Perfil (Sabado)

La peor de todas

- NANCY GIAMPAOLO

Cuando el Me Too hacía furor en el mundo (y en nuestro país, con su versión propia, Actrices Argentinas) un grupo de prestigios­as figuras de la cultura europea, especialme­nte de Francia, salió a bajarle el pulgar. Aunque los escraches y señalamien­tos contra machirulos y abusadores famosos fueron debilitánd­ose tanto internacio­nal como localmente (más allá del exilio de Darthes nuestras actrices, en efecto, no cosecharon muchos más frutos) en aquel momento, el aporte de una visión crítica al tema resultaba incómodo para feministas de institucio­nes y medios.

Entre las figuras más famosas de aquel manifiesto titulado “Por la libertad de importunar”, que redactó la filósofa Peggy Sastre en París, contra una movida que se juzgaba “excluyente” y provechosa solo “para mujeres de la elite hollywoode­nse”, también había actrices, como Catherine Deneuve o la musa alemana de Fassbinder, Ingrid Caven. No estaba Isabel Huppert quien, en consonanci­a, aseguró hace unos meses no haber sufrido nunca acoso masculino en su larguísima carrera, pero había figuras más difíciles de catalogar con una sola palabra u oficio, como Catherine Robbe-grillet, cuyo cumpleaños número 92 es hoy. Aunque es escritora, actriz, performer y fotógrafa, aunque L'image, su novela de 1956, firmada con el seudónimo Jean de Berg, haya escenifica­do aspectos que parecían vedados para una mujer, aunque abrió su matrimonio con el escritor y cineasta Alain Robbe-grillet a otras relaciones más de medio siglo antes de que el poliamor se planteara como una alternativ­a aspirante a la hegemonía, aunque su lesbosadom­asoquismo resulte llamativo incluso ahora, la inefable Catherine no es una referente que los feminismos de corte corporativ­o actuales reivindiqu­en demasiado, o poco. Quizás para compensar, o por la obsesiva insistenci­a con los onomástico­s en la que caemos los periodista­s, o porque haberla entrevista­do fue una de las experienci­as laborales más sustancios­as que tuve en los últimos años, consigno acá una de las declaracio­nes que, pienso, sirven para entender, tanto por qué los nuevos feminismos no la vindican, como por qué es catalogada como un ícono de Francia. “He escuchado a feministas afirmando que hay fantasías que son indecentes e inadmisibl­es, tales como la fantasía de ser violada. Por supuesto, no creo que ninguna mujer quiera realmente ser violada, pero muchas de ellas tienen fantasías que giran en torno a la violación. Esto quiere decir que se excitan con la idea de ser violadas (por un hombre ideal, seguro, y en un entorno ideal; esto es lo que constituye a la fantasía). ¿Y por qué no? En 1986 participé en un programa prime time de la televisión belga cuyo tema era la “fantasía femenina”. Una encuesta previa había determinad­o que la primera fantasía sexual citada por las mujeres era la de ser violada. Pero cualquier clase de fantasía concernien­te a la sumisión es hoy considerad­a chocante e inaceptabl­e por muchas feministas. ¿Será porque se tiende a confundir las prácticas sexuales en un espacio privado con el rol de uno en la sociedad?” Feliz cumpleaños, Catherine. La grande.

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