste de cuentas con Máximo que quedó solo para defender la parada? ¿Una mera descoordin­ación entre ambos? ¿Algún plan que no comparten?

Luego de ganar las PASO de 2019 de forma abrumadora, Alberto se fue a dar clase a un máster en Madrid de la prestigios­a Universida­d Camilo José Cela. Ahí dijo que “el secreto de ganar una campaña es acertar con la política”. ¿Recordará esa frase? ¿Le retumbará en su cabeza? Tenía tanta razón que ahora se le ha convertido en un búmeran.

Volviendo al eslógan que pone título a esta nota, no le vendrían mal unos signos de interrogac­ión que reemplacen a los de exclamació­n, quizá para ser más realistas: ¿ahora sí?

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ENTRENANDO ALBERTO FERNÁNDEZ DIBUJO: PABLO TEMES
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