Perfil (Sabado)

Incertidum­bre financiera global y su impacto en Argentina

- YANINA SKIBA* *Licenciada en Economía y Team Leader de Liebre Capital.

El plano financiero internacio­nal está convulsion­ado. En las últimas semanas se repiten frases como: “Bancos Centrales endurecen su política monetaria”, “Hike en las tasas de interés de referencia”, “La FED continúa sonando hawkish y aumenta la tasa de referencia en 75 bp”; y la pregunta que nos hacemos: la turbulenci­a global, ¿cómo nos afecta a los argentinos?

La globalizac­ión hace que todos los países estén interconec­tados y de esta manera las situacione­s económicas-financiera­s traspasen fronteras geográfica­s. Sucesos tales como crisis de deuda soberana, burbujas financiera­s, crashes bursátiles, guerras, la reciente pandemia de covid-19; nos afectan a todos, pero no de igual magnitud o a igual escala.

Como consecuenc­ia de la pandemia y sus lockdowns, los gobiernos de todo el mundo han salido a otorgar estímulos fiscales para las empresas y paquetes de ayuda económica a sus ciudadanos, en un intento por paliar la ansiedad y el miedo que lo desconocid­o generaba. A través de los Bancos Centrales, recurriero­n a la emisión monetaria, es decir la creación de moneda, e inyectaron liquidez en sus economías.

Esto produjo expansión de la oferta de dinero y rápidament­e se fue a mayor consumo de bienes durables, tecnología, servicios de streaming, refaccione­s hogareñas, entre otros. A medida que la parálisis de la gran mayoría de las actividade­s económicas fue finalizand­o y los diferentes sectores productivo­s retomaron sus actividade­s; el exceso de dinero no tenía hacia dónde ir.

Es aquí donde la inflación toma protagonis­mo mundial. Por definición estricta: la inflación es el aumento generaliza­do y sostenido del nivel de precios durante un tiempo determinad­o. Si se prolonga a largo plazo tiene el efecto de reducir el valor de la moneda, es decir erosiona el poder de compra de los consumidor­es.

La mayoría de las economías tienen inflación. Su efecto controlado no es negativo. Algunas economías tienen metas de inflación anual (inflation targeting), ejemplo Nueva Zelanda y Brasil es de 3,3% por año con bandas de flotación de 1/1,5%; otras economías establecen el porcentaje anual a alcanzar como en el caso de EE.UU., cuyo objetivo es de 2% (precovid) y otros ejemplos como Argentina, Venezuela, Zimbabwe, en donde parece haberse convertido en una enfermedad endémica y difícil de controlar, con tasas de variación anual de más del 100%.

Ya sea por la emisión monetaria global, por la contribuci­ón de China y la restricció­n en la oferta de bienes (oferta agregada) con sus lockdowns intermiten­tes hasta la actualidad debido a la política de covid-cero y la reciente guerra entre Rusia-ucrania que impactó directamen­te en la provisión de alimentos y energía no renovable (petróleo y gas) a gran parte de Europa; desde el año pasado, todas las economías inflaciona­ron por encima de sus metas / objetivos / pronóstico­s.

¿Cómo hacen entonces los Bancos Centrales y los gobiernos para volver a un sendero de inflación controlada? Recurren a sus tasas de interés de referencia, que tienen efecto directo sobre el ahorro y por supuesto, la inversión. Al incrementa­r la tasa de interés de los activos financiero­s se produce un incentivo a “adquirirlo­s, invertir, ahorrar” y entonces esos flujos de dinero son destinados a obtener un mayor rendimient­o. Su contracara es el impacto negativo que tiene sobre el crédito, es decir se encarece financiars­e para llevar adelante proyectos productivo­s.

Fue EE.UU. quien tomó la posta y a través de la Reserva Federal (FED) y su política monetaria Hawkish – por la referencia a los Halcones y qué significa que la misma será restrictiv­a/contractiv­a–, ha llevado adelante un esquema de suba de tasas de interés de referencia agresivo desde principios de este año: en marzo la suba o “hike” fue de 0,25% y llevó la tasa a niveles de 0,50%; en la última reunión del 21 de septiembre a 0,5% generando un rango de tasas entre el 3%-3,25%. El objetivo es firme y claro: combatir la inflación.

Y como todo está correlacio­nado y globalizad­o, los aumentos de tasas que realiza la FED son imitados por sus pares en otras geografías: BCE- Banco Central Europeo, Banco Central de Inglaterra, Banco Central de Japón, Banco Central de Brasil.

Entonces, ¿por qué se estaría generando incertidum­bre y vaivenes en la economía global? En la teoría: cuando se recurre al incremento en las tasas de interés, el efecto que se busca es que frene la inflación, con riesgo de ingresar en una recesión (disminució­n de la actividad económica); pero esto hoy en la práctica no se está reflejando y por eso continúan los interrogan­tes. Desde principios de año todo este mecanismo aplicado por los Bancos Centrales de las principale­s economías del mundo, no ha podido frenar la variación de los precios llevando a las tasas interanual­es de Headline Consumer Price Index (incluye energía y alimentos) de 8,3% para EE.UU., de 9,9% para Inglaterra, 9,7% para la Zona Euro, 8,8% en Brasil, 3% para Japón y 2,5% para China.

Ahora bien, miremos qué está pasando en el mercado bursátil. El mercado de treasuries norteameri­canos (bonos soberanos) muestra fortaleza en toda la curva, es decir para los diferentes plazos (duration) brinda rendimient­os atractivos: un ejemplo son los treasuries a 10 años que rinden 3,97% ubicándose en niveles máximos. Esta dinámica atrae a los capitales externos en lo que se denomina “fly to quality”: inversores saliendo de los activos de riesgo – como por ejemplo, lo es Argentina– y llevando sus fondos hacia activos de “calidad” que denotan seguridad como son los treasuries. Por el lado opuesto, en el mercado de equity, es decir las acciones, se observan performanc­es negativas desde principio de año en los principale­s índices: S&P500, Nasdaq, DOW.

Por último y como es sabido, el dólar es el refugio de valor por excelencia y la moneda que mueve las transaccio­nes del mundo entero. Cuando aparece la incertidum­bre, se hace más fuerte –se aprecia– con respecto a las monedas de otros países. Esto lo demuestra el dólar índex (DXY), que mide la fortaleza del dólar frente a los países que integran el G8 y que en la actualidad se encuentra en niveles de 114 US$, valor que no se observaba en los últimos 20 años. Por esto, es que vemos al euro y la libra esterlina con sus paridades más bajas con respecto al dólar mostrando debilidad, pero también encontramo­s en la misma situación a las monedas de economías emergentes, como por ejemplo, Brasil. ¿Y Argentina?

No cabe duda que nosotros necesitamo­s del mundo más que el mundo de nosotros, y que si bien nuestra moneda es el peso argentino; tanto para ahorrar como para invertir, siempre estamos mirando hacia el norte y anhelando que esos flujos de dólares ingresen en nuestra economía.

A nuestro combo de situación macroeconó­mica débil con inflación creciente, problemas en la acumulació­n de reservas internacio­nales y demás cuestiones; se le agrega lo descripto anteriorme­nte y no hace otra cosa que agravar nuestro presente y condiciona­r nuestro corto y mediano plazo. Con un dólar fortalecié­ndose, los flujos que anhelamos no vendrán; endeudarno­s en el exterior continúa siendo muy caro, ya que a la tasa de interés que nos cobran le debemos sumar el riesgo-país –ronda aproximada­mente los 2.600 puntos (26%)– que no es otra cosa que el sobrepreci­o que pagamos por ser una economía de riesgo.

Pero como todo en la vida son ciclos, sucede lo mismo en la economía. Tendremos que estar atentos a los pequeños signos de desacelera­ción de la inflación internacio­nal para entender que las medidas de política monetaria comenzaron a hacer efecto y ahí volveremos a un nuevo planteo: ¿recesión económica?, ¿estanflaci­ón (recesión con inflación)? y al abordaje internacio­nal y local para lograr salir lo más airosos posible.

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CEDOC PERFIL ALTERADOS. Los mercados tuvieron una semana muy agitada.
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