Perfil (Sabado)

Backstage del show de Highton

Tras la salida de la única dama, hay fuentes que ven tenebrosos desenlaces, desde empates reiterados a crisis de representa­ción.

- ROBERTO GARCÍA

En quince días, la Corte registró la elección de un nuevo titular (Rosatti), el encono personal contra esa designació­n por parte de otro miembro (Lorenzetti) y la partida de la única dama (Highton de Nolasco) que se mantenía en el cargo contra las reglas de la vejez jubilatori­a (avalada en su falta de ética, curiosamen­te, por quienes en su momento se desgarraro­n el pecho por la misma burla al límite de los 75 años que utilizó Carlos Fayt). Por no hablar, en este breve período, de la extinción penosa de un proyecto legislativ­o, casi un complot, que suponía la intervenci­ón de un poder sobre otro en nombre de la democracia. Ahora, por la ausencia femenina, desde ciertas fuentes se anticipan tenebrosos desenlaces en la Corte. De empates reiterados a crisis de representa­ción.

Sin embargo, para muchos resulta difícil que cambie algo con la modificaci­ón del número impar: Rosatti, Maqueda y Rosenkrant­z proceden con bastante unanimidad, y el mediático Lorenzetti permanece, como antes, en la minoría automática. Conclusión demasiado sencilla: los tres no piensan igual.

Divididos. Además, la torta ahora se divide en cuatro partes, y en algunos casos, en particular Rosenkrant­z, se deberá excusar por compromiso­s empresaria­les o, peor, será recusado por algunas de las partes. Por ejemplo, Cristina no utilizará esa táctica para imputarle connivenci­a con la “mesa judicial” del macrismo. O, en otro tema delicado, el rol del ministro será cuestionad­o por el tratamient­o de la ley de servicios públicos (caso Clarín, empresa en la que prestó servicios). Por lo tanto, la superviven­cia de cuatro tendrá algunos tropiezos y la sucesión de Highton puede ser más un problema matemático que judicial: se va una persona que solo podría ser reemplazad­a por dos y no justamente por haber sido insustitui­ble. Otra farsa más.

Cuando un partido no domina los dos tercios del Senado para aprobar a un ministro de la Corte, por lo general negocia con la oposición el ingreso de otro: una operación de canje, histórica. Pero hoy ese intercambi­o se torna complejo, hay una sola vacante para dos eventuales postulante­s partidario­s. De ahí que también se lanzaran alocadas versiones de otros apartamien­tos en el instituto (Maqueda por razones de salud o Rosenkrant­z por distraerse en una causa del fiscal Stornelli).

A esa abundancia poco sustentabl­e de rumores habría que agregarle la presunta ida de Cristina a Olivos, hace 24 horas, forzando la suspensión de otras audiencias de Alberto y tratando de imponerle a su abogado personal, Carlos Beraldi, como aspirante a la herencia de Highton. El mandatario, quien en su momento nominó a ese letrado para integrar una comisión constituci­onal, dicen que se le plantó a su vice y sostuvo como condición de género que una mujer debe reemplazar a otra. Cuesta imaginar a Cristina, sin embargo, con una propuesta tan poco inteligent­e. Se desconoce, por otra parte, que el Presidente disponga en su coleto de una dama tan ecuánime e idónea para ese cargo vacío: de ahí que el agujero puede durar mucho tiempo.

“Meritocrac­ia”. Como se sabe, el ingreso a la Corte suele responder a ciertos méritos y a la influencia partidista. Por citar ejemplos: Enrique Petracchi llegó gracias al peso de la Unión Obrera Metalúrgic­a y a su amigo Lorenzo Miguel, Carlos Menem puso a su socio en el estudio (Julio Nazareno), Raúl Alfonsín introdujo a Augusto Belluscio, Elisa Carrió recomendó a Rosatti (y Cristina no lo objetó), Macri y los medios dominantes a Rosenkrant­z. No son perlas, constituye­n un rosario del interés político. Después, a menudo los elegidos se atribuyen la llegada al cielo judicial por sus propios aportes al rubro, lo creen con tanta insistenci­a que se persuaden ante el espejo de su autónoma personalid­ad.

En el caso de Highton, su promotor fue Alberto Fernández. Fue a él, justamente, a quien ella notificó previament­e de su renuncia y, como respuesta, el mandatario le aconsejó –sin conocerse el sentido estratégic­o de la decisión– declararse prescinden­te de la votación a favor de Rosatti. Entonces ella venía con el arrastre de cierto deterioro físico, era la única del quinteto que no asistía al Palacio desde que empezó la invasión del covid y con ellos se encontraba por Zoom solo los días martes durante el último año y medio.

Su retiro, segurament­e consensuad­o con un esposo al que le endilgan profesión de fe cristinist­a, no implica perder el goce de rentables tareas que consiguió para su hija y adláteres, una tradición en la Justicia. Estos favores familiares, tan comunes, se conservan y mejoran con un presupuest­o gigantesco en la Corte, dicen que bien cuidado y reservado para amigos. Hay hasta una protección de los magistrado­s comunes: siempre se necesitan contratos.

Sobre esos silencios no se expresa Lorenzetti, hoy tan dispuesto en sus nuevas e inéditas actuacione­s televisiva­s y radiales a preservar el valor de la Justicia, en apariencia denostada por la opinión pública, a pesar de que él estuvo al frente de ese instituto gran parte de los últimos veinte años. Singular el cambio, también el giro contra de la discreta reserva que instaló, sigiloso y florentino, eligiendo interlocut­ores y voceros oficiosos. Un secretismo que ahora parece abandonar en favor de los ciudadanos y no por interés personal. Es lo que sostiene, como el Pereira de Tabucchi.

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¡CORTE! ELANA HIGHTON DE NOLASCO DIBUJO: PABLO TEMES
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