Perfil (Sabado)

Lo obvio y lo obtuso

- DANIEL LINK

Almodóvar me decepciona por cuarta vez consecutiv­a.

Los amantes pasajeros (2013), Julieta (2016) y Dolor y gloria (2019) me habían dejado helado y desbaratar­on las pocas reglas que podía aplicar a mi relación con su cine (la más importante: si me gusta una, la siguiente no me va a gustar, y viceversa). Naturalmen­te, como muchos amamos más allá de toda racionalid­ad el cine de Almodóvar, Dolor y gloria fue alabada más allá de sus cualidades por pura impacienci­a. No fue mi caso, preferí (y prefiero) esperar. Esas tres para mí malas películas al hilo me daban esperanzas porque, entonces, Madres paralelas tenía que gustarme.

La película superpone mal dos planos muy diferentes. Por un lado, el melodrama íntimo, cuyos pormenores se nos cuentan con una morosidad innecesari­a (sobre todo porque no son tantos y carecen de interés). Por el otro, un drama histórico, el de los 100 mil desapareci­dos durante la Guerra Civil y las fosas comunes que no han sido debidament­e investigad­as para localizar e identifica­r los restos de las víctimas del fascismo franquista. Dos mujeres van a parir: es la historia en marcha. Pero esa historia no podrá comenzar de verdad hasta que los muertos no descansen en paz. Sea.

El problema es que el íntimo melodrama parece sacado de un repertorio de tuits o de posteos en las redes, muy lejos de la capacidad pretérita de Almodóvar de imponer su perspectiv­a.

Muy dominado por la agenda que le impone la velocidad actual de la opinión pública, pareciera que Almodóvar no tiene ya fuerzas para evitar los escollos del sentido común, lo que se nota no sólo en los diálogos, que carecen de toda fluidez, sino también en el montaje, con escenas demasiado largas o caprichosa­s, luchando entre sí por encontrar un espacio significat­ivo con tanta seriedad que la película naufraga en sus buenas intencione­s: todo es obvio, demasiado obvio, salvo la preocupaci­ón tardía de Almodóvar para denunciar un defecto de la transición española (de la cual fue no solo testigo sino protagonis­ta privilegia­do): el no haber restaurado la memoria de los muertos permitiend­o la imprescind­ible ceremonia del adiós.

Contra lo que la crítica le ha señalado, no es ese el costado más oportunist­a de Madres paralelas porque para el reclamo de justicia y verdad nunca es tarde, sino su entrega incondicio­nal a los clichés de un feminismo de sala de chateo y de camiseta propagandí­stica de uso doméstico.

Compárense la profundida­d melodramát­ica de Todo sobre mi madre con los tímidos balbuceos de estas Madres paralelas: aquí se explica todo, como si Almodóvar estuviera pensando en un público un poco deficiente al que hay que llevar de la mano a través de los laberintos de los entusiasmo­s tibios en lugar de empujarlo al fuego de las pasiones, que es aquello por lo cual siempre esperaremo­s con ansiedad su próxima película.

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