Lo amateur como mirada política sobre el mundo
El director Ignacio Ceroi estrenó su película Una aventura
simple en Bafici, en la competencia internacional. Y desde ahí, se ha construido como una voz nueva en el cine argentino. Pero la historia de
Qué será del verano, su segunda película, es tremendamente particular, tanto como su mirada: en 2019. Ceroi compra una cámara para registrar una estancia en Francia. Allí todo comienza casero, entre la campiña y las mascotas, almuerzo y caminatas.
Pero comienzan a darse pasos por fuera de esa micromundo, y de repente llegamos a un pastor evangelista en Camerún e incluso una pequeña odisea selvática. Ceroi rastrea al dueño, pregunta, sale, y genera entonces una pieza traviesa, que mira con lucidez un cúmulo de imágenes, intencionales y arbitrarias, y las expende, generando así un film absolutamente mutante, pero, y aquí lo más poderoso, tremendamente político. Y ese aspecto aparece cuando Ceroi cruza aquel archivo, aquel azar, con su registro de las protestas de los chalecos amarillos en París, entre otros ejemplos. A eso se suma un diario epistolar, que antes que columna vertebral genera otra capa más en una película que sabe ser pura energía de cine, que entiende determina potencia para ver el mundo y que hasta sabe ampliar, sea lo doméstico o el movimiento social, para mostrar de forma clara que eso del “cine ha muerto” es solo un clich´ de viejos rezongones. —¿Cuáles fueron las preguntas que dieron lugar a una construcción tan particular?
—Las preguntas que dieron lugar a la construcción tuvieron que ver con tratar de imaginar las posibilidades narrativas de una voz en off en contrapunto con imágenes de origen estrictamente caseras, amateurs, familiares. Si todo esto fue efectivamente filmado por una persona, y luego recordado y narrado por ella misma, hasta donde se puede forzar la idea de verosímil, de factibilidad de lo que se está viendo. —¿Cómo decidiste que imágenes caseras le daban sentido a tu relato y cuáles no?
—La película fue pensada de esta manera: primero había que lograr construir el mundo más cotidiano de Charles: sus mascotas, su familia, sus paisajes habituales. Si este mecanismo narrativo lograba hacer mella en el espectador, partiendo de lo mas simple y anodino, entonces allí sentiríamos que teníamos la libertad, y también el poder, de llevar la película hacia los límites que sólo la imaginación impusiera. —¿Qué descubriste de la película al verla con público?
—Descubrí sobre todo, que había muchas partes que al público le causaban gracia y que no me esperaba, sobre todo en lo relacionado a las mascotas de Charles. —¿Cómo ves la evolución entre Una aventura simple y esta película?
—Son dos películas muy diferentes. En la primera hay una voluntad estricta de trabajar con actores, pensar la puesta en escena, y un guion quizás, menos clásico. En esta segunda se retoman algunos tópicos de la primera, sobre todo cierta fascinación por los viajes y las aventuras que estos prometen, y luego lo epistolar, que en Una Aventura Simple estaba apenas desarrollado.
“Descubrí que había muchas partes del film que causaban gracia.”