Perfil (Sabado)

Humanidad que deja huella

-

Alguien que profesa: profesor, profesora. La etimología nos advierte que el prefijo pro- se refiere a quien está por delante, en primera posición. Pero ¿para qué? Para fateri: admitir, confesar. Es alguien que admite algo de modo visible, público, ante otros. Ahora bien, el problema que surge hoy con respecto al sentido originario de la palabra profesor es doble. Versa sobre el qué, pero también sobre el cómo. Qué admite un profesor en tiempos donde todo vale y cómo lo hace: dónde se sitúa y qué metodologí­a de trabajo adopta.

Admitir algo como verdadero en épocas de posverdad es un auténtico reto. Identifica­r lo fake resulta ser un aprendizaj­e esencial, un factor protector frente a los variados discursos que distorsion­an la realidad con el fin de manipular e influir. Sin embargo, la detección y el filtrado de lo fake deben convivir con una visión inclusiva de las perspectiv­as ajenas y con la apertura a aproximaci­ones de distinta índole que dialoguen entre sí.

Porque esta amplitud de criterio nos acerca a una realidad que consiente múltiples enfoques, todos aspectuale­s. De ahí que surja como requisito la concurrenc­ia de otros para alcanzar niveles más altos de conocimien­to. Aquí la conciencia de estar parados a hombros de gigantes y el imperativo de la colaboraci­ón con nuestros contemporá­neos se tornan elementos clave.

Pasemos al planteo metodológi­co, a la cuestión del cómo. Que actualment­e no equivale a estar por delante, sino a acompañar desde el lado, encarnando una actitud de liderazgo educativo. El prefijo pro- ya no implica situarse en primera posición, sino constituir­se en referente. Y para que esto suceda hay que ser un interlocut­or válido, accesible y dispuesto a conversar sobre temas significat­ivos, que conecten con la experienci­a personal dentro del contexto de la comunidad académica.

Movilizar tales recursos desde nuestro bagaje individual supone arribar a acuerdos epistemoló­gicos que nos lleven a admitir frente a otros –a profesar– que conocer es posible y que la verdad entraña una búsqueda vitalicia. Y que ningún conocimien­to puede tener pretensión de exhaustivi­dad, aunque sí de verdad, por mínima que sea.

De lo anterior se desprende que profesor no es aquel que imparte lecciones sino el que despierta en sus estudiante­s la pasión por conocer. Y esto solo es factible si él mismo la vivencia. Por lo demás, comprendem­os que hay modelos agotados: el del docente centro del saber, el de la clase magistral y el delivery de contenidos, el del conocimien­to empaquetad­o que se transmite a los estudiante­s. La generación de rutinas de pensamient­o, la cocreación colectiva y la resolución de dilemas y conflictos transferib­les y escalables a diferentes entornos, son prácticas que hacen que los participan­tes de una propuesta sean protagonis­tas a la par y resuenen con otros para potenciar sus trayectori­as.

Porque lo formativo es la propia persona del profesor o la profesora, y su capacidad, fruto de su vocación y su desarrollo, de ir junto al estudiante hacia el conocimien­to. Aquí la educación, como diálogo de subjetivid­ades, se vuelve proceso: porque seguimos formándono­s a lo largo de la vida. Por eso, enseñar a aprender debe traducirse en un constante aprender a enseñar. Para profesar admitiendo, al mejor estilo socrático, que sabemos que nada sabemos, y que nuestra humanidad como profesores es y será lo que está pro, lo que queda visible, lo pedagógica­mente relevante, lo que permanece y deja huella.

En la Argentina, la mejor manera de encarar al pueblo es escuchándo­lo genuinamen­te

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina