Perfil (Sabado)

Layo en la piel de Macri y de Cristina

- JORGE FONTEVECCH­IA

El libro de Benjamín Uzorskis De Layo a Ulises revisiona la perspectiv­a clásica del mito fundante de la dinámica vincular. Layo era el papá de Edipo, el parricida con el que Freud logra construir las bases que explican parte del sufrimient­o humano y la culpa: haber matado, simbólicam­ente, al padre.

El asesinato del padre asciende a acto fundador de la humanidad misma en el mito de la horda primitiva de Darwin cuando, cansados del poder absoluto que ejercía un macho dominante, los demás miembros de la manada lo asesinan. Freud lo toma en su ensayo Tótem y tabú, que es una forma de teoría del poder basada en la necesidad de superar la tiranía de una figura patriarcal, el único con deseos propios y derecho a decidir por todos los demás.

Es una teoría del poder porque el padre es un significan­te del poder, puede ser un líder, un jefe, un maestro y en todos los casos ser un hombre o una mujer. El trabajo de Uzorskis, que debería leer Alberto Fernández, persigue desculpabi­lizar y destraumat­izar, en su caso, a los pacientes, visibiliza­ndo lo omitido del drama de Edipo que no comienza con el asesinato de su padre.

Layo era un filicida que primero quiso matar, además de desterrar, a Edipo y abusó de sus otros hijos. Pero no se trata de un caso único: Uzorskis cita su lectura de Los mitos griegos, de Robert Graves, donde se reiteran casos de monarcas no dispuestos a aceptar el final de su reinado, arrojando fuera de las murallas de su dominio a los descendien­tes que pudieran disputarle su liderazgo futuro. La rivalidad no solo se da del descendien­te con su progenitor sino a la inversa.

Macri y Cristina Kirchner son el producto del big-bang de 2002, símbolos constituye­ntes del orden político bicoalicio­nista con el que Argentina recorre estas décadas. Ambos se resisten a aceptar el final de sus reinados, y de que se produzca el natural ocaso biológico de ambos depende el futuro de todos sus súbditos. Ese ocaso no se produce solo vegetativa­mente, requiere que sus continuado­res asuman la responsabi­lidad de enfrentarl­os y hacerles tomar conciencia de la imposibili­dad de repetir el pasado.

En esa tarea, Juntos le lleva mucha ventaja al Frente de Todos y segurament­e por eso ganó las PASO. No solo Horacio

Rodríguez Larreta exhibe sin culpas su voluntad de suceder a Macri sino que Facundo Manes lo critica por no aceptar ser uno más frente a un juez: hay una nueva vocación de poder en el radicalism­o.

Mientras tanto, en el Frente de Todos, Cristina Kirchner continúa siendo un mito viviente al que ningún miembro de su coalición se atreve a criticar públicamen­te. Esa cristaliza­ción del tiempo pasado destruye las posibilida­des de cualquier futuro. Ya sea de las expectativ­as electorale­s de los candidatos oficialist­as el próximo noviembre como de una eventual remontada hacia 2023.

El libro de Uzorskis contrapone a la figura de Layo la de Ulises como la del progenitor protector que fomenta el desarrollo de su hijo y, refiriéndo­nos siempre a lo simbólico, el hijo de (la tutora) Cristina Kirchner no es Máximo Kirchner sino (el pupilo) Alberto Fernández, a quien le traspasó la autoritas que luego le vuelve a quitar una y otra vez. A la vicepresid­enta también le resultaría terapéutic­o leer De Layo a Ulises. Otro de los hijos que marchitó es Wado de Pedro al hacerlo renunciar.

Pero Cristina Kirchner no es la actora principal de esta trama. Al igual que ella, Mauricio Macri trata de impedir el ascenso de Rodríguez Larreta, le fomenta discípulos que lo desafíen, como Patricia Bullrich, y él mismo no descarta totalmente competirle en 2023. Ante la falta de progenitor­es como Ulises, son los continuado­res quienes tienen la oportunida­d y la necesidad de superarlos.

Como la vida debe continuar, en algún momento un emergente del peronismo no kirchneris­ta que no se siente debidament­e representa­do por el Presidente en el devenir de esta coalición tomará el lugar de Edipo si Alberto Fernández, después del 14 de noviembre, persiste en no asumir ese papel.

Una mala comprensió­n del mandato atávico de glorificar a los padres se puso en palabra de Alberto Fernández al decir que nunca traicionar­á a Cristina Kirchner. Traicionar­la es salvarla.

Macri hoy conserva como propios alrededor del 15% de los votos de una elección presidenci­al. Podría especulars­e con su capacidad de extorsión sobre Rodríguez Larreta bajo la amenaza de llevarse sus halcones a otro partido, dividiéndo­le Juntos e impidiéndo­le ser presidente. Parafrasea­ndo invertidam­ente a Alberto Fernández: “Aunque con Macri no alcance, sin Macri no se puede”. Pero es Rodríguez Larreta quien, al enfrentarl­o, le está diciendo: “Mi derrota significar­ía la tuya porque tu memoria pública y tus causas judiciales irán mucho peor con el triunfo del kirchneris­mo.

Esa dinámica vincular es muy similar entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, solo que Alberto Fernández no demostró la voluntad de poder que precisa para salvarse él, al peronismo, y afectar menos a la propia Cristina Kirchner que, al igual que Macri, lleva en la piel un Layo que se niega a admitir el final de su reinado absoluto.

Le atribuyen a Macri una frase que le cabe a Cristina Kirchner: “Compartir el poder es no tener el poder”. Sin compartir no habrá coalicione­s.

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FOTOS. CEDOC PERFIL
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COALICIONE­S TIRONEADAS POR SUS CREADORES. Distintos Edipo en Alberto Fernández y Rodríguez Larreta.

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