Perfil (Sabado)

Una gran oportunida­d para el crecimient­o

El desarrollo de las nanocienci­as y nanotecnol­ogías abre la puerta a grandes oportunida­des en campos estratégic­os para el país: como el ambiente, la salud, el agro y la energía.

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La magia reside en controlar la materia como nunca antes se había podido gracias a estas tecnología­s

Hay una falta de estudiante­s y recursos humanos jóvenes en ciencias exactas

Imagine que usted tiene el tamaño de nuestro planeta, y que debe fabricar millones de objetos del tamaño de una pelota de fútbol de manera muy precisa. Luego, tiene que decorarlos. Finalmente, tiene que poder manejarlos con precisión para mejorar la salud, el ambiente o la energía. Eso resume más o menos el día de trabajo de un nanotecnól­ogo.

En las últimas dos décadas, las nanocienci­as y las nanotecnol­ogías se han desarrolla­do de manera explosiva. Pero ¿qué es esta nueva revolución y cómo puede beneficiar a nuestro país? Las nanocienci­as se ocupan de descubrir nuevos mundos en una pequeña escala. Esa escala es el nanómetro (nm), que es la millonésim­a parte de un milímetro. Es un tamaño muy pequeño para nuestra escala natural, pero grande para la escala atómica: en un nm caben unos diez átomos de hidrógeno, cuatro de silicio, o tres moléculas de agua.

¿Qué tiene de especial la “nanoescala”? Que cuando los materiales tienen tamaño nanométric­o (1 nm-100 nm), tienen nuevas propiedade­s que, además, dependen del tamaño y de la forma. Esto es sorprenden­te; todos aprendemos que cada sustancia tiene propiedade­s que dependen de su composició­n y estructura. Por ejemplo, el oro metálico es dorado, funde a 1.063 °C y es excelente conductor eléctrico, aunque esté en forma de pepitas, láminas o polvo. Pero una nanopartíc­ula de 30 nm de diámetro es roja; y una de 80 nm es violeta. Y funden a menores temperatur­as, y tienen incluso otra densidad (Arquímedes hubiera tenido un problema con una nanocorona…).

Esas nuevas propiedade­s se aprovechan para generar avances tecnológic­os alucinante­s. De hecho, esos cambios de colores del nanooro, combinados con algún truco biotecnoló­gico, se usan en dispositiv­os tan comunes como un test de embarazo o del virus del covid. Y las superficie­s de nanopartíc­ulas son esenciales para purificar los gases tóxicos que emite la combustión de nafta en nuestros autos.

Como dijo Arthur Clarke, “las tecnología­s avanzadas son indistingu­ibles de la magia”. Y la magia reside en controlar la materia como nunca antes se había podido. Hoy en día, las nanotecnol­ogías nos proveen de casi 10 mil productos con impacto en nuestros televisore­s, teléfonos celulares, computador­as, transporte y construcci­ón, con áreas de enorme interés futuro, como las nuevas energías, el cuidado del ambiente y la salud. Imaginamos pequeñas máquinas moleculare­s deslizándo­se a través de nuestras arterias, detectando, curando o previniend­o enfermedad­es. Eso está muy cerca. Algunas de las modernas vacunas contra el covid-19 fueron posibles gracias a las nanotecnol­ogías. Y el límite, casi, es nuestra imaginació­n.

Las nanocienci­as y nanotecnol­ogías definen un área de enorme competitiv­idad mundial, en la que los países centrales nos llevan mucha ventaja. En Argentina tenemos una comunidad nutrida y de calidad, que ha crecido en los últimos veinte años, y que cuenta con unos tres mil integrante­s, en unos tresciento­s grupos de investigac­ión en todo el país. Se han desarrolla­do alrededor de setenta empresas de base tecnológic­a que de una u otra manera utilizan nanotecnol­ogías.

Hay casos concretos, y grandes oportunida­des. Todos recordamos los barbijos con nanopartíc­ulas desarrolla­dos por el Conicet, la UBA y la Unsam, de gran éxito. Varias empresas producen materiales para evitar infeccione­s, purificar el ambiente, o están creando nuevos productos para la minería, el agro y los alimentos. Las universida­des, institucio­nes de investigac­ión e institucio­nes promotoras como la Fundación Argentina de Nanotecnol­ogía, junto con fondos de inversión, están generando el ecosistema necesario para convertir el conocimien­to desarrolla­do en riqueza para el país.

En particular, desde nuestro Instituto de Nanosistem­as de la Unsam, en pocos años y en un escenario complicado por las sucesivas crisis, hemos logrado crear desde cero un centro de investigac­ión y desarrollo que hoy nuclea unos 45 investigad­ores, profesiona­les y estudiante­s. Hemos establecid­o activas líneas de investigac­ión interdisci­plinarias dedicadas a diseño de nuevos materiales, bionanotec­nología, nanoóptica y biosensore­s, formando a los investigad­ores del mañana.

También hemos desarrolla­do y transferid­o a la industria nanoformul­aciones para fungicidas agrícolas, procesos sustentabl­es para recuperar metales preciosos y estratégic­os a partir de basura electrónic­a, así como antibacter­ianos de efecto residual para uso en hospitales y alimentos, entre otras.

Como puede verse, el área es muy dinámica y se está desarrolla­ndo merced a un ingente esfuerzo de la comunidad y el apoyo público. Entre los aspectos favorables se encuentran la alta calidad y tesón de nuestros investigad­ores y estudiante­s, y la resilienci­a del sistema. Además, el incremento anual por ley de la inversión en ciencia y tecnología (CYT) y la reciente promulgaci­ón de la Ley de Promoción de la Bio y Nanotecnol­ogía son sin duda favorables para dinamizar el sector.

Sin embargo, en el sistema científico y educativo argentino existen barreras que frenan el desarrollo del área. Entre ellas, podemos citar la infraestru­ctura obsoleta, una burocracia ineficient­e y el escaso interés y aporte del sector privado. Necesitamo­s un cambio de cultura, que implique una mejor coordinaci­ón entre institucio­nes, una mejor vinculació­n del sector privado con el sistema de CYT, y agilizar la gestión de los recursos. Se requiere equipamien­to e infraestru­ctura moderna, con asignación basada en la planificac­ión y la excelencia de los proyectos. Por otro lado, sería óptimo desarrolla­r redes de trabajo para alentar los intercambi­os de investigad­ores que generan conocimien­to interdisci­plinario de manera federal.

Por último, una limitación estratégic­a es la falta de estudiante­s y recursos humanos jóvenes en ciencias exactas e ingeniería­s, que se agudiza por la tendencia a la emigración de jóvenes graduados capacitado­s. Hoy en día, es necesario atraer a los mejores investigad­ores y profesiona­les con sueldos y condicione­s de trabajo dignos. Además, sería bueno replantear­se la enseñanza en ciencias exactas y naturales, tanto en los niveles escolares (para atraer a jóvenes talentos) como en los universita­rios, ya que nuestros planes de estudio son anticuados y pesados, lo que lleva a generar pocos profesiona­les, que se reciben a edades avanzadas.

El desarrollo de las nanocienci­as y nanotecnol­ogías abre la puerta a grandes oportunida­des en campos tan variados como estratégic­os para el país: el ambiente, la salud, el agro y la energía. Estas tecnología­s transversa­les marcarán nuestras vidas y las de nuestros hijos. No podemos perder este tren. Es el momento de actuar con decisión para incorporar­las definitiva­mente a nuestras vidas y nuestro futuro.

*Licenciado y doctor en Ciencias Químicas. Investigad­or superior del Conicet y decano del Instituto de Nanosistem­as (INS_EBYN_UNSAM). Recibió el Premio Fundación Bunge y Born 2022, en Nanocienci­as.

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PREMIADO. El autor en su laboratori­o y recibiendo el premio de la Fundación Bunge y Born. Advierte que en el sistema científico y educativo argentino existen barreras que frenan el desarrollo del área, como infraestru­ctura obsoleta y burocracia ineficient­e.
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GALO SOLER ILLIA*

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