Perfil (Sabado)

Políticos, lejos de los argentinos

- DIEGO DILLENBERG­ER * *Periodista, conductor de La Hora de Maquiavelo.

¿Para qué gastan los políticos en encuestas? Podrían ahorrar, si después igual no las leen o no las entienden.

De lo contrario no se puede explicar el abismo que hay entre la realidad y la agenda que le ofrecen gobierno y oposición a la opinión pública: los problemas del gobierno pasan por el atentado a Cristina y cómo vengarse del “discurso de odio” de los medios y la oposición. Las causas judiciales de la vicepresid­enta y el “lawfare” completan el menú.

La agenda de la oposición solo matiza estos temas, cada tanto, agarrándos­e a los picotazos entre “halcones” y “palomas” para discutir la mejor manera de subirse a la agenda que les propone Cristina.

La realidad de los argentinos está muy lejos de todo eso: para el 56 por ciento, su principal preocupaci­ón es la inflación, según la última encuesta de Synopsis. Para el gobierno debería ser un dato alarmante, porque según la encuestado­ra del politólogo Lucas Romero, entre los propios votantes del peronismo esa angustia sube al 75 por ciento.

La respuesta del gobierno del presidente Alberto Fernández a la desesperac­ión de los argentinos con una inflación que está llegando al 100 por ciento anual: es culpa de los “formadores de precios”.

A lo sumo, el foco se pone en si el “superminis­tro” Massa consigue algunos dólares más para el Banco Central y así postergar un poco una devaluació­n que se ve cada vez más inevitable.

¿Y de las profundas reformas estructura­les para curarse de la inflación crónica que lleva más de veinte años generando pobreza? Mejor no hablar de ciertas cosas….

Pero hay datos todavía más sombríos: según la encuestado­ra Taquion, el 84 por ciento de los argentinos tiene sentimient­os negativos sobre el futuro de su país: preocupaci­ón, desconfian­za, miedo, incertidum­bre.

Consecuenc­ia de esos sentimient­os oscuros: el 65 por ciento emigraría, si tuviera la oportunida­d. Entre los sub 40 casi el 80 por ciento piensa en la emigración en este país con una población que, como dijo una vez el presidente Alberto Fernández, “desciende de los barcos”.

Estos últimos datos interpelan más a la oposición que al gobierno, del que ya no se puede esperar demasiado: nadie piensa en emigrar si sabe que en poco más de un año asume otro grupo político con el plan adecuado.

Pero desde la oposición no se debate ningún plan que genere esperanzas de que, a diferencia del fracaso de Mauricio Macri, esta vez sí podrá resolver la crisis.

La oposición se siente mucho más cómoda con la agenda de Cristina o, mejor dicho: oponiéndos­e a ella. Esta anomalía no sólo se debe a que se está resquebraj­ando el “afecto societatis” de Juntos por el Cambio y no se ponen de acuerdo en nada: si se pelean por cómo poner una valla, difícilmen­te puedan consensuar un plan económico para instalar una agenda paralela que entusiasme.

El problema adicional es que detrás de la negativa a debatir públicamen­te ese plan que precisan los argentinos para pensar en un futuro en su propio país hay una extraña teoría de marketing político heredada de las enseñanzas de Jaime Durán Barba.

El gurú ecuatorian­o del ex presidente Mauricio Macri sostenía que “a nadie le interesa escuchar planes económicos” y mucho menos en campaña electoral. Pero además hay otra vieja superstici­ón del marketing político argentino: a Carlos Menem una vez le preguntaro­n por qué no anticipó las reformas promercado que luego aplicó. Contestó: “Si les decía, en una de esas no me votaban”. La historia alguna vez dirá si el riojano realmente sabía qué iba a hacer o se fue dando cuenta sobre la marcha.

Hoy la oposición apuesta a volver en un caos económico comparable al de la hiperinfla­ción de Raúl Alfonsín para tener, como Menem, un cheque en blanco para reformas.

Pero lo más probable es que diciembre de 2023 se parezca mucho más a la triste agonía actual que a la explosión de 1989.

En su libro, Primer Tiempo, Macri explica que apostó al frustrado “gradualism­o” porque sentía que “no tenía mandato” para hacer grandes reformas. Obvio: no lo debatió en la campaña por consejo de Durán Barba y la “superstici­ón” de Menem.

Para evitar volver al poder sin “mandato” para emprender reformas, la oposición debería empezar a debatir ese plan económico ya mismo y así llegar con “mandato”. La opinión pública está abierta a escuchar: hay mayorías para una reforma laboral, para bajar el gasto, privatizar empresas públicas y terminar con los planes sociales.

El economista Javier Milei ya tomó nota de estos datos y le está yendo muy bien en las encuestas: lo único que hace es explicar su plan económico.

“La inflación nos está destrozand­o pero la agenda política está lejos de la gente”

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