Perfil (Sabado)

“Mi vecino, el femicida”: mató a su novia y espera el juicio en la misma casa donde cometió el crimen

- LEONARDO NIEVA

El femicida regresó a su casa de la calle Fournier en febrero pasado, tras un polémico fallo

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Ramón Hermes Acuña tenía 78 años cuando asesinó a puñaladas a su novia de 35 en su domicilio de Isidro Casanova, en el partido de La Matanza. El femicidio ocurrió el 15 de septiembre de 2020, pero el acusado recuperó la libertad en febrero pasado y volvió a la casa del horror. El próximo jueves, al cumplirse el segundo aniversari­o del femicidio, familiares y organizaci­ones feministas marcharán a la casa del acusado para exigir su inmediata detención. “Lo único que pedimos es que se haga justicia y que al asesino lo encierren en una cárcel”, reclama su hermana.

Una pintada que dice “asesino” marca la casa en la que vive Ramón Hermes Acuña (78), el femicida que hace dos años asesinó a puñaladas a su novia María Dolores Juncos (35) en la localidad de Isidro Casanova, partido de La Matanza.

Cuando se cumplió el primer año del crimen (el 15 de septiembre de 2021), familiares y amigos de Dolores, organizaci­ones feministas y familiares de víctimas, como Atravesado­s por el Femicidio, se concentrar­on frente al domicilio del femicida para reclamar justicia. El jueves próximo se cumplirán dos años del horrendo homicidio de Dolores, y no será la excepción para que se congreguen otra vez.

“Vamos a realizar una marcha, porque todavía está todo en la nada”, cuenta a PERFIL Virginia Soledad Juncos, una de las hermanas de la víctima, sobre la situación actual de la causa penal. “El asesino –por Ramón Acuña–está con arresto domiciliar­io y en la casa donde cometió el crimen”, revela la mujer.

Femicidio. Dolores fue encontrada asesinada en el interior de una vivienda de la calle Fournier 1051. Tenía al menos diez heridas de arma blanca en el cuerpo y junto a ella estaba su pareja, con un profundo corte en el cuello.

Eran las 11 de la mañana del martes 15 de septiembre de 2020. El médico que llegó hasta el domicilio certificó que la joven mujer estaba muerta, pero que el hombre respiraba. Acuña fue derivado al hospital Paroissien y logró sobrevivir.

Lo que se cree es que Acuña atacó a su pareja en medio de una discusión y que después intentó suicidarse en el baño. En la escena había pisadas con sangre que sostienen esa teoría.

“Fuiste la mejor mamá, una guerrera que luchaba para que a sus hijas no les falte nada. No te merecías nada de esto. Nunca te voy a olvidar. Dejaste un vacío enorme en mi corazón que nadie va a llenar nunca”, la despidió Candela, una de sus hijas, en un sentido mensaje que publicó en su cuenta de Facebook.

El femicida no tenía antecedent­es por violencia de género, aunque familiares de la joven dijeron que le gritaba y la maltrataba en público. “Él siempre tenía esos arranques de gritarle, la amenazaba, tenía que salir corriendo para estar con él; si se sentía mal, ella tenía que atender el teléfono, porque, si no, aparecía en la casa de mi mamá”, relató Karina, otra hermana de la víctima.

Puro dolor. Dolores tenía tres hijas que tienen ahora 17, 12 y 10 años. Vivía con ellas en la ciudad de Lanús. “Ellas –por las hijas de la víctima– están tratando de salir de tanto dolor. Les cuesta mucho, les hace muchísima falta su mamá, y lo único que piden es que el asesino vaya preso”, cuenta la hermana de Dolores.

El femicida volvió a su barrio hace siete meses. El 22 de febrero pasado, el Tribunal en lo Criminal Nº 1 de La Matanza lo declaró inimputabl­e, canceló el inicio del juicio que estaba previsto para el 30 de marzo del mismo año, y solo lo obligó a continuar un tratamient­o psicológic­o-psiquiátri­co.

Dos meses después, la Sala I de la Cámara de Apelacione­s y Garantías en lo Penal revocó la decisión, y en agosto la Sala II de Casación, integrada por los jueces Fernando Luis María Mancini y María Florencia Budiño, declaró “inadmisibl­e” el recurso de queja que había presentado el defensor del acusado, y el caso quedó a un paso del juicio oral.

“En efecto, la resolución impugnada no termina la causa ni hace imposible su continuaci­ón. Por el contrario, es consecuenc­ia de esa decisión la obligación de continuar el proceso que se sigue al imputado, y ninguna de las argumentac­iones de la defensa, expuestas desde su óptica particular, permite efectuar otra considerac­ión a ese respecto”, explicaron los jueces Budiño y Mancini en el último fallo.

La inesperada salida de la cárcel del femicida, lógicament­e, volvió el tiempo atrás y acrecentó el sufrimient­o de las hijas de Dolores. “Tuvieron mucho miedo cuando supieron que el asesino de su mamá había quedado libre. No dormían y no querían salir a ningún lado. Su dolor se hizo mucho más grande”, dice Virginia.

Acuña vive en la misma casa en la que cometió el crimen, y muchos vecinos quieren que abandone el barrio. Según cuentan, casi nunca sale a la calle, pero en ocasiones especiales solía viajar a la provincia de Corrientes, donde tiene familiares.

Sin embargo, hace pocos días el cuñado de la víctima pasó por la puerta y lo vio charlando con la hija y su nieta. “Imaginate la impotencia”, describió Virgina, la hermana de Dolores.

El próximo jueves, desde las 11 de la mañana, habrá una nueva movilizaci­ón hacia la casa del femicida con carteles con la foto de la víctima y un fuerte pedido de justicia.

“Mi hermana era una per

sona maravillos­a. Excelente madre, hermana, compañera. Era una persona con muchas ganas de vivir que ayudaba siempre a los demás. Siempre estaba con una sonrisa en la cara. Tengo tantas cosas buenas por decir de ella. Ella trabajaba vendiendo comida y bebidas en la casa de mi mamá”, recuerda su hermana.

“Desde que le arrebataro­n la vida –agrega Virginia–, nada en nuestras vidas volvió a ser igual. Lo único que pedimos es que se haga justicia y que al asesino lo encierren. Para nosotros será un alivio porque entonces recién mi hermana podrá descansar en paz”. ■

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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ESCRACHE. En el último reclamo, los familiares de Dolores (arr.) colgaron carteles con su foto en la puerta de la casa del hombre que la asesinó, y que sigue viviendo en el mismo lugar.
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CEDOC PERFIL DOLORES. Tenía 35 años, tres hijas y trabajaba con su mamá.

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