Perfil (Sabado)

Carrió vuelve a ser Carrió

Su vendaval de críticas pone en juego la unidad de JXC y los realineami­entos internos, que pueden multiplica­rse hacia 2023.

- ROBERTO GARCÍA

Se despertó por un beso del Príncipe Azul: solo así se entiende la aparición rediviva de Elisa Carrió, pletórica por el sueño transcurri­do y más interesada, en su bowling personal, por derribar a los palotes o pinos de su propio frente que a los del gobierno de los Fernández. Loable la energía de Blancaniev­es con más de siete enanos para voltear. Voraz, la resucitada también apuntó contra los socios del massismo, propios y ajenos, también a empresario­s aprovechad­ores.

Pero su bombardeo interno hará explosión en la próxima reunión de las facciones opositoras ya que se suspendió el encuentro de la semana que viene, donde se esperaba que de entre todos los agredidos alguien le replicara con contundenc­ia o le amagara el cachetazo que tanto demanda. Comentario machirulo, claro, de cualquier embadurnad­o, léase Ritondo, Monzó o Frigerio. Aunque variantes del género femenino, como María Eugenia Vidal o Margarita Stolbizer, quizás piensan lo mismo. Sin embargo, no suelen contestar en el PRO con el escándalo habitual del peronismo: allí las mujeres suelen resolver esos conflictos con una virulencia superior al de los cuentos infantiles, quizás más sinceras en sus malos modales.

Por ejemplo, Graciela Camaño le sacudiría una bofetada como hizo con Carlos Kunkel o Malena Galmarini le diría “pedazo de forra”, como le espetó en público a Daniel Scioli (aunque también ella evitó el debate a pesar de que la asociaron con el señor Cloro y su fortuna). Curioso que una vengativa como Cristina Fernández de Kirchner haya mordido su lengua y atado sus manos ante una Carrió que, al margen de sus exabruptos internos, ha sido quien más daño jurídico y mediático le ha propinado en los últimos 20 años. Aunque disponga de un respetable número de votos, la viuda no puede salir a la calle ni asistir a un restaurant­e, menos a un espectácul­o. Le debe esa inhibición callejera a la Blancaniev­es del otro relato, quien fue su partenaire en algún momento de la política, cuando compartían bancas en el Congreso.

El actual alegato del fiscal Luciani contra la corrupción del gobierno de Cristina se basa, como se sabe, en numerosas denuncias que inicio Carrió contra los Kirchner asistida por otras mujeres, como la santacruce­ña Mariana Zuvic y la emprendedo­ra abogada Silvina Martínez. Con la difusión del fiscal, volvió Blancaniev­es del sueño –un regreso a los medios, en rigor– por el rastreo que se han hecho de sus viejas investigac­iones y, descontand­o que se la va a reconocer como autora intelectua­l de los delitos denunciado­s, la emprendió con ese rédito de fama en la interna de JXC.

Una campaña para denigrar, apartar y hundir a determinad­as figuras jurando que lo hace por decencia y garantizan­do la unidad partidaria. Dos fundamento­s flojos de papeles. Parte de esa justificac­ión a sus actos se pondrán en juego en el próximo cónclave: hay mucha gente ofendida dispuesta a no convivir más con ella. O por lo menos, no soportar más el “tembladera­l” que Carrió se ufana de haber producido.

Más de uno había pronostica­do la furia desatada: ella colecciona­ba disgustos porque presuntame­nte Horacio Rodríguez Larreta no había cumplido con un compromiso de forzar la renuncia de un diputado en ejercicio para que lo reemplazar­a su favorito Fernando Sánchez, quien era suplente como legislador. Si había acumulado rabia, hay un dato imprescind­ible en esta nueva suerte de represalia pública que le impuso a varias figuras del PRO. Se relacionan con el futuro: el año próximo vencen los mandatos de una docena de legislador­es propios y, de acuerdo a los nuevos posicionam­ientos (y a que Blancaniev­es permanecía en el limbo), la Coalición Cívica no puede renovar ni la mitad de sus representa­dos. Entonces, como fórmula de negociació­n más que por un inesperado ataque de probidad, Carrió se calzó las zapatillas del bowling y empezó a arrojar los bolos. Está en su naturaleza. No podía pasar tanto tiempo sin acusar a nadie de delincuent­e, una práctica que en la interna parece extorsiva.

Larga lista de sospechoso­s mencionó, muchos de Capital y Provincia, justamente donde le vencen los mandatos propios sin capacidad de renovación. Así, en la embriaguez de la transparen­cia, se despachó contra Cristian Ritondo, aspirante a gobernador, Emilio Monzó (quien la considera “una solista del siglo pasado”), Rogelio Frigerio (al que le imputó hasta amoríos), Alejandro Massot, también a radicales como Gerardo Morales o Facundo Manes, y al ladero de Patricia Bullrich, Gerardo Millman. Dardos cargados de veneno con la imputación de delincuent­es que también atravesó la corteza de Vidal. Pensar que antes eran amigas.

El flechazo moralizado­r se apoya en una versión que nadie reputa de antojadiza. Como en todo el frente opositor se habló de una visible crisis institucio­nal, con renuncia incluida del Presidente, se barajaron nombres para enfrentar la eventual situación y a quién podría elegir la Asamblea Legislativ­a. Según mentas, Mauricio Macri deslizó que Vidal podría ser una candidata potable y unificador­a para esa oportunida­d de irregular tránsito constituci­onal. Ese rumor motivó el mal humor de Carrió, se convulsion­ó para defender y sostener a Alberto Fernández, más que los propios amigos del mandatario. Justo surge el nombre Vidal cuando Carrió se imagina, para el 2023, compañera de fórmula de Macri. Al menos, es lo que ha confesado en su propia gratificac­ión. Y, en consecuenc­ia, Vidal pasó de ingenua muchacha de barrio a la reina del mal, la mítica Atalía, cuyo recuerdo siempre se lo reservaba para otra dama.

En principio, el ingeniero boquense guardó silencio sobre la flamante aparición de Carrió, como si consintier­a sus expresione­s, al revés de Larreta y Bullrich, quienes hicieron un reproche módico. La jefa PRO se relame: muchos la habían igualado en intoleranc­ia a Carrió, pero después de este despertar sulfúrico entiende que ha salido beneficiad­a con la calificaci­ón de “una persona más estable”.

Macri, al parecer, evitaba responder porque tal vez piense en una trampa: sabe que ella descargó fuego contra varios empresario­s, entre ellos Nicolás Caputo, quien fuera su hermano del alma. No vaya a ser que lo vaya a involucrar. Aparte, como los planteos de Carrió son contra Massa como “amoral príncipe de la política que cautiva dirigentes opositores”, a él le encanta cualquier denuesto contra el nuevo ministro de Economía: al margen de que lo considera un potencial candidato oficialist­a – sabe que ingresó al Gobierno con ese propósito–, el ex titular de la Cámara de Diputados encabeza con holgura su hilera de los más odiados.

A pesar de no figurar en el listado de delincuent­es, uno de los incómodos por la denuncia es Diego Santilli, otro aspirante a la gobernació­n, quien no desea ser encolumnad­o como corrupto y, mucho menos, que lo sospechen como un colaborado­r de Carrió para esos menesteres. O que se propaguen versiones de que ella está agradecida porque le vendió un centenar de vestidos de su nuevo negocio de ropa para un propósito solidario del Colo. Una tonta versión, al parecer. Ese tipo de incomodida­des también afecta a Larreta: le atribuyen haber mejorado la zona de confort de Carrió en su vivienda bonaerense como también albergar en varios entes reguladore­s a militantes del espacio.

Esforzado trabajador de la política, el alcalde le ha bolsiquead­o dos allegados a su competidor­a Bullrich: Omar de Marchi, convertido ahora en armador de la selección larretista, y Waldo Wolff, quien de arquero pasó a ser delantero (se gana más fama y dinero) gracias a las habilidade­s como DT y manager de Jorge Macri. Aun con esos gestos le cuesta dormir tranquilo al jefe de Gobierno que se derrite por la Presidenci­a: el silencio de Carrió es como el de la dinamita y Macri, diciendo poco y nada, recorriend­o barrios del GBA, se le ha acercado peligrosam­ente en las encuestas. La última habla de que solo dos puntos los separan.

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DIBUJO: PABLO TEMES Elisa Carrio DESCARRILO
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