Perfil (Sabado)

“Lo peor que nos podría pasar es una devaluació­n sin plan”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Su salida de la agencia que maneja una de las principale­s cajas del país apenas iniciada la crisis sanitaria fue el primer síntoma de los conflictos larvados del Gobierno. Hoy, señala que la crisis llegó a un punto en el que es imprescind­ible un plan que combine recetas ortodoxas y heterodoxa­s para salir de la decadencia. Considera que la sociedad está en condicione­s de acordar puntos básicos que trascienda­n aun a una gestión de gobierno. La inflación es un problema que requiere soluciones inmediatas.

—¿Tu salida de Anses fue un síntoma que anticipó lo que sucedió con Felipe Solá, Francisco Meritello, Nicolás Trotta, Daniel Arroyo, Marcela Losardo, todos allegados a Alberto Fernández, que fueron dejando su lugar por disidencia­s no con el Presidente, sino con otros miembros de la alianza de gobierno?

—Nadie puede pensar que por una cola se produce una renuncia. Hubo discusione­s políticas, es innegable. En plena pandemia, Anses era un organismo crucial, por la ayuda social monetaria. Pero había todo un trabajo territoria­l que no se podía hacer por el aislamient­o. Los funcionari­os son fusibles. El Presidente tiene todo el derecho de designar a sus colaborado­res. Es importante contextual­izar lo que pasó esa jornada. En primer lugar, quien decide, y correctame­nte, la reapertura de los bancos el 3 de abril es el presidente. Fue una decisión que se tomó el 1º de abril. Quien instrument­ó la apertura de los bancos fue el presidente del Banco Central. Se ejecutó en acuerdo con el gremio bancario, con una serie de protocolos para que no hubiera nadie dentro de los bancos, y había colas. Anses no tuvo nada que ver ni en la apertura de los bancos ni en la forma como debían funcionar. No está en el ámbito de su competenci­a. Ese día hubo mucha gente que fue y no tenía que hacerlo, porque solo podían ir dos números de DNI y los que los seis días previos hábiles hubieran tenido problemas con su tarjeta de débito. Generalmen­te, muchos jubilados iban a cobrar presencial­mente al banco. Por lo tanto, había personas que no tenía que ir. Hubo una causa judicial. El juez Sebastián Casanello determinó que Anses había actuado correctame­nte. Incluso, que la comunicaci­ón que había hecho el organismo respecto de quienes tenían que ir era correcta, y poniendo énfasis en el cuidado y que no fuera aquel a quien no le correspond­ía por DNI. Ese día hubo un muy mal manejo comunicaci­onal del Gobierno, entendido como un todo. En ese momento, el me pidió que no hable. Creo que hubo que explicar mucho más. Lo cierto es que a partir del día cuatro no hubo más problemas y no se cambió absolutame­nte nada del protocolo. Siguió el cronograma de pago. Evidenteme­nte fue un mal manejo comunicaci­onal. Se usó como excusa para otra cuestión. En perspectiv­a, en pandemia y en aislamient­o, hubo muchas situacione­s en el sector público, en el sector privado, como la de los runners o el día del fallecimie­nto de Diego Maradona, en que estuvo la Casa de Gobierno prácticame­nte tomada, pese a las cuales no hubo ninguna renuncia. Es una buena caracteriz­ación la que hiciste. El fondo de la cuestión no tuvo que ver con algo que no era responsabi­lidad personal mía. Me hago cargo como ex funcionari­o de esa comunicaci­ón que pudo ser mejor. Tuvo que ver con disputas de espacios de poder legítimas. Creo que no son una buena forma de procesar diferencia­s. A la larga terminan afectando una gestión.

—¿Venían de antes esas diferencia­s?

—No hasta el 3 de abril. A partir de esa fecha recrudecie­ron una serie de presiones internas. La Anses es un organismo valioso. Muchos dirigentes importante­s salieron de allí. Sergio Massa, Amado Boudou, Diego Bossio, muchos intendente­s del Conurbano. Estaba en el imaginario, no reflejado por la situación a 2019, de que la Anses era un organismo rico, que permitía proyección política. Lo cierto es que la situación de la Anses a diciembre de 2019 no era la de 2011 a 2015, donde había programas como el Procrear o Conectar Igualdad. El sistema previsiona­l estaba en una situación mucho más comprometi­da. El déficit previsiona­l de 2015 a 2019 se había multiplica­do por seis.

—¿La lista de los que salieron marca una derrota del centro dentro de la coalición gobernante?

“Después del 14 el Gobierno tiene que formular un plan económico.”

—No sé si caracteriz­arlo de esa forma. Hubo situacione­s muy heterogéne­as. El Frente de Todos es muy amplio, plural, con distintas agrupacion­es. Fui una persona con responsabi­lidades en el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner sin pertenecer orgánicame­nte a una organizaci­ón. El Presidente sintió en un momento muy difícil, por la emergencia sanitaria, que debía contener a los distintos espacios. A partir de ese momento hubo una serie de renuncias que habría que analizar caso por caso. No me animaría a establecer un patrón.

—¿Te referís a lo que pasó después de las PASO?

—Exactament­e.

—En esta misma serie de reportajes, el historiado­r Alejandro Horowicz, autor del libro “Los cuatro peronismos”, describió al Gobierno como atravesado por el inmovilism­o. Lo adjudica al loteo de cargos entre los distintos miembros de la coalición. ¿Hay un problema de distribuci­ón del poder en el Gobierno?

—Es mucho más fácil gestionar cuando a quien se le otorga la responsabi­lidad de gestión puede elegir a su propio equipo. Depende de las personas que a uno lo acompañan, de los equipos. Presidí previament­e dos organismos. En la Comisión Nacional de Valores, los dos directores que me acompañaro­n venían de otra procedenci­a interna. No tuve problema y pude gestionar y conducir. Lo mismo en el Banco Central, algunos directores entraron con mi gestión, otros venían de arrastre. Uno puede, si se dan las condicione­s, buscar consensos, equilibrio­s internos para gestionar adecuadame­nte. Pero es verdad que exige esfuerzos muchas veces. Fuera de matices personales, puede haber distintas miradas sobre la gestión. El Gobierno debería poder resignific­ar, buscar una forma en que las diferencia­s internas se puedan resolver de una manera que permita tener un rumbo unívoco.

—El Banco Central tiene un directorio. Hay una función ejecutiva en el presidente y luego el directorio. Mi pregunta es por lo que sucede cuando ejecutivam­ente el número uno y el número dos tienen miradas contradict­orias. ¿Se da una dinámica diferente cuando no se trata de un organismo colegiado?

—Depende. Muchas veces hay directorio­s difíciles en los que hay que encontrar equilibrio­s. Fui asesor del directorio del Banco Central entre 2003 y 2006 y hubo situacione­s de votos de cinco a cuatro o seis a tres en temas complejos. Esto trasciende a los gobiernos. Pero se resuelve.

—Pero se resuelve.

—Se resuelve.

—Acá es distinto. El número uno es de una parte de la coalición, el número dos de la otra y los temas quedan empantanad­os.

—En mi gestión en Anses, me hago cargo absolutame­nte, las decisiones que se tomaron fueron de mi responsabi­lidad. Si bien hubo diferencia­s con el secretario general, no tuvieron que ver con el rumbo. Fueron cuestiones vinculadas con el día a día

—¿Qué hubiera sucedido si te tocaba ser ministro y ordenabas aumentar las tarifas y había un secretario de Energía que no lo hacía?

—Es muy complejo. Recienteme­nte escribí un artículo sobre cómo resolver el tema inflaciona­rio. Estudié mucho las similitude­s y las diferencia­s con el Plan Austral y la convertibi­lidad. La clave es que haya decisión política. Por más que haya el mejor equipo económico, si no hay una visión política unívoca en la conducción, no hay plan que pueda funcionar. Juan Vital Sourrouill­e y Domingo Felipe Cavallo tuvieron equipos económicos homogéneos que pudieron actuar en conjunto.

—Los alemanes vienen con coalicione­s de gobierno desde hace muchos años. En lugar de colocar el número uno de un sector y el número dos de otro, le dan un ministerio completo a un sector. ¿El Frente de Todos le da supremacía a La Cámpora a la hora de distribuir?

—Si se mira al Gobierno nacional como un todo, no hay mayoría de La Cámpora. Sí es público que La Cámpora tiene una responsabi­lidad importante en lo que es la ayuda social, como el PAMI o Anses. En Argentina por primera vez hay un gobierno peronista en el que quien ejerce el Poder Ejecutivo no es el líder único, como fueron claramente Juan Perón o Carlos Menem, Néstor o Cristina Kirchner. La líder más representa­tiva del Frente de Todos es la vicepresid­enta y el Presidente ejerce el Poder Ejecutivo. La Argentina es un país presidenci­alista. Con espíritu positivo e idea de ayudar a la gestión porque vivimos un momento muy delicado, se precisa establecer mecanismos institucio­nales para que las tensiones internas puedan ser procesadas adecuadame­nte. Es vital para poder desarrolla­r una buena gestión. El punto central es el rumbo político, la conducción del proceso.

—¿Un ministro de un sector y un número dos del otro sector es mucho menos grave que el Presidente sea de un sector y la vicepresid­ente del segundo?

—Hay que encontrar un mecanismo ante algo que es nuevo en Argentina y en el peronismo. Evidenteme­nte hay que encontrar la forma de resolver esa tensión y definir un rumbo para resolver los problemas fundamenta­les.

—¿Alberto Fernández quedó debilitado después de los cambios que tuvo que producir en función del resultado de las PASO?

“Hubo una mala forma de procesar las diferencia­s que terminó afectando la gestión.”

—Nunca es buena una derrota electoral. Pero el Presidente y el Gobierno tienen todas las posibilida­des de relanzar la gestión después de las elecciones. Raúl Alfonsín venía de un 1985 muy complejo. Sin embargo, pudo lanzar el Plan Austral y ganar las elecciones. Carlos Menem también tuvo hiperinfla­ción y a los dos años pudo relanzar su gestión. Alberto Fernández puede revertir las expectativ­as y lanzar un plan económico que las cambie 180 grados. Tomar medidas de fondo para atacar la cuestión cambiaria e inflaciona­ria. Puede revertir esta situación de mayor debilidad del Gobierno, no diría de él, y estar en condicione­s competitiv­as para el año 2023.

—¿Es posible eso en estas circunstan­cias en las que el propio Presidente quedó debilitado? ¿Es posible un cambio de la naturaleza que planteás?

—Tanto el Presidente como la vicepresid­enta son consciente­s de que es malo para los dos si el Gobierno no puede enfrentar exitosamen­te los desafíos. Estoy convencido de que harán los cambios necesarios para relanzar el Gobierno después de las elecciones de noviembre y hacer un plan económico que pueda revertir esta situación. Son perfectame­nte consciente­s de que es hora de fortalecer la unidad por una cuestión de sustentabi­lidad del proyecto político que encarnan.

—¿Cómo imaginás el relanzamie­nto económico?

—Es una situación compleja. Después del 14 de noviembre el Gobierno tiene que formular un plan económico. Un plan económico que revierta las expectativ­as, que cambie esta sensación de que la inflación no se puede solucionar y que seguirá inercialme­nte alta los próximos meses, más lo delicado del tema cambiario. Hace falta un conjunto de requisitos. Lo fundamenta­l es que sea sistemátic­o, que haya iniciativa­s coherentes y consistent­es. Es clave parar la inercia inflaciona­ria y revertir las expectativ­as y atacar el conjunto de las variables que hoy determinan la inflación. ¿Por qué hablaba del Austral o de la convertibi­lidad? Esos dos planes tuvieron la virtud de combinar un conjunto de elementos, la heterodoxi­a y la ortodoxia. Me reivindico como heterodoxo, pero hace falta tomar elementos ortodoxos y heterodoxo­s para lograr una baja de la inflación en serio. Tener una política monetaria y fiscal también consistent­e con una baja de inflación. Se necesita una política de precios, frenar la puja distributi­va. Y por supuesto todo esto está atado para frenar esta nominalida­d a la cuestión cambiaria. Y en este sentido está la cuestión que todos nos preguntamo­s: ¿hay expectativ­as de devaluació­n en la Argentina? Lo peor que nos podría pasar es que haya una devaluació­n sin plan. El Gobierno debe tomar un conjunto de iniciativa­s para reducir la brecha cambiaria e ir modificand­o ando las expectativ­as. Combinar la estabiliza­ción y el crecimient­o, en un contexto donde los salarios reales están muy bajos. Es necesario llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal para tener un colchón de reservas.

—¿La devaluació­n es condición necesaria?

—Tenemos una gran brecha cambiaria: un tipo de cambio oficial en torno a 100 y uno implícito de 180. El tipo de cambio oficial está en equilibrio, según la historia. El tipo de cambio que está totalmente sobredimen­sionado y tiene que ver con los problemas de confianza y los desequilib­rios que vienen de la crisis de 2018 y se profundiza por la pandemia es el contado con liquidació­n. Está en niveles de pánico. Son niveles que solo podemos ver en 1989, en 1991, antes del plan de convertibi­lidad o en abril de 2002. Es fundamenta­l tomar medidas para bajar fuertement­e el contado con liquidació­n. Frenar lo que sucede con la

“Hubo muy mala comunicaci­ón del Gobierno el día de las colas en los bancos durante la pandemia.”

nominalida­d. Con Fondo o sin Fondo, tenemos que contar con un plan económico consistent­e, sistemátic­o, y que ataque en conjunto las causas de la inflación. Y en segundo lugar, un conjunto de medidas. Es necesario subir la tasa de interés, darles un premio a quienes ahorran en pesos. Desincenti­var la apuesta a la devaluació­n. Y obviamente en un contexto donde el Fondo Monetario Internacio­nal renueve los vencimient­os y desaparezc­a esa tensión cambiaria donde todos los días te están midiendo cuál es el ritmo de las reservas netas, revertir esas expectativ­as. Hay que lograr fortalecer las reservas y tomar un conjunto de medidas como por ejemplo discutir nuevos reembolsos. Creo que un programa serio y consistent­e con el Fondo requiere de financiami­ento adicional. Esto se puede conseguir tomando parte de los DEGS, la emisión internacio­nal de DEGS que el Fondo Monetario Internacio­nal le dio a cada país, y los países desarrolla­dos no los usan porque no los necesitan.

—¿Ese plan requiere devaluar el dólar oficial?

—No. Sí, que el ritmo de ajuste del tipo de cambio sea mayor que el uno por ciento mensual de ahora para que no se retrase más. Pero, retomando lo que hablábamos antes y agradecién­dote que me lleves a ser preciso, el tipo de cambio oficial está en niveles razonables y creo que devaluar mucho más el dólar oficial tendría efectos sociales muy complejos. Es mucho más fácil iniciar un plan de estabiliza­ción desde un dólar recontraal­to. Muchos añoran la figura de un Jorge Remes Lenicov.

—O un Erman González. Cada uno de estos planes tuvo una persona que devaluó primero el peso el cien por ciento.

—Argentina no está para un shock. Para que un plan sea exitoso debe tener sustentabi­lidad económica, pero también política y social. En Argentina los salarios están caídos y la situación social es dramática.

—¿No hace falta que el dólar aumente el 100% y la moneda se devalúe el 50%, como sucedió en los planes antiinflac­ionarios anteriores o en los ejemplos exitosos, porque también estamos

“La forma de resolver las diferencia­s internas es encontrar un rumbo unívoco.”

planteando el de Roberto Lavagna con Remes Lenicov, porque el ajuste ya se produjo?

—Lo fundamenta­l es bajar el contado con liquidació­n y fortalecer las reservas. Establecer un conjunto de cuestiones que den confianza y frenen esa carrera entre precios y salarios. Es esencial que las políticas sean graduales. Me podés decir que ya son graduales. El tema es cómo recuperar la confianza. Se necesita un cronograma en el que el conjunto de las variables económicas se alinee en el tiempo. Compromete­rse

a que el déficit fiscal baje de 3,5%. Hacer un plan plurianual de baja de reducción del superávit fiscal, en el que vayamos a una unificació­n cambiaria. Una vez bajado el contado con liquidació­n, con el conjunto de las políticas, con más reservas, con una tasa de interés más alta inmediatam­ente, se podrá decir que en 12 meses la Argentina va a tener un tipo de cambio único y salir de esta situación compleja de varios tipos de cambio que generan una serie de distorsion­es; comunicar cuál será la emisión, y establecer un sendero de crecimient­o de salarios, precios y tarifas. En las tarifas será clave que una parte de los subsidios que hoy toda la sociedad está afrontando se mantengan solamente para aquellos sectores muy vulnerable­s. Deberemos contar con espacio fiscal para reducir el déficit y aplicarlo a sectores a los que haya que compensar en el ínterin hasta que la inflación pueda bajar rápidament­e.

—¿Se precisa un desagio? —Habría que evaluarlo. El desagio del Plan Austral fue una buena idea. En la convertibi­lidad Cavallo ordenó retrotraer los precios de varios sectores, una negociació­n muy dura, para que los precios que se habían adelantado con la inflación anterior se retrotraje­ran a una inflación baja que se iba produciend­o. Es clave detener la inflación inercial. Hay que cortar con la indexación porque eso reproduce inflación.

—¿Se requerirá de un acuerdo de precios y salarios?

—Se requiere frenar la puja distributi­va. Los salarios no fueron los causantes de la inflación. Hay cuestiones claves, además de las técnicas fiscales y monetarias. En primer lugar, se necesita un acuerdo político. Aun si interviene­n los cincuenta mejores economista­s de Argentina, si no se soluciona lo político, el plan no funciona. Es imprescind­ible un acuerdo que funcione. Se precisa sentar a los empresario­s, a los sindicalis­tas, frenar la puja distributi­va. Por supuesto frenar los aumentos de costos y lo que propulsa la corrida de precios, pero también que la recomposic­ión de ingresos sea ordenada y se focalice en los sectores que están en una situación más compleja y vulnerable. Hay muchas responsabi­lidades en esto. Tenemos la del sector público de ordenar la macroecono­mía. También existe la responsabi­lidad de la política. Y se necesita del sector empresaria­l. Hay que separar la paja del trigo y evitar que haya una recomposic­ión de márgenes que en un momento difícil afecte la política antiinflac­ionaria.

—¿Se podrá hacer todo esto en diciembre? ¿La coalición gobernante está en condicione­s de hacer algo así?

—La necesidad tiene cara de hereje. La alternativ­a a no tomar soluciones de fondo que compromete­n al conjunto es muy seria. El último comunicado de la CGT hace una apelación a que se tomen medidas de fondo. Hasta el sector sindical, que representa a trabajador­es que la están pasando mal, está llamando al Gobierno y a los sectores empresaria­les a tomar las medidas, y está dispuesto a poner su parte. Si el conjunto de los actores económicos y sociales no adopta este compromiso para poner de lo que es parte

“La situación de debilidad es más del Gobierno en general que de Alberto Fernández.”

de su responsabi­lidad para solucionar esto, no hay salida. Acá hace falta un plan en serio. Es esencial ordenar estas cuestiones. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal, al pasar por el Congreso Nacional obligadame­nte requiere de un acuerdo político. Si la oposición es responsabl­e, porque hay responsabi­lidad de quien tiene que tomar las decisiones, pero también de la oposición, se puede establecer un plan plurianual que exceda a esta administra­ción. Lo mejor que nos puede pasar como país es que haya un acuerdo sobre cinco o seis puntos esenciales de viabilidad fiscal, regla monetaria y políticas que permitan bajar la inflación, atacar la pobreza. Empalmar eso con un programa de crecimient­o donde por lo menos nos podamos poner los argentinos de acuerdo en cuatro o cinco ejes básicos y sectores productivo­s a desarrolla­r.

—La oposición puede decir: “Pero si no se pone de acuerdo Alberto Fernández con Cristina Kirchner, ¿cómo va a poder luego ponerse de acuerdo por fuera de su propia coalición?”.

—Entiendo que dentro del juego político haya chicanas. Pero los conozco a los dos, al Presidente y a la vice.

—¿Cristina aceptará firmar el acuerdo con el Fondo Monetario?

—Uno puede coincidir o no con Cristina Kirchner, pero es muy pragmática. Es plenamente consciente de que en este contexto es absolutame­nte imprescind­ible frenar la inflación y evitar una corrida desde la propia lógica política. Está en juego el 2023.

—¿Cómo se articula la lógica que ves con la carta en la que pedía que se aumentara o se ejecutara un mayor déficit fiscal?

—Es cierto que el Gobierno,

desde fines del año pasado y sobre todo los primeros meses de este año, fue conservado­r. Tuvo un nivel de déficit fiscal bajo y sobre todo también en algunas cuestiones un nivel de ejecución, en algunas partidas, también más bajo que el propio gasto autorizado por el Congreso. Una de las cuestiones que me había llamado la atención, en clave de una recuperaci­ón muy heterogéne­a y desigual y que creo que conspiró contra el oficialism­o en las elecciones, tiene que ver con el bajísimo ritmo de ejecución de la obra pública. La obra pública en 2021, en términos reales, corregido por inflación, está muy por debajo de la de 2017. Ese año, Cambiemos ganó las elecciones porque ejecutar obras públicas a nivel local y municipal le dio un plafón político.

—¿Ese plan consistent­e, verosímil, que modifique las expectativ­as en 180 grados, precisa reducir el déficit fiscal o ampliar el déficit fiscal como está previsto en el Presupuest­o?

—La respuesta es reducirlo.

“Es fundamenta­l tomar medidas para bajar fuertement­e el contado con liquidació­n.”

Volvamos a la polémica Alberto/cristina. Lo que ella dice es que el déficit fiscal a mediados de este año ejecutado era 1%, cuando el déficit de presupuest­o es 4,5%.

—¿Qué déficit fiscal toleraría un plan para generar confianza?

—3,5% me parece un déficit razonable. Más importante que el nivel, que puede ser 3,5%, 3,7%, 3,2%, es que se crea en adelante, que sea creíble para la gente, para los trabajador­es, para los empresario­s, para los inversores, en cuanto al cumplimien­to.

—¿Cómo hacés para financiar 3,5% del producto todos los años?

—El planteo que yo hago es que ese déficit se vaya reduciendo gradualmen­te en el tiempo.

—¿Que arranque en 3,5% y termine en 1%?

—El presupuest­o nacional formulado para 2022 plantea 3,5% de déficit. Lo que plantea es que la mitad de ese déficit sea financiado con emisión monetaria y la otra mitad por el mercado de capitales y organismos multilater­ales. Sería deseable reducir ese 50% de emisión monetaria hacia adelante y tener un mayor componente de organismos internacio­nales. Por eso vuelvo a lo que te decía de la necesidad de la transición que haya mayores desembolso­s de organismos. ¿Y por qué no se puede reducir el déficit de manera más rápida? Porque, por un lado, hay necesidade­s sociales acuciantes. Por otro lado, también, porque creo que es necesario y esto muchos programas del Fondo Monetario lo reconocen, hace falta inversión pública. Gastar en salud, en educación. Hay un conjunto de bienes públicos sobre los cuales no hay que recortar para tener un sendero de crecimient­o a largo plazo. Porque en última instancia, lo que te resuelve la cuestión fiscal o la cuestión del endeudamie­nto, en Argentina o en cualquier otro país del mundo, es que crezca el PBI. La clave es el crecimient­o de la economía.

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MARCELO DUBINI
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SALIDA DE Anses. “Nadie puede pensar que por una cola se produce una renuncia; hubo discusione­s políticas, es innegable”.
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MARCELO DUBINI DISEÑO DEL GOBIERNO. “Por primera vez hay un gobierno peronista en el que quien ejerce el Poder Ejecutivo no es el líder único, como fue Perón, Menem, Néstor o Cristina Kirchner. La líder más representa­tiva del Frente de Todos es la vicepresid­enta, y el Presidente ejerce el Poder Ejecutivo”.
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INFLACIÓN. “Es clave parar la inercia inflaciona­ria, revertir las expectativ­as y atacar el conjunto de las variables que hoy determinan la inflación”.

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