La mafia italiana y las nuevas generaciones a su alrededor
PARA CHIARA
Título original: A Chiara Dirección y guión: Jonas Carpignano
Intérpretes: Swamy Rotolo, Leonardo Bevilacquia, Pio Amato y Claudio y Grecia Rotolo
Origen: Italia/ Francia/ Estados Unidos/ Suecia (2021)
Duración: 121’ Disponible en Mubi
Para su anterior film,
La Ciambra (2017), el italo norteamericano Jonas Carpignano contó con la producción ejecutiva de Martín Scorsese. ¿Qué vió el director de El
irlandés para apoyarlo? No sabemos, pero intuimos que tal vez las temáticas que elige Carpignano: la pobreza, seres arrinconados al límite de sus posibilidades a los que no les queda otra chance que delinquir, familias que se unen a la mafia calabresa o inmigrantes que se juegan la vida en el mar con tal de alcanzar una orilla que los salve.
Con Para Chiara cierra un círculo de films que comenzó con Mediterránea (2015), siguió con La Ciambra y el presente estreno. Los tres rodados en la ciudad costera de Gioia Tauro, en el sur de Calabria. Allí las cámaras de Carpignano no temen mezclar estilos. A pulso como si fuera un documental que aspira a que quien sigue no lo descubra, el film no le pierde pisada a Chiara, una niña de 15 que a esa edad y luego de festejar en familia el cumpleaños 18 de su hermana conocerá la verdadera realidad que sostiene a ese clan: el narcotráfico y el servicio a la Ndrangheta, la mafia calabresa. Y lo descubrirá a partir del incendio y la desaparición del coche del padre. Luego de esa situación clave, a Chiara, ni su madre ni el resto de la familia le dará explicaciones por la desaparición de su progenitor. En su intención de averiguar que sucedió deberá enfrentarse a situaciones arriesgadas. Pero la niña está dispuesta a todo con tal de conocer los por qué de lo que sucedió con su padre.
Carpignano sigue a Chiara creando un marco de tensión con su cámara, en la que su lente se mueve sigiloso entre espesos personajes con escasos diálogos. Su estilo es algo visceral, levemente tenso, pero no exagerado. Observa con curiosidad el rostro de su protagonista y enfoca sus ojos ansiosos por descubrir una verdad que le hará modificar radicalmente su vida. El cineasta se interna en el mundo de la mafia, cuyos actos delictivos esos hombres los definen como una actitud de supervivencia. Este entorno mafioso nada tiene que ver con la espectacularidad con la que se fotografió el glamoroso
El padrino, de Coppola. Acá no importa si la cámara se detiene más tiempo del debido en una situación. Si lo hace es porque sabe que el tiempo revelará una actitud insospechada. Hay algo de un viejo estilo neorrealista, de nieblas que lentamente irán despejando el plano para dar a luz una situación en la que no sólo se juega el futuro de una niña, también un presente sumergido en la adversidad y un silencio que condena a todos al más absoluto ostracismo para poder sobrevivir y no ser descubiertos.
El guión tampoco disimula el patriarcado que reina en esas aldeas costeras, pobladas de hombres que en sus silencios esconden una complicidad que lleva años de aprendizaje para saber moverse fuera de la ley. El film revisa, sin cuestionar demasiado, un presente doloroso para una niña de 15 años que se ve obligada a asumir su adultez de golpe. Swamy Rotolo (Chiara), que actúa junto a su familia de la vida real, resulta un hallazgo de actriz, con un futuro por demás prometedor.