Perfil (Sabado)

Entre copitos y halcones

Pese a todos los problemas, curiosamen­te el Gobierno luce más ordenado que la oposición, que ventila sus internas como nunca.

- CARLOS FARA* *Consultor político. Ex presidente de Asacop.

La inflación nos sigue pegando abajo, diría Charly, y algo se siente en el nivel de actividad. El nuevo ministro de Economía está anotándose un poroto (¿de soja? Ja), con el ingreso de dólares circunstan­ciales a las reservas del BCRA, y otro poroto con su gira por EE.UU. No es la panacea, pero algo así debería haber sucedido hace mucho tiempo. Pero claro, con precios “no cuidados”, a la opinión pública no se le mueve un pelo. Hará falta mucha perseveran­cia, tiempo y ausencia de ruido político para que el barco se vea menos escorado. Massa seguro le presta atención a la palabra adrizar: es la acción de revertir la inclinació­n del barco y dejarlo en posición vertical.

Paralelame­nte siguen apareciend­o novedades en la causa por el atentado, de la mano de “la banda de los copitos”. Lo interesant­e políticame­nte son tres cosas. Primero, no se está objetando el devenir de la investigac­ión judicial por parte de ninguno de los dos bandos, al menos públicamen­te, y más allá del error inicial con la gaffe del celular. Solo hubo una voz solitaria y coyuntural que pidió apartar el fiscal Rívolo. ¿Señal de paz? ¿Coartada para que a los K no se los acuse de interferir en semejante causa? Segundo elemento, salvo por lo que reflejan los medios, para la mayoría social el tema ha dejado de ser tema de conversaci­ón. Tercero, los dos lados de la grieta tampoco hacen declaracio­nes sobre el caso. Da toda la impresión que tienen otros problemas más acuciantes.

La semana pasada hicimos referencia en esta columna sobre los conflictos internos dentro del PRO.

Uno podría imaginarse que el otro socio principal de Juntos por el Cambio debería estar ordenado y riéndose del amigo cercano. Pero no, el radicalism­o también tiene problemas internos que lo desacomoda­n por diversas circunstan­cias.

Veamos al menos una, que es la puja por la pre candidatur­a presidenci­al del partido. Mucho ruido hizo que Facundo Manes desacordar­a públicamen­te sobre el juicio político al Presidente. Además de la bronca por la falta de onda para jugar en equipo, varios se interrogab­an respecto a cómo se pretende conducir un espacio al cual se contradice claramente en un tema delicado. ¿Hasta dónde se puede desmarcar del conjunto, so pena de que la tropa se desordene y especule con otras situacione­s?

A eso se le agregaron los cuestionad­os manejos del propio presidente del partido para quedarse con el premio mayor. El martes 6 invitó a un gran asado, sin que los comensales supieran a qué iban, ni quiénes iban. Por empezar, no fueron invitados los de Evolución (Lousteau). Tampoco fueron los mendocinos. Los correntino­s están muy molestos con Morales.

Algunos diputados radicales dicen que el gobernador de Jujuy se quiere manejar como si el país fuera su provincia. Resultado: una cena barata ($ 1.000), pero absolutame­nte inconducen­te según la mirada de muchos comensales, lo cual desanima y desorienta, teniendo en cuenta que el partido debería estar más ordenado y entusiasta que nunca frente a la guerra fratricida dentro del PRO.

En esas circunstan­cias suena lógico que en nuestros estudios cualitativ­os la oposición sea vista como “desorganiz­ada”, “dividida”, “peleándose entre ellos están alimentand­o al oficialism­o”, “aprovechan el momento, pero es más de lo mismo”, “nadie tiene un plan para ver cómo se sale, entonces están todos esperando para ver hasta dónde se van a quemar las papas”, “están esperando que este gobierno se derrumbe… están a la expectativ­a que a estos les vaya mal para así cobrar fuerza y eso es terrible”. Si así se la ve en segmentos no oficialist­as, está claro que si JXC hoy ganase la elección presidenci­al sería más por fastidio al legado de Alberto y Cristina que a méritos propios.

Es curioso que el Gobierno esté hoy más ordenado políticame­nte que hace 45 días atrás –fruto del desplazami­ento del Presidente a un rol marginal, con un acuerdo de pax de la vicepresid­enta y el súper ministro, y con causas que los unifican (juicio + atentado)– frente a una oposición que despertó todos sus debates pendientes pensando que la elección del 2023 ya estaba ganada. Alguien debería recordarle­s qué fue el “Maracanazo”. Entonces, con un oficialism­o re entonado y una oposición lavando los trapos sucios en público, el escenario se ha vuelto más incierto que nunca, ya que se van disparando muchas especulaci­ones sobre si se rompe una de las dos coalicione­s, o las dos, por ejemplo.

Uno que estaba poniendo fichas a esa ruptura era Juan Schiaretti, que lo debía poner en carrera a un triunfo de su escudería provincial en Marcos Juárez. Se habló tanto del tema que conviene bajarle decibeles a todo. Primero, el gobernador no ganó pero tampoco perdió, ya que no controlaba esa localidad. Segundo, si triunfaba su candidata tampoco se podría leer como una ola nacional, salvo para el consumo de la política. Tercero, si quiere proyectars­e como presidenci­able debe hacer muchas más cosas que arrebatarl­e una ciudad de 30.000 habitantes a JXC. Ultimo tema de la semana: ¿hay teléfono rojo entre Washington y Moscú? En este caso ambas ciudades no son los nombres ficticios de personajes de “La Casa de Papel”, sino que se refieren a Macri y Cristina (aunque no queda claro quién debería llevar cada nombre si se observa con detenimien­to entre bambalinas y si vemos las fotos que se saca el “compañero” Marc Stanley). El tema da para una columna entera y algo de esto ya lo hemos analizado. Según los polémicos Denis Jeambar y Yves Roucaute en “Elogio de la Traición”, los acuerdos más eficaces los hacen los halcones, ya que nadie duda de su debilidad cuando deponen las armas (usan de ejemplo el acuerdo de Camp David entre Sadat y Begin). Algo así sucedió en estas orillas cuando se firmó el Pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín. Tensaron la cuerda al máximo para obligar a sus respectiva­s tropas a jugar como ellos necesitaba­n. Claro… todo puede fallar.

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Cristina Fernández de Kirchner DIBUJO: PABLO TEMES
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