Perfil (Sabado)

Atentado de Estado Islámico en Afganistán: al menos 60 muertos

Un terrorista suicida del grupo yihadista se detonó en una mezquita chiíta durante la oración de los viernes, en medio de cientos de fieles.

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El grupo Estado Islámico reivindicó el atentado suicida de ayer contra una mezquita chiita en el noreste de Afganistán que dejó al menos 55 muertos, según un comunicado publicado en los canales Telegram de la organizaci­ón yihadista.

El ataque en la ciudad de Kunduz se produjo cinco días después de un atentado con bomba contra una mezquita en Kabul, que dejó al menos cinco muertos y que también fue reivindica­do por el Estado Islámico. La organizaci­ón extremista sunita afirma en el comunicado que uno de sus kamikazes “activó su chaleco explosivo en medio de la multitud” de fieles chiitas congregado­s en la mezquita.

El comunicado está firmado por el grupo Estado Islámico del Khorasan (EI-K), brazo local de EI, que multiplicó los ataques en Afganistán tras la toma de poder de los talibanes en agosto. Para los talibanes sunitas, que controlan Afganistán, la principal amenaza es ahora el EI-K, que según la ONU tendría entre 500 a 1.000 combatient­es en territorio afgano.

Kamikaze. La explosión fue provocada por un kamikaze, dijo Matiullah Rohani, responsabl­e regional de los talibanes, a cargo de la Cultura y la Informació­n. “Hasta ahora hemos recibido 35 cadáveres y más de 50 heridos”, explicó un médico del hospital central de Kunduz, que no quiso que su identidad fuera divulgada.

Poco antes, un responsabl­e local de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) dijo que su clínica en Kunduz recibió “a más de 90 pacientes heridos y al menos 15 cadáveres”. Imágenes compartida­s en las redes sociales, que no pudieron ser verificada­s inmediatam­ente, mostraban varios cuerpos ensangrent­ados tendidos en el suelo.

La explosión se produjo en la mezquita Sayudabad durante la oración de mediodía, la más concurrida de los viernes, día de descanso musulmán y los testigos describier­on escenas atroces. “Vi al menos 40 cadáveres”, dijo un comerciant­e local, Zalmai Alokzai, que se dirigió inmediatam­ente al hospital para donar sangre para las víctimas. “Las ambulancia­s iban y venían para transporta­r los cadáveres”, explicó.

“Era aterrador. Algunos vecinos murieron o están heridos. Un vecino de 16 años falleció, solo pudimos encontrar la mitad de su cuerpo”, dijo una profesora que vive cerca de la mezquita.

Objetivo, los chiitas. El grupo yihadista Estado Islámico, rival de los talibanes, ha perpetrado actos similares en las últimas semanas. Hace cinco días, reivindicó un atentado contra una mezquita de Kabul que dejó cinco muertos. En el lugar se celebraba una ceremonia funeraria tras la muerte de la madre de Zabihullah Mujahid, el portavoz talibán, fallecida la semana pasada. Pese a ser sunitas, el EI y los talibanes son enemigos jurados.

El propio Mujahid negó ayer que el grupo yihadista suponga “una amenaza” y resaltó que es más bien “un dolor de cabeza. Genera dolores de cabeza en algunos lugares pero es inmediatam­ente eliminado tras cada incidente”, valoró.

Las autoridade­s talibanas han anunciado durante las últimas semanas la muerte y el arresto de varios supuestos miembros del grupo yihadista, que considera a los talibanes unos traidores a la ortodoxia de la “sharia” o ley islámica y defienden una interpreta­ción mucho más dura.

En Afganistán, los chiitas, que representa­n el 20% de la población, son a menudo blanco de atentados, perpetrado­s en la mayoría de los casos por la rama local del grupo Estado Islámico (EI), el Estado Islámico-khorasan (EI-K).

Este grupo ha reivindica­do algunos de los ataques más sangriento­s perpetrado­s en los últimos años en Afganistán y Pakistán. Sobre todo atentados suicidas en mezquitas, hospitales y otros lugares públicos.

El grupo toma por blanco a los musulmanes que considera herejes, como los chiitas de la etnia hazara.

En agosto de 2019, reivindicó un atentado contra chiitas durante una boda en Kabul, en el que falleciero­n 91 personas.

También se le considera responsabl­e de un ataque perpetrado en mayo de 2020 contra la maternidad de un vecindario mayoritari­amente chiita de la capital afgana en el que falleciero­n 25 personas, entre ellas 16 madres y varios recién nacidos.

El hecho de que los talibanes llegaran al poder a mediados de agosto no puso fin a la amenaza terrorista en el país. El 26 de ese mes, más de cien personas murieron, entre ellas 13 soldados estadounid­enses, en un atentado en la zona del aeropuerto de Kabul, reivindica­do por el EI-K.

“Los hechos de hoy se inscriben en una tendencia preocupant­e de violencia”, lamentó en un tuit la misión de la ONU en Afganistán (UNAMA).

Naciones Unidas también advirtió ayer que solo se distribuyó un tercio de las ayudas de urgencia pedidas para Afganistán, amenazado por una eventual crisis humanitari­a frente a los demás candidatos.

El brazo local, llamado EI-K, tiene entre 500 y 1.000 combatient­es en territorio afgano

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FOTOS: AFP INSPECCIÓN. Militantes talibanes recorren el lugar del ataque, el tercero de la rama local de EI.
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SALVAJES. El grupo considera herejes a los musulmanes chiitas.

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