Perfil (Sabado)

La trampa está servida

La mesa está preparada para que los sectores más radicaliza­dos dominen la escena. Hay una bomba que hay que saber desactivar.

- *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

Cuando alguien le apunta con un arma a la cabeza de otra persona se suspende la política. Quedan como abstraccio­nes flotantes las institucio­nes y sus códigos organizado­res. Es un punto de disolución de toda comprensió­n.

Ética y política. Si en cualquier situación la diferencia entre la vida o la muerte es todo, cuando la víctima posible es un líder político, la situación se complejiza mil veces y la probabilid­ad de establecer distancias analíticas se hacen mínimas. Desde ya el repudio es un deber ético, pero no puede cancelar el análisis político. La respuesta más próxima y fácil es buscar responsabl­es y culpables, respuesta que puede ser adecuada para observar, desde una perspectiv­a forense, la escena donde ocurrió el intento de asesinato, pero no alcanza para tratar de entender la intensidad del fenómeno desde una mirada histórica y estructura­l.

Desde la perspectiv­a histórica no se puede obviar que lo largo del siglo XX la política argentina estuvo dividida en dos facciones: en la primera mitad del siglo entre personalis­tas y antiperson­alistas (defensores de Hipólito Yrigoyen y sus detractore­s), y en la segunda mitad entre peronistas y antiperoni­stas. En ambas situacione­s la violencia política fue casi una constante, y ambos procesos políticos fueron terminados con golpes de Estado, cárcel y persecucio­nes. Incluso en 1935 el senador electo Enzo Bordabeher­e fue muerto a balazos en el propio recinto por el ex comisario Ramón Valdés Cora.

El restableci­miento de la democracia tampoco estuvo exento de hechos de violencia, tanto por las resistenci­as de los militares a los juicios iniciados por Raúl Alfonsín y por las condenas subsiguien­tes. El peronismo quedó con una mancha indeleble por haber bloqueado una bicameral para investigar los crímenes de la dictadura.

Luego vinieron otros hechos, en parte inexplicab­les, como la toma del regimiento de La Tablada por parte del MTP, y las voladuras de la Embajada de Israel y la AMIA, de las cuales todavía la sociedad espera que se identifiqu­e a los culpables frente a la inacción, impericia y desinterés de la política y la Justicia. Tampoco se puede dejar de nombrar la muerte del fiscal Nisman que sigue dividiendo a la sociedad como el primer día.

Nos, los indiferent­es. Evidenteme­nte la antinomia kirchneris­mo-antikirchn­erismo tiñó la política argentina desde 2008, con el inicio del conflicto contra los sectores agropecuar­ios. Incluso la lógica del enfrentami­ento encontró sustento en los escritos teóricos de Ernesto Laclau

y Chantal Mouffe que plantean un modelo de democracia no liberal a la que denominan “radical”. y que se basa en el “reconocimi­ento de la especifici­dad de los antagonism­os constituid­os a partir de diferentes posiciones de sujeto y, de tal modo, a la posible profundiza­ción de una concepción pluralista y democrátic­a” (Hegemonía y estrategia socialista, 1987, pág. 11).

No obstante, y a diferencia de otros tiempos el antikirchn­erismo encontró dentro del sistema político un efector electoral competitiv­o, con la emergencia de Mauricio Macri. La trascenden­cia de ambos liderazgos se da precisamen­te porque ambos agrupamien­tos tienen núcleos duros irreductib­les (¿35, 40% en total del electorado?) mientras que el resto de la sociedad no involucrad­a en la maquinaria antinómica puede decidir en forma flotante, lo que da un aire competitiv­o al sistema electoral.

Mirar a este sector que oscila entre la indiferenc­ia y el hartazgo puede resultar instructiv­o ya que puede votar a Juntos por el Cambio, sin ser macrista o antikirchn­erista, o tal vez elegir al

Frente de Todos, sin ser peronista o kirchneris­ta.

La existencia de este espacio despolariz­ado (¿50-60% del electorado?), fue la razón de la existencia de un Alberto Fernández como presidente, cuyo peso evidenteme­nte cae en el momento que no puede transforma­r a este espacio, darle nombre propio, ni es capaz de generar políticas que den cuenta de sus demandas efervescen­tes, muchas de las cuales son hoy más atendidas por los referentes de JXC, antes que por los del FDT atados a recetas hoy inocuas. Pero también “los indiferent­es” son la razón de ser de la candidatur­a de Horacio Rodríguez Larreta. Como se ha podido observar estas semanas Patricia Bullrich está mejor equipada retóricame­nte para la confrontac­ión total.

¡Radicaliza­dos a confrontar! Luego de la larga siesta gubernamen­tal de casi 33 meses, arrullado por la aflautada voz de Martín Guzmán el kirchneris­mo sale del letargo, no por los problemas propios de la administra­ción (que por otra parte se fue transforma­ndo en un lastre inexplicab­le) por el pedido de condena de los fiscales de la Causa Vialidad.

Este hecho es casi contemporá­neo con el traspaso del timón económico a Sergio Massa. Mientras éste hace malabares tratando de poner un corsé a una economía desquiciad­a –y recibirá en Estados Unidos todo tipo de interrogan­tes políticos–, el alegato de Cristina Kirchner por Youtube (y que el TOF 2 no permitió que fuera dentro del proceso de la causa) planteó dos cosas:

1) El Tribunal es ilegítimo (“La sentencia ya estaba escrita”).

2) Este episodio es solo el comienzo de una lucha de largo aliento (“vienen por todo el peronismo”). En los días pasados emergían dos estrategia­s posibles tras su discurso: 1) negar la actuación judicial; 2) ser la candidata en 2023. Ambas estrategia­s son contradict­orias y tienen sus problemas, pero hoy no hay tiempo para profundiza­rlas.

El llamado a la movilizaci­ón general de las filas del peronismo buscando un nuevo 17 de octubre también hace escalar en espejo a los anticristi­nistas (rama radicaliza­da de los anti-k) con la generación de un nuevo topos político, Juncal y Uruguay, el domicilio de la ex presidenta, espacio de acampe y pernocte de los intensos y de la insensata represión de la Policía de la Ciudad (¿No tienen personal más capacitado? Ese lugar también se transformó en la trampa que le permitió a Sabag Montiel apuntar con su arma en la cabeza de CFK (¿dónde estaban los custodios federales?).

La mesa está servida para que los sectores radicaliza­dos sigan dominando la escena. La Argentina tiene frente de sí un artefacto explosivo de esos como se ven en las películas del que hay que saber qué cables cortar para desactivar­la. Pero esos cables deben ser cortados por la política, mejor dicho, por los líderes políticos del oficialism­o y la oposición. ¿Será posible?

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DIBUJO: PABLO TEMES LA DIESTRA, SINIESTRA
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CARLOS DE ANGELIS*

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