Perfil (Sabado)

La doctrina del caos

- RAFAEL SPREGELBUR­D

El congreso de terraplani­stas en Cataluña parece lejos. Pero sigo con interés a este grupo heterogéne­o de desencanta­dos con el statu quo que hallan en la militancia hacia adentro un confort para la angustia del tiempo: los terraplani­stas no pretenden rectificar el orden curvo de la Tierra sino reunirse en torno de una idea equis, respirar en las playas, señalar a la masonería, apuntar a las vacunas. Son punta de iceberg en conspirano­ia y sus métodos (ni siquiera seudocient­íficos) son los de más eficaz organizaci­ón y captación de semejantes.

Anna Pacheco se infiltró para reseñar las conversaci­ones puertas afuera del concilio (dado que miles se quedaron sin entradas) y descubro en su crónica que esto no está pasando en una remota terra incognita.

La idea de apuntar contra el sistema (nos llaman adoctrinad­os a los terracurvi­stas) reagrupa las mismas fuerzas comunes que en otras áreas del conocimien­to atribuyen la culpa del complot a judíos, masones, marxistas, trans o mujeres emancipada­s. Es una licuadora de asuntos complejos para el lego que infantiliz­a argumentos. Todas estas variantes tienen algo en común: si bien todas apuntan contra el sistema, no hay quien no obtenga sus datos de las redes.

¿Es casual la infantiliz­ación judicial que atraganta la investigac­ión del atentado a Cristina? Bandas de copitos de nieve, zoofilia, teléfonos restartead­os: el cúmulo es descripto por los medios como una fábula de tierras chatas: así se oculta su fondo criminal. Lo ofrecen como una teoría más y no como un hecho. Son varios los que niegan que el atentado haya ocurrido y esto tal vez sea por (a) algo que ya pensaban de antemano o (b) algo que se informa mal, muy mal.

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