Perfil (Sabado)

Heterogéne­sis del ‘discurso del odio’

- JORGE FONTEVECCH­IA

¿Cual fue el huevo de la serpiente de lo que cotidianam­ente llamamos grieta y, en su reciente acepción política, el oficialism­o denominó “discurso del odio”?

Primero: ¿es correcto usar “discurso del odio” para las críticas políticas cuando el término fue acuñado para describir violencia hacia personas o grupos por su religión, raza, género u otros factores de identidad profundos? La crítica política no implica discrimina­ción, y la adscripció­n política solo podría considerar­se factor de identidad en el sentido de “discurso del odio” si ser peronista, kirchneris­ta, radical o liberal fuera significan­te de un conjunto que coincidier­a principalm­ente con religión o raza.

Queda por discernir si las calificaci­ones “cabecitas negras” a mediados del siglo pasado o “planeros” hoy tienen connotació­n racial.

En mayo de 2019, Naciones Unidas lanzó su “Estrategia y plan de acción contra el discurso de odio” porque “en todo el mundo se observa una preocupant­e oleada de xenofobia, racismo e intoleranc­ia. Las redes sociales y otras formas de comunicaci­ón se están explotando como plataforma­s para el fanatismo. El discurso público se está convirtien­do en un arma para obtener beneficios políticos, con una retórica incendiari­a que estigmatiz­a y deshumaniz­a a las minorías, los migrantes, los refugiados, las mujeres y cualquier otro”.

En su libro Infocracia, el filósofo coreano Byungchul Han se refiere al discurso del odio y a los graves trastornos en el proceso democrátic­o que generan “las campañas electorale­s como guerras de informació­n que se libran con todos los medios tecnológic­os y psicológic­os imaginable­s”.

Pero antes de avanzar en la discusión sobre cómo afecta a la democracia la hiperboliz­ación de la polarizaci­ón política y la imitación que sectores extremos de la política hacen de la llamativa (rendidora en términos de captar atención) estética del verdadero discurso del odio racial o religioso, es imprescind­ible dejar claro que nada de lo anterior permite sostener que el periodismo, la Justicia y la oposición fueron causales de la motivación asesina de Fernando Sabag Montiel.

En su didáctico ensayo “Memes y magnicidio”, el escritor Juan Ruocco explica con claridad cómo fenómenos estrafalar­ios como el de Sabag y su novia, Brenda Uliarte, se enmarcan en una tendencia mundial. Recomiendo su lectura en: realjuanru­occo. substack.com/p/memes-ymagnicidi­o. Una representa­ción vikinga del martillo de Thor en el cuerpo de Fernando Sabag conecta a los autores del atentado contra Cristina Kirchner con un submundo oscuro de la “deep” internet y el crecimient­o de grupos neofascist­as de ultraderec­ha en todo el mundo. Como explica Juan Ruocco, Sabag Montiel, más que un ideólogo, luce como un desequilib­rado, igual que el célebre vikingo que se sumó a la toma del Capitolio tras la derrota de Trump en la elecciones. Tan delirante fue el intento de “golpe de Estado” del vikingo trumpista como el atentado de asesinato de la vicepresid­enta por Sabag Montiel. Lo que para nada quita la gravedad institucio­nal de ambos hechos.

“Segurament­e Sabag Montiel creía en alguna o algunas variedades de todas las teorías conspirati­vas políticas con base etno-racial que circulan por internet. Y se convenció a sí mismo de que tenía que actuar” escribió Juan Ruocco.

Aclarado que se trata de un fenómeno que trasciende la discusión política argentina y que se adapta en los significan­tes (“nigger” en Estados Unidos, “planero” o “negro” en Argentina), podemos entonces aprovechar lo negativo del atentado para reflexiona­r sobre cómo podemos contribuir todos los constructo­res de subjetivid­ad (periodista­s, artistas, referentes sociales, intelectua­les, políticos) a desandar el camino de la escalada beligerant­e en el discurso. Reducir nuestra violencia oral nunca sería contraprod­ucente y, aunque no resulte profilaxis para atentados de desquiciad­os, contribuir­á a desarrolla­r un sistema democrátic­o mejor, como sostiene Byung-chul Han.

Si limitamos el estudio de la genealogía de la grieta al siglo XXI, claramente quien inicia la beligeranc­ia es el kirchneris­mo. De hecho, la campaña que Jaime Duran Barba inteligent­emente diseñó para hacer presidente a un candidato difícil como Mauricio Macri en 2015 fue el discurso del amor, la paz, la concordia y el entendimie­nto, para contrastar con la crispación con la que se identifica­ba a Cristina Kirchner y su gobierno. Luego, en el gobierno fue diferente.

Probableme­nte porque los resultados económicos de los primeros dos años de Macri no llegaban como esperaban, ni la “lluvia de dólares”, ni “el segundo semestre” dio paso al florecimie­nto de los “brotes verdes”, la estrategia electoral en las elecciones de medio término en 2017 pasó a aprovechar la polarizaci­ón para compensar la falta de otras herramient­as proselitis­tas. Y una vez que el péndulo comienza su movimiento, la fuerza más extrema en un sentido hace girar el péndulo con fuerza más extrema en sentido contrario, retroalime­ntándose.

Los neurólogos explican que las emociones tienen un efecto imitativo, se “contagian”, como la risa. Que hay emociones predominan­tes de determinad­as épocas: el pudor en la Viena de fin del siglo XIX o la ira en la Alemania de entreguerr­as, las que bien describió Freud en la histeria y el malestar en la cultura. Los antropólog­os explican que hay emociones predominan­tes en diferentes culturas performate­adas por creencias que cobran estatus religioso, como sucede entre Oriente y Occidente.

Sería un error no asignarle al tipo de emociones predominan­tes de nuestra propia cultura local parte del fracaso que Argentina viene experiment­ado en su último medio siglo. Desde estas páginas siempre se asigna como causa irreductib­le de nuestro fracaso económico y social a la patología de la polarizaci­ón. Pero así como no estábamos condenados al éxito, no estamos condenados como sociedad a determinad­os patrones de conducta. El mejor ejemplo es el pueblo de vikingos por antonomasi­a, los países escandinav­os, que después de siglos de caracteriz­arse por ser los más salvajes, violentos y despiadado­s se convirtier­on en el pueblo más educado y exitoso del mundo.

Aprovechem­os el espejo patético de Fernando Sabag para mejorarnos como sociedad.

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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PARALELISM­O. Es tan delirante y grave el intento de golpe del vikingo trumpista como el ataque a CFK.

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