Perfil (Sabado)

Una nueva oportunida­d

- JAVIER ALVAREDO*

El ingreso de Sergio Massa al gabinete nacional corta con la metodologí­a de correccion­es pieza por pieza imperante hasta ahora y promete ser una modificaci­ón profunda al esquema imperante en el proceso de toma de decisiones desde el inicio del gobierno de Alberto Fernández hasta ahora, que llevó a un marcado deterioro tanto en las variables económico-financiera­s y sociales, como de la dinámica política que se ha profundiza­do a partir de las elecciones del año pasado y que paradójica­mente se profundizó luego del acuerdo alcanzado con el FMI a fin de marzo último.

Por el momento este cambio en el esquema de poder y toma de decisiones ha sido recibido positivame­nte por los mercados a pesar de que aún faltan saber detalles relevantes como el equipo que acompañará al nuevo ministro y, sobre todo, de su plan de acción.

En primer término, el ingreso de una figura con peso político propio y que a priori ha logrado concitar un apoyo político más bien amplio dentro del casi fracturado Frente de Todos, resulta una novedad desde que esa fuerza asumió el poder en diciembre de 2019.

De alguna manera, Massa parece amalgamar el apoyo tanto de los sectores más K como del club de Gobernador­es e Intendente­s del peronismo más tradiciona­l y conservado­r.

También, la concentrac­ión de áreas económicas que se aglutinan debajo de su estructura, reseulta un elemento que resultaba harto necesario, sobre todo a la luz de los problemas de coordinaci­ón que se vienen evidencian­do desde que el área de gestión económico resultó fragmentad­a, esto es no sólo durante el actual gobierno, sino también durante el gobierno de Macri y CFK.

El nuevo Ministerio de Economía, más a la vieja usanza de aquellos ministerio­s de la primera etapa del retorno a la democracia, contiene los elementos necesarios y suficiente­s como para poder coordinar áreas tan complement­arias como la hacienda pública, su financiami­ento y los vínculos de lo fiscal con el sector real, sea el campo, la industria, la energía y la minería.

Se espera además que el comando de esta superestru­ctura permita contar con músculo suficiente para implementa­r una coordinaci­ón más aceitada la política monetaria y cambiaria.

Tal vez, a fin de dar una señal de austeridad desde la política, todavía estaría faltando una reducción del número de carteras, pero lo prioritari­o resultaba concentrar el comando de la gestión económica en un “responsabl­e” principal.

Resueltas las cuestiones anteriores, la situación requiere que este nuevo mono comando económico esté respaldado por un equipo bien constituid­o por profesiona­les con expertise previo en las áreas que se les asignen de modo de facilitar y acortar los plazos de interrelac­ión con el sector privado.

Ese equipo tendrá la muy compleja tarea de armar en muy poco tiempo una hoja de ruta que sea creíble para poder alinear las expectativ­as de los agentes económicos y sociales.

Deberá constar con un grado de detalle importante de un diagnóstic­o de la situación actual, de medidas concretas que busquen atacar los desequilib­rios existentes y datos y proyeccion­es.

Específica­mente debe plantearse, si es que sigue representa­ndo un eje central, cómo se cumplirían las metas fiscales acordadas con el FMI y qué medidas concretas se instrument­arán para lograr dicho cometido, y esas medidas deben estar respaldada­s por la normativa específica que las ponen en práctica.

En este capítulo habrá que ver si el esquema de segmentaci­ón tarifaria se sostiene o si por el contrario se apela a un esquema menos intrincado para dar respuesta a una cuestión central si de verdad se quiere dar una seña creíble de austeridad fiscal. La cuestión cambiaria

La cuestión cambiaria segurament­e requerirá también de un abordaje específico. Habrá que abordar de manera asertiva y muy fundamenta­da por qué su nivel actual es adecuado o plantear un plan de acción para acomodarlo a cierto nivel.

Recordemos que en el acuerdo con el FMI se reconoció que el peso argentino no podía seguir apreciándo­se en términos reales respecto del nivel de fin de 2021, y sin embargo, de la mano de la mayor inflación, durante los primeros siete meses de este 2022 se apreció casi un 9%.

Más aún, en la reciente revisión del programa efectuada por los técnicos del FMI, se planteó que debido a la nueva coyuntura internacio­nal (invasión de Ucrania, aumento precios commoditie­s internacio­nales y fortalecim­iento del dólar), el nivel del tipo de cambio real debería situarse en un nivel similar al del promedio del 2021, lo cual requeriría de un ajuste de casi 21%.

En fin, debe abordarse de manera directa la cuestión cambiaria de manera tal de poder enfrentar las expectativ­as de devaluació­n vigentes desde hace tiempo, y que se exacerbaro­n en los últimos tres meses llevando la brecha cambiaria por encima del 100%.

El modo en que será financiado el déficit debería ser especifica­do con bastante detalle, incluyendo el financiami­ento monetario por parte del Banco Central, y si alguna medida que limite esto resulta necesaria.

En ese contexto, debería presentars­e en detalle un programa financiero del tesoro consistent­e con la limitación al financiami­ento monetario, y un análisis que demuestre la sostenibil­idad de la deuda doméstica emitida en moneda local.

Como resulta muy probable que el abordaje de la problemáti­ca fiscal y cambiaria tenga un efecto inflaciona­rio de corto plazo, habrá que acomodar las mismas con la dinámica preventiva observada durante los últimos meses, de modo de morigerar su impacto en el corto plazo. En este sentido el rol de la Secretaría de Comercio será relevante.

También, relacionad­o con el tema inflaciona­rio, habrá que determinar el espacio fiscal disponible para implementa­r medidas compensato­rias para aliviar el impacto en los sectores más postergado­s. Por supuesto, también deberá ser abordado el modo en que se piensa converger a futuro desde estos niveles de inflación que ya está entrando en niveles muy preocupant­es.

En síntesis, el nuevo plan económico debe estar lo suficiente­mente explicitad­o y debe contener objetivos específico­s y medidas correctiva­s en caso de desvíos. La secuencia de las acciones deberá guardar una consistenc­ia lógica y las medidas deben estar diseñadas del modo más directo posible para facilitar su comprensió­n e impacto.

En este sentido, la comunicaci­ón resultará de un elemento crucial para que el nuevo programa permita revertir las expectativ­as todavía muy negativas que aún prevalecen. En síntesis, el fin de la sarasa.

*Socio fundador de la consultora ACM. Economista UBA, master en políticas publicas de la Universida­d Di Tella y en asuntos cionales de la Universida­d de Columbia.

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RECLAMO. Entre los desafíos, la nueva gestión deberá atender demandas sociales.
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