Una impostora que vuelve a reincidir y aterra con clasicismo
En 2009 el catalán Jaume Collet-serra dirigió La huérfana, basada –igual que la actual- en la historia de David Leslie Johnson-mcgoldrick (guionista de El conjuro y The
Walking Dead) y Alex Mace. La que comentamos es una precuela de la anterior. Acá se conoce el origen de su protagonista, Esther, aunque en verdad se llama Lena y no es una niña, sino una mujer que sufre de una extraña enfermedad hormonal, que le otorga la apariencia de una pequeña de no más de 10 años. Papel al que Isabelle Fuhrman, tanto en la anterior como en la actual, le aporta una muy convincente entrega, que es lo que sostiene y despierta el interés de ambos films. Lo concreto es que con mayores aciertos, la producción de 2009 resultaba más interesante que la actual.
El personaje de Esther está basado en un hecho real: la mujer rusa Barbora Skroul, que padecía de hipopituitarismo, una rara enfermedad que, según se dice, detiene el crecimiento.
La película actual comienza en 2007, cuando al instituto psiquiátrico de Saarne, Estonia, llega una nueva profesora de arte y sin quererlo ésta se convierte en la excusa para que Lena, la temeraria y asesina niña, se escape del lugar, no sin antes dejar un tendal de crímenes en los que les asesta varias cuchilladas a sus víctimas. Entre el slasher y la psicopatía de una asesina, se mueve esta criatura tan manipuladora como dotada para el arte, la música y la pintura.
La pequeña que luego de su huida de Estonia llega a Estados Unidos en busca de un nuevo hogar y una familia se entera que por su parecido es posible que pueda suplantar a la hija de un matrimonio, que desapareció varios años atrás. Debido a los consejos de un detective, amigo de la familia, que dice haber encontrado finalmente a Esther, los pala dres de la verdadera terminan aceptando a la impostora, por los rasgos similares a los de su hija. Pero el convencimiento dura poco, porque la madre de la desaparecida, tan astuta o más que la farsante Esther, le sigue el juego, hasta que ambas mujeres se sinceran. A partir de allí comienza un encarnizado enfrentamiento, también los enfermizos celos de una y otra, ya que Esther, tanto como la verdadera esposa, están muy enamoradas de Allen, el hombre de la casa y padre de la chica que se fue sin dejar rastro. Aunque el padre, que es pintor, no percibe que la actual es una impostora y logra comunicarse muy bien con la chica. Lo concreto es que los celos entre ambas mujeres, resultan el mayor atractivo y condimento de esta película de la que llama la atención esté tan apabullantemente descuidada en sus aspectos técnicos. No sólo el soporte digital exhibe tonalidades fuera de foco y un color grisáceo plano que poco ayuda a las imágenes, también el director –con experiencia en el género de terrorparece haber dedicado poco tiempo a lograr climas de mayor suspenso, o de intentar despertar verdaderos sustos en el espectador. Sus encuadres son un desastre y lo cierto es que tanto Isabelle Fuhrman como Julia Stiles (Estafadoras
de Wall Street) luchan denodadamente por hacer creíbles sus interpretaciones.