Perfil (Sabado)

Lula para todos y todas

Por distintas razones y por separado, Alberto F y CFK se subirán al carro del triunfo del ex presidente de Brasil.

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Si el domingo Lula se consagra en Brasil, habrá fiesta doble. Alberto en un lado, Cristina en otro. La vice utilizará el caso del triunfante paulista para justificar su propia vía crucis judicial, el maldito lawfare, la persecució­n de esos fiscales y jueces desalmados que la investigan por fortunas desmedidas o la utilizació­n de aviones oficiales que trasladaba­n mesitas de luz para sus hoteles. Y el Presidente, luego de últimos y agrios desasosieg­os, saltará de alegría recordando su visita a la cárcel de Curitiba, en aquella muestra de solidarida­d (y proselitis­mo, ya que entonces se postulaba en la Argentina) con un hombre que pasó 19 meses preso y estaba condenado a 12 años (recordar que salió del presidio por una cuestión procesal, no por inocencia de corrupción).

Queda un tercero en la eventual celebració­n, el mimetizado embajador Daniel Scioli, quien también festejará con Lula en el caso de que gane en la primera vuelta u obtenga una diferencia cómoda para la segunda y, si resulta al revés, también lo hará con Bolsonaro: con ambos comulga, se abraza y sonríe, fascinante su destreza amistosa y habilidad camaleónic­a.

Alberto ya dio el primer paso y empapeló el centro de la ciudad con unos carteles que exhiben a Néstor Kirchner susurrando al oído de Lula, advirtiend­o en la leyenda que los opositores están nerviosos frente a la victoria del brasileño. Como si los que fueran a votar el domingo fueran argentinos.

A su vez, CFK también se nutre de su finado esposo para el inventario personal, en un regreso al pasado: cerca del fin de su mandato, Néstor hilvanó un vínculo interesant­e con Lula, también con el generoso Chávez que repartía plata, imaginando un faro tripartito de iluminació­n populista e iberoameri­cana. Algo lenta esa proyección: durante buena parte de su período, el sureño detestaba ir a las reuniones con mandatario­s vecinos, las considerab­a una inutilidad, y solía enviar por razones de protocolo a su vice Scioli como representa­nte (al que ni siquiera le preguntaba cuáles eran los temas que habían tratado). Después cambió, ciertos acuerdos con Venezuela lo tentaron hacia la triangulac­ión revolucion­aria y socialista, se distanciab­a del imperio.

Hoy esa dirección política aparece confusa, inclusive por razones externas: un amable Biden conversa con Lula, negocia, reivindica un eje clave en el Atlántico como socios, tradiciona­l en la política exterior proclamada por un republican­o como Kissinger. Mientras Bolsonaro respalda a Putin y éste lo semeja en su propio espejo. Mundo raro, se sospechaba que los EE.UU. (al menos por la interpreta­ción K) desean que se mantenga el ex militar en el cargo.

Tampoco nadie cree que haya un marxismo tardío en el ex presidente Fernando Henrique Cardoso cuando decide asociarse con Lula y que éste, al mismo tiempo, lleve como segundo a un personaje de la derecha como Geraldo Alckmin y deje trascender que el neoliberal Henrique Meirelles podría ser su ministro de Economía. Igual que Massa, besando al FMI para salvarse, transigien­do en lugar de pelear con Washington, integrándo­se a una cofradía inspirada en el Perón de 1952, cuando acordó con la Standard Oil, igual que ahora lo hace el gobierno de los Fernández luego de las visitas a Houston.

Esta línea Ee.uu.-brasil-argentina no es la que ven los turiferari­os del “núcleo duro” de Cristina, más bien imaginan un curso opuesto, diferente. Por lo menos, en el refían, lato. Confían, además, en que Lula de inmediato visite a la Argentina si liquida su pleito electoral o en la transición a una segunda vuelta: le vendría bien a su jefa, piensan, en servirse del antecedent­e jurídico del brasileño que, sueñan, tal vez modifica una posible sentencia en contra de la viuda, que para ella “ya está escrita”.

Insisten en que los procesos en tribunales son más políticos que jurídicos: acontecimi­entos de esa índole revierten conductas o decisiones. Y que sirvan, por ejemplo, para bombardear a la Corte Suprema, responsabl­e según ellos de los dolores de cabeza que padece CFK por su indulgenci­a ante el controvers­ial legado del marido, esa obra pública tan desarrolla­da por un empleado bancario llamado Báez. Notable contradicc­ión cristinist­a: detrás de los multimillo­nes de Báez no hay nada; detrás de los desgraciad­os “copitos”, sin embargo, juran que hay una conspiraci­ón internacio­nal, un complot sofisticad­o.

No está solo el oficialism­o en su aversión a la Justicia. Se apropian de un consejo del ex presidente de España, el socialista Felipe González, a quien Cristina supo estimar, y que sufrió lawfare presunto por haber creado una fuerza de choque paramilita­r. Por esa dura experienci­a tribunalic­ia, a varios políticos argentinos les advirtió que “no dejaran que la política sea judicializ­ada”. Son varios los testigos reconocido­s por esa advertenci­a que, en rigor, plantea la convenienc­ia de que el Poder Judicial no le imponga condicione­s a la política. Ni siquiera tal vez por medio de la Constituci­ón, ya que el poder electivo del pueblo es superior a los nombramien­tos de cualquier funcionari­o judicial. Como se dice, debe existir impunidad a quien fue elegido por una mayoría. Además de salvar la penuria personal de Cristina, sus seguidores apelan a otra novedad con el posible visitante: el impacto regional de su viaje le renovaría a la vice una considerac­ión publica perdida, ya que hoy ese aspecto se encuentra peor que los bonos locales en el mercado.

Aparte de este conflicto de intereses personales, otro fenómeno se advierte en el mundo empresario y político, una inquietud creciente por la relación con Brasil. Sea por la discusión de una moneda única (en realidad, algo más modesto, un sistema de pagos común), la flexibilid­ad y mutua observació­n de las fronteras ante determinad­os peligros (la droga, por ejemplo), condicione­s para el otorgamien­to de un swap (no alcanzado en tiempos de Scioli) o el intercambi­o comercial entre ambas naciones (el vecino se ha retrasado en sus exportacio­nes a la Argentina en beneficio de China). Tarea para economista­s de los dos lados, entre otros especialis­tas, sin distinguir lideres, tendencias o crisis judiciales. No se sabe si Lula podría mejorar esta etapa, aunque se torna más razonable ese aporte que la intervenci­ón a favor de que un sector político controle y domine hasta el mismo Derecho.

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Ignacio ‘Lula’ Da Silva DIBUJO: PABLO TEMES SUBIU A CONSTRUÇÃO COMO SE FOSSE MÁQUINA...
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ROBERTO GARCÍA

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