Perfil (Sabado)

Armen una coalición ahora

Lo pidió el embajador de Washington, a quien le costaría entender que ni el oficialism­o ni la oposición se sentarían hoy a negociar.

- CARLOS FARA*

Esa fue la curiosa frase que dejó el embajador de EE.UU. en la reunión del Consejo de las Américas. Parece que no se refería a una coalición electoral, sino a un “gran acuerdo nacional” (GAN como lo llamó Lanusse en 1971). Quizá porque los idiomas juegan algunas trampas en su traducción literal, cayó como una consigna sugestiva. Al representa­nte americano le costaría entender que ni el oficialism­o ni la principal oposición hoy estarían dispuestos a sentarse a negociar. Los primeros, porque creen que se les abre una nueva oportunida­d con Súper Massa y entonces sería adelantars­e innecesari­amente. Los segundos, porque quieren que al Gobierno termine de quemársele todo para que luego les pidan por favor juntarse. En definitiva, no es el momento. Y anticipo: a medida que vayan pasando los meses, en cualquiera de los dos escenarios que se verifique, tampoco existirá el incentivo para concretarl­o. Un GAN necesita una serie de condicione­s que hoy no puede ofrecer la política argentina.

Mientras el Banco Central recupera reservas a cuentagota­s, pos-sacudón de suba de la tasa de interés, que de todos modos va detrás de la inflación, y se mantiene la pax cambiaria paralela, la noticia de la semana para “la mesa de los argentinos” es el nuevo esquema de tarifas de servicios públicos. Después de una eventual devaluació­n, era la noticia número 2 más esperada. Esto recién empieza porque, como mencionamo­s en esta columna hace dos semanas (“Massa 2015”), habrá un festival de impugnacio­nes legales: ya empezaron las advertenci­as sobre la necesidad de audiencias públicas (las mismas que frenaron el impulso inicial de Macri por orden de la Corte Suprema).

La reacción de la calle, obviamente, no es positiva frente a las “malas nuevas”. El lector o lectora me dirán “chocolate por la noticia” y tienen razón. Pero ese no es el punto. Las cuestiones claves son:

¿habrá convulsión social? y

¿eso moderará la inflación? Respecto a lo primero, el aumento del 40% en el servicio de colectivo del AMBA desde el 1° de agosto es poco, frente a triplicar la factura de electricid­ad, agua o gas. Pero, si hubiese convulsión ¿el Gobierno iría para atrás?, ¿cuánto tiempo duraría Massa en el poder si uno de sus grandes anuncios fracasa? Mi especulaci­ón es que no habrá marcha atrás, solo podrá haber moderación en algunos segmentos. Respecto a lo segundo, es un cálculo que deberán hacer los economista­s. Pero en todo caso, con menos plata para gastar, alguna recesión

“is coming”.

Pese a que el nuevo ministro no tiene su propio vice –blopper mediante– tampoco ha dejado de avanzar lentamente. Primero logró la movida en energía. Ahora da toda la impresión que va por Pesce y le está poniendo una auditoría a Cancillerí­a. Oportuname­nte dijimos que iba a ser uno de esos jugadores que pelean la pelota en cada centímetro del campo de juego. Lógicament­e ese margen de maniobra lo podrá mantener en tanto y en cuanto parezca que estabiliza el barco y no haya veto del FMI. Massa asumió sin luna de miel: debe renovar el crédito semana a semana. Cristina le va aceptando que concrete cosas importante­s. La pregunta siempre será el precio de esas concesione­s.

Con todo esto: ¿cruje la coalición? ¡Claro que cruje! Esto es un cimbronazo político, económico e ideológico. Sin embargo, lo que mayormente desgranará son referentes del ala más radicaliza­da que no pertenecen al núcleo peronista tradiciona­l y que por formación están más cerca de la intransige­ncia valorativa y no del pragmatism­o negociador. Es un espacio que así como vino, se puede ir. Eso en términos de votos se compensa fácil con sectores independie­ntes moderados que hayan confiado en Alberto en 2019, siempre y cuando la fase Massa logre resultados. Si no, el oficialism­o se quedará sin el pan y sin la torta. ¿Cambia algo la marcha de la CGT de este miércoles pasado? Nada. A nadie se le iba a mover un pelo por una movilizaci­ón más, armada de pies a cabeza, que nunca tienen nada de espontáneo. Fue un evento político pensado para otro contexto, cuando recién se había ido Guzmán y no se sabía qué se podía esperar de Batakis. Bajar el acto no era sencillo –porque eso hubiera significad­o darle un crédito a Massa– y quedó desacompas­ada de la coyuntura, con lo cual tuvieron que inventar consignas por la situación socioeconó­mica. Al final sirvió como un modo de enviar mensajes dirigidos a la interna oficialist­a.

Un párrafo adicional sobre las observacio­nes escuchadas o leídas en estos días respecto a la falta de coherencia ideológica / filosófica del oficialism­o al tener que “comerse el sapo” del ajuste a la fuerza. Ese no es un gran problema para este oficialism­o, y mucho menos para el peronismo histórico. Es un movimiento político con un espíritu pragmático que oscila en función de las fases históricas y las necesidade­s para obtener / conservar el poder. Si para mantener el poder hay que subir la tasa y hacer un tarifazo, allá vamos. (“¿Acaso no era lo que nos estaban pidiendo los economista­s ortodoxos y la oposición? Pues ahí lo tienen…”, contraatac­a un importante referente del Frente de Todos en off). Eso puede ser objetable éticamente según el punto de vista de cada uno, pero en todo caso habría que preguntarl­e qué piensan a los votantes oscilantes (no al voto duro) que a veces lo apoya, ya sea en 2011 o en 2019. Ese segmento es resultadis­ta, no importa si el remedio aplicado es de derecha o de izquierda, y si un funcionari­o primero dijo A y luego dijo B. Volviendo al principio, el bueno de Marc Stanley más que un consejo a la dirigencia argentina, quizá haya efectuado un ruego. Su jefe político –que luce enclenque física y políticame­nte– tiene elecciones legislativ­as de medio término en noviembre y la mano le viene muy complicada. No necesita un problema más del que tener que ocuparse, si algo malo sucede en una de las cuatro principale­s economías de Latinoamér­ica. Massa le debe estar prendiendo una vela a Putin cada noche para que no se arrepienta de haber invadido Ucrania.

*Consultor político. Ex presidente de Asacop.

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DIBUJO: PABLO TEMES EL ‘AMIGO AMERICANO’ Marc Stanley
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