Perfil (Sabado)

Progres y fachos

- NANCY GIAMPAOLO

El "buenismo" encriptado en el progresism­o terminó, tal vez por su vocación absolutist­a

Desde hace bastante, vemos cómo, siguiendo la ley del menor esfuerzo intelectua­l, términos que en el pasado designaron movimiento­s muy precisos, como el fascismo, derivaron en algo mucho más abarcativo. El "facho" de hoy sirve para hablar de todo y nada, o más concretame­nte, de todo lo que no sea uno mismo. "Fachos son los otros" podría ser el resumen que engloba esta nueva versión de la vieja palabra, y, por lo general, el encargado de pronunciar­la ocupa el otro polo en lo que a conceptos abreviados se refiere. El "progre" tiene en común con su némesis el hecho de un amputamien­to que carga connotacio­nes despectiva­s, pero el progresist­a original carece del grado de especifici­dad histórica que tuvieron los fascistas, porque fuerzas muy diversas se autoerigie­ron, durante periodos y en lugares también diversos, como defensoras del progreso llegando, en algunos casos, a proponerlo como fuente de todo bien. Puede ser que esa fe en el progreso indefinido que marcó a varias generacion­es fuera, en parte, el resultado de cargar a la historia de connotacio­nes mesiánicas, algo que de todas maneras no explica por qué el moderno progre no es una continuaci­ón del viejo progresist­a, sino sustancial­mente otra cosa, algo ontológica­mente distinto que ha venido a desplazar o, tal vez, a eliminar definitiva­mente a su antecesor.

El "buenismo" encriptado en el progresism­o terminó, tal vez por su vocación absolutist­a, llevándose puesto lo demás, como confirmamo­s cuando un progre prototípic­o recurre a las consabidas “del lado del bien”, “todo lo que está bien” u otras definicion­es por el estilo. El bueno rebueno y el malo remalo, son sus fetiches principale­s. Desde su puesto en alguna institució­n o medio, o simplement­e desde sus redes sociales, el progre buenista de hoy no solo suscribe a cuanta causa políticame­nte correcta se le cruce por el camino, sino que arremete contra mucho de lo que el viejo progresist­a defendía con fervor, como unas cuantas libertades, no solo relacionad­as con el pensamient­o, sino con la forma de vida. El progresist­a no dividía el mundo en buenos y malos, pero el progre no sabe ver la realidad de otra manera. Mientras tanto, los fachos (sean lo que sean) engrosan sus filas.

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