Perfil (Sabado)

El imperio de la irracional­idad

- FÉLIX V. LONIGRO* *Abogado constituci­onalista y profesor de derecho constituci­onal UBA.

Cualquier clase elemental de educación cívica comienza con una premisa básica: los Estados son comunidade­s de seres humanos que se organizan para vivir en paz y armonía. En el plano de lo utópico, sería ideal que la gente pudiera convivir en sociedad sin la existencia de normas que restrinjan sus derechos y libertades; pero se sabe que ello es imposible; que la organizaci­ón política denominada “Estado” es la consecuenc­ia de la imperiosa necesidad de los hombres de vivir ordenadame­nte para evitar que los más fuertes perjudique­n a los más débiles.

Pues si la existencia de los Estados es necesaria para la consecució­n del bien común, también lo es la de los gobernante­s a los que elegimos mediante el sufragio para que, en nuestra representa­ción, conduzcan los destinos de la comunidad dictando normas de convivenci­a y ejerciendo la autoridad que correspond­e a fin de evitar que el ejercicio de los derechos por parte de algunos perjudique a otros que pretenden ejercer los propios.

Sin embargo, a pesar de la sencillez de este concepto básico de cultura cívica, para los fanatizado­s y enfervorec­idos seguidores de la vicepresid­enta de la Nación, el derecho de manifestar­se en favor de su líder es absoluto y no admite restriccio­nes. Absorbidos por una idolatría irracional, no solo son indiferent­es a las necesidade­s y derechos de los vecinos y comerciant­es de la zona en la que decidieron expresar su apoyo a la expresiden­ta, sino que además han decidido enfrentar a la autoridad policial que intenta imponer el orden que se requiere para que todos puedan ejercer sus derechos armoniosam­ente, y al mismo tiempo ejecutar un rito de adoración sostenido en el tiempo, con el claro objetivo de presionar a los jueces del Tribunal Oral que tendrá que dictar sentencia en la causa en la que el Fiscal Luciani desnudó el entramado delictivo de corrupción más escandalos­o de la historia de la Argentina.

El desafío de la turba kirchneris­ta está planteado: impedir que el normal funcionami­ento de las institucio­nes judiciales y policiales, en el marco del Estado de Derecho, perjudique a la líder “cuasi-santa” cuya inocencia decidieron defender ciegamente. La consigna de la muchedumbr­e enardecida es negar la existencia de pruebas y afirmar que los múltiples procesos que se siguen en contra de Cristina son consecuenc­ia de una persecució­n judicial/mediática cuya única finalidad es proscribir­la y quitarla de la escena política.

Con estos absurdos argumentos, vociferado­s sin fundamento­s válidos, pero con la energía que deriva del más recalcitra­nte fanatismo, no solo los prosélitos kirchneris­tas, sino también funcionari­os y legislador­es de ese espacio político, están dispuestos a “incendiar” institucio­nalmente al país al mejor estilo Nerón en la antigua Roma, con el indisimula­ble objetivo de evitar que una líder mesiánica y narcisista a la que endiosan incondicio­nalmente, y que según las acusacione­s en su contra habría liderado una asociación ilícita para defraudar al erario en alrededor de mil millones de dólares, sea condenada por el Poder Judicial de un Estado de Derecho cuyo funcionami­ento nada les importa.

Todo esto en el marco de una gestión de gobierno que yace absolutame­nte a la deriva, con una economía que se deteriora incontrola­damente, con un presidente incompeten­te que carece de poder político y una vicepresid­enta que juega su propio partido, sin importarle el rumbo del gobierno del que forma parte.

Este estilo fanatizado de hacer política por parte de los prosélitos de Cristina Fernández, genera violencia social e institucio­nal y es caldo de cultivo para hechos repudiable­s como el atentado perpetrado por un trasnochad­o contra la vicepresid­enta. Es imprescind­ible condenar este hecho aberrante, pero también a la violencia originada desde las más altas esferas del poder, porque es necesario evitar, en una sociedad ya muy golpeada, que se retroalime­nte la violencia política en la Argentina.

Hay que condenar este hecho, pero también a la violencia desde las esferas del poder

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FANÁTICOS. “Han decidido enfrentar a la autoridad policial que intenta imponer el orden”.

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