Perfil (Sabado)

El país, en picada

- PABLO BRODER* *Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina. (www.pablobrode­r.com.ar)

La Argentina prosigue su despeñamie­nto hacia un fondo cuyas caracterís­ticas aún son impredicti­bles. En tal contexto se sumó un peligroso episodio de amenazas en la red por parte del ministro de Seguridad, hacia un conocido dibujante argentino (en forma de velada alusión hacia sus hijas (y por qué no, como algunos señalan, impregnada de cierto “tufillo antisemita”, agravado por el silencio cómplice de las autoridade­s nacionales).

Analistas económicos dan cuenta que el pronóstico de hace poco tiempo, en el sentido que la inflación prevista para el próximo año sería del rango de 40/50% se han visto superadas ante el alud emisor (consecuenc­ia del festival de regalos y prebendas preelector­ales) alcanzando en varios de sus análisis el posible orden del 60%.

Simultánea­mente, un informe publicado hace poco (La Nación. 1-10-21) da cuenta que en Argentina creció más la pobreza que en Chile y en Uruguay destacando cómo en la misma coyuntura los países vecinos, “administra­ron el encierro focalizánd­olo en los lugares donde la infección era más intensa… En el caso de Uruguay además el aislamient­o fue aconsejado, pero no impuesto, al tiempo que un año y medio después los resultados son que Argentina acumula 2.500 muertos por millón de habitantes, mientras que Chile 2 mil y Uruguay 1.800. Lamentable­mente, el encierro estricto no evitó tener más muertes…”.

Por su parte, el Banco Mundial advirtió sobre otra “década perdida” y pronosticó una fuerte desacelera­ción del producto bruto interno de la Argentina que tendría una humilde tasa de crecimient­o de apenas el 2,6% el año próximo. (La Nación. 6-10-21)

Como reafirmaci­ón del triste pronóstico internacio­nal, dos sectores vitales de la economía mostraron números en rojo en agosto, respecto de julio: mientras que la industria retrocedió 0,6%, la construcci­ón cayó 2,6%, según informó el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec), agregando que la industria ya hilvana dos meses consecutiv­os de caída, situación que no augura buenas noticias para el tremendo desempleo que ostenta el país.

No resulta extraño, en consecuenc­ia, que los índices sobre la confianza en el Gobierno se derrumbara­n, a pesar del aluvión de “regalos”, planes, proyectos de leyes y actos oficiales.

En otro orden, los movimiento­s sociales fueron adquiriend­o, a lo largo de los últimos tiempos, una dimensión que alarma no ya a sectores de derecha, sino al progresism­o oficial hasta ahora adicto o cómplice de la tortura a la que llevan las diarias manifestac­iones en puentes, plazas y avenidas, que hacen que el desplazami­ento en el país sea un hecho imprevisib­le y tortuoso.

En este contexto, aparecen en el accionar oficial dos ejes bien definidos: poner “platita” (doctrina Gollan) en los bolsillos, y profundiza­r la radicaliza­ción populista de la línea gubernamen­tal, orientació­n ratificada, por fuera de los diarios pronunciam­ientos oficiales en tal sentido, en la designació­n del nuevo secretario de Comercio, de una clara afinidad por el control estatal y la desconfian­za, cuando no la enemistad, hacia el accionar privado, que auguran horizontes más oscuros para este sector.

Asimismo, la vigencia inalterada de los diferentes cepos a la actividad económica, así como un nuevo proyecto oficial ingresado en la Cámara de Diputados, que prevé un mayor intervenci­onismo tanto estatal como sindical en las empresas, son una nueva muestra de esa orientació­n.

Frente al trágico panorama de la Argentina en franca decadencia, la única alternativ­a para evitar la inevitable colisión con un futuro de destrucció­n institucio­nal, social y económico consiste en hacer oír las voces de protesta, y fundamenta­lmente, ejercer en las próximas elecciones el fundamenta­l derecho constituci­onal: el voto.

Nada más y nada menos.

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