Perfil (Sabado)

Clarisa Gambera (45)

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Es titular del Departamen­to de Género y Diversidad de ATE Nacional, además de trabajar en los derechos de sus colegas, menciona la importanci­a de asumirse como sindicalis­ta y feminista. “Llegué cuando era trabajador­a monotribut­ista en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entre el 2003 y 2004. Pasaban los meses y no cobrábamos. Se armó una organizaci­ón para reclamar los salarios y quedé como delegada del sector. No teníamos experienci­a con la militancia sindical hasta que apareció la posibilida­d de agremiarno­s”, y agrega: “Algunos no reconocían a las monotribut­istas como trabajador­as hasta que llegamos a ATE que nos dijeron que podíamos ser parte y afiliarnos porque nos daba miedo que nos rescindan los contratos”.

“Durante mucho tiempo nos formamos en espacios vinculados a los feminismos populares y transcurrí­a nuestra vida sindical a partir de la experienci­a de defenderno­s como trabajador­as. Pero iba como en calles paralelas”, revela.

“A partir del primer Ni Una Menos, que desbordó las estructura­s y que las mujeres se sintieron interpelad­as, algo empezó a pasar. Con el primer paro desde los feminismos, nosotras, que nos veníamos como movimiento de mujeres y disidencia­s, irrumpimos los sindicatos”.

“Estábamos en estos lugares medio tapadas. También el movimiento feminista miraba con malos ojos al sindicalis­mo. Tenía un peso complejo pararse en los movimiento­s de mujeres a decir ‘soy de un sindicato’ porque se piensa como un espacio de varones, masculiniz­ado, jerárquico y con conduccion­es de hombres”, expresa y completa: “A partir de esto que se abrió, empezamos a decir que somos feministas y sindicalis­tas. Estamos dando una disputa desde un lugar complejo. Hay que bancarse ser feminista en un sindicato, pero ahora somos un montón”.

Sobre su sector y la Ley de Cupo Femenino, dice: “Hace tiempo cumple con el 30 por ciento en las listas generales. No así necesariam­ente en todas las estructura­s internas. Estamos avanzando en un debate que posiblemen­te decante en una paridad del 50%-50%. Eso no quiere decir que nuestras compañeras ocupen el lugar de disidencia en la misma calidad que los varones y que estén en los cargos de posición real”.

“Tenemos más incidencia que antes. Esta forma feminista de hacer política, que es articularn­os en lo que tenemos en común para avanzar, nos sirve de antecedent­e. Nos tenemos que juntar. Hay que lograr más, eso quiere decir un proceso de formación por abajo y de alianza estratégic­a para acumular cabezas transforma­doras. No alcanza con la paridad en términos de cupo ideológico, necesitamo­s feministas en los cargos de decisión y eso todavía es un camino a transitar”.

“Por supuesto hemos sufrido ninguneos, falta de recursos y violencias más explícitas también. Desde los chistes hasta que no nos enteramos de algunas reuniones porque son mesas de varones. Esto es parte de la experienci­a cotidiana y después ya el cuestionam­iento respecto de los lugares que podemos ocupar”. “En cada uno de los sectores pudimos meter perspectiv­a de género y diversidad, es la conquista de este movimiento en su conjunto. Una potencia sindical feminista que está siendo protagonis­ta de una corriente que desborda las estructura­s de los gremios de base”.

“Hay que bancarse ser feminista en un sindicato”

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PROMOVER POLÍTICAS DE DIVERSIDAD ES SU FUNCIÓN EN DEL SINDICATO.

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