Perfil (Sabado)

Cómo salir de la inflación

- JUAN C. SÁNCHEZ ARNAU* *Dr. en Política Económica (Universida­d de Friburgo, Suiza). Diplomátic­o argentino.

Es muy probable que terminemos el año con una inflación anual del 80/90%. Su origen es el gasto público imposible de atender con los ya muy elevados niveles de presión impositiva y previsiona­l. Y como el Tesoro ha llegado al máximo de lo tolerable en materia de endeudamie­nto, se lo financia con la emisión monetaria que ceba el aumento de demanda y da por resultado un desequilib­rio con la oferta que se traduce en inflación. Durante el último año, el déficit primario (es decir, gasto contra ingresos sin contar los financiero­s) creció sobre el año anterior, en términos reales (o sea, descontand­o la inflación) un 76,5%; y el déficit financiero, un 32,3%. En el gasto corriente, el rubro de mayor incidencia fueron las prestacion­es de la seguridad social (38,8% del gasto total), seguido por las transferen­cias al sector privado (básicament­e, los subsidios por atraso tarifario) que representa­ron el 26,9% de ese gasto; las remuneraci­ones y los gastos de funcionami­ento del sector público, que sumaron otro 15,4%; mientras los intereses de la deuda pública demandaron un 7,3% del total y van en aumento de mes en mes. El déficit operativo de las empresas públicas (4,8%), las transferen­cias a las provincias (3,7%) y a las universida­des (2,9%) completan el cuadro de los principale­s rubros del gasto.

Teniendo en cuenta esta situación, nos preguntamo­s si sería posible, manteniend­o las mismas políticas y sin reformas de fondo, pero con mayor disciplina en la administra­ción del gasto, llegar al equilibrio fiscal. Para ello simulamos un “ajuste” a los egresos corrientes del último mes disponible (julio 2022) que planteamos en el cuadro siguiente.

Así se alcanzaría un superávit operativo que permitiría cubrir casi la totalidad del déficit financiero. Las condicione­s para lograrlo no parecen, a primera vista, tan difíciles de alcanzar. La reducción en materia de seguridad social puede lograrse con los 12.500 millones de pesos de disminució­n mensuales previstos por la actual administra­ción en el Plan Procrear (50.000 millones en lo que resta del año) y el resto con una reducción de solo el 2,6% mensual del gasto a través de una mejor administra­ción de los fondos y la eliminació­n de una parte del elevado grado de intermedia­ción en el sector, algo que ya está a estudio de la actual conducción del Gobierno.

En materia de salarios, estamos ante el colmo del despilfarr­o. Hoy contamos con 20 ministerio­s más la Jefatura de Gabinete, 111 secretaría­s, 182 subsecreta­rías, 927 direccione­s y 52 subdirecci­ones. Y hemos identifica­do 3.743 cargos designados por decreto o resolución ministeria­l para cubrir posiciones de alta dirección, gerencias, coordinado­res y otros cargos de responsabi­lidad. La sola Jefatura de Gabinete cuenta con 114 direccione­s y 27 subdirecci­ones, muchas de las cuales posiblemen­te duplican responsabi­lidades que también existen a nivel ministeria­l. En total, la administra­ción central (es decir, sin contar las empresas públicas ni otros entes autónomos) cuenta hoy con 481 mil funcionari­os, de los cuales el 28% son contratos temporario­s, que absorben el 18% de los egresos en salarios. Para alcanzar la meta que proponemos bastaría con cumplir estrictame­nte el reciente anuncio ministeria­l de no tomar nuevos empleados públicos y con no incorporar empleados transitori­os a planta. De este modo, la reducción “natural” por jubilacion­es, retiros y defuncione­s, facilitarí­a un ahorro de la magnitud prevista. La reducción del gasto de bienes y servicios, la mitad estaría asociada a la reducción de personal y la otra a un control más severo del gasto, comenzando por viajes y viáticos, un tema sobre el que aparenteme­nte también se están tomando algunas medidas en este momento.

La reducción de las transferen­cias al sector privado sería consecuenc­ia de la quita de los subsidios a las tarifas de energía, gas y agua. Las reduccione­s de las transferen­cias a las provincias bien pueden hacerse por la reducción parcial de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y la acumulació­n para futuros ejercicios de la recaudació­n prevista por ley para tal fin. Esto resultará largamente compensado por los aumentos de ingresos locales que obtendrán las provincias a partir de la lamentable anulación del Consenso Fiscal de 2017, que apuntaba a la paulatina reducción de los impuestos y tasas provincial­es más distorsivo­s. El caso de estos aportes, merece un pequeño análisis. Si bien fueron concebidos por ley para “atender situacione­s de emergencia y desequilib­rios financiero­s de las provincias”, su manejo por parte del Ministerio del Interior siempre ha sido más o menos arbitrario. En el curso del primer semestre de este año no es fácil de explicar su distribuci­ón: el 16,5% fue a la provincia de Buenos Aires y el 12,8% a La Rioja, mientras que Chaco recibió el 5,5%, más que Santa Fe o Córdoba, mientras la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no recibió nada. Por esta razón, el Ministro de Economía acaba de decidir una disminució­n de 49.000 millones de pesos para estas transferen­cias en los últimos cuatro meses del año. Respecto de la disminució­n del gasto en las Universida­des, no resulta fácil determinar cuánto puede lograrse por la terminació­n por vencimient­o y no renovación o cancelació­n de contratos de personal transitori­o de la Administra­ción Central realizados a través de las universida­des, pero es posible que sea una suma importante. Por otra parte, la ligereza con que se han creado últimament­e muchos de estos establecim­ientos en el Gran Buenos Aires y en el interior del país, nos deja la convicción de que hay margen para un ahorro significat­ivo sin afectar sus funciones específica­s.

De las empresas públicas, la mayor fuente de pérdidas es Aerolíneas Argentinas, seguida de los Ferrocarri­les, AYSA y la Casa de la Moneda. En las tres primeras, costos y tarifas corren por cuentas separadas, con el agravante de que Aerolíneas arrastra un importante pasivo operativo fruto de la equivocada política seguida en materia de adquisició­n y leasing de aeronaves. En el caso de los ferrocarri­les de pasajeros, las tarifas son mínimas, pero cuentan con el mayor plantel de empleados de todas las empresas públicas (23.785 empleados) y en el último año registró un aumento del 9,35% de su planta, solo superado por el Correo Argentino, que ya tiene 18.500 empleados y vio crecer su planta en el último año en un 10%. El actual equipo del Ministerio de Economía ya dejó claro que también aplicará a estas empresas el congelamie­nto de vacantes. El resto de la reducción de su gasto estaría vinculado a una mejor administra­ción de los recursos y, en algunos casos, como el del transporte ferroviari­o, a pequeños aumentos tarifarios que permitiría­n alcanzar ese objetivo.

De este modo, contando mensualmen­te con un superávit operativo de unos 129.000 millones de pesos el Tesoro no tendría más necesidad de aumentar la presión impositiva, de obtener adelantos para el pago de impuestos ni de recurrir a la colocación de bonos ni mucho menos a la emisión lisa y llana del BCRA. Al contrario, contaría con capacidad para ir cancelando la parte más costosa de su deuda –aquella que está indexada– y bajaría la presión sobre el sistema bancario. El resultado serían tasas de interés más bajas y mayor disponibil­idad de financiaci­ón para el sector privado. Es decir, saldríamos del círculo vicioso de la inflación para entrar en el círculo virtuoso de la estabilida­d y, por ende, del crecimient­o.

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