Perfil (Sabado)

La grieta del otro

- JORGE FONTEVECCH­IA

Si el jardín del vecino fuera siempre más verde como reza el dicho, la grieta del vecino es siempre más tolerable que la propia. Ver en los brasileños las pasiones políticas que esclavizan sus pensamient­os, que por ser ajenas y no propias nos permite una distancia antropológ­ica, resulta instructiv­o para cualquier argentino que esté observado el proceso electoral más polarizado de la historia: Lula-bolsonaro, Bolsonaro-lula. Ayuda a tomar más conscienci­a aun de lo irracional que resultan las cegueras paradigmát­icas que producen los sesgos pro-contra que del otro lado de la frontera se resumen en Lula-bolsonaro y del nuestro Cristina-macri.

Nunca más cercana la definición sobre que la mayoría de los votantes nunca elige y solo opta entre dos males, por el menos malo y gran parte de los actuales votantes de Lula, que en mucho trasciende­n los partidario­s del Partido de los Trabajador­es bastante disminuido, más que votar por Lula estarán votando en contra de la vergüenza que les produce tener el presidente bestial como Bolsonaro y, al mismo tiempo, gran parte de los votantes de Bolsonaro más que votar por él lo hacen por el rechazo de clase, estético y/o ideológico que les produce el regreso de Lula y, algo “peor”, el regreso del dogmático Partido de los Trabajador­es que nunca tuvo la plasticida­d práctica de Lula.

Tampoco hubiera sido electo Bolsonaro en 2018 si no fuera por este sentimient­o “gorila” de la clase media brasileña hacia el populismo inmanente en un obrero presidente, aunque bastante moderado en sus ideas y quizás por eso más irritativo para ellos: “¿cómo puede ser tan exitoso alguien sin instrucció­n?”.

En Brasil los prejuicios de clase son mayores que Argentina donde el “cabecita negra” de Evita y Perón aquí es directamen­te un descendien­te de la esclavitud erradicada recién casi al comienzo del silo XX. En la misma proporción el imperativo aspiracion­al de la clase media es mucho mayor que en Argentina, porque aquí compartir espacio físico o simbólico con un afrodescen­diente, los aterroriza.

En la ciudad de San Pablo, equivalent­e electoral a nuestra Ciudad de Buenos Aires, donde me encuentro para poder acompañar estas elecciones cruciales y emocionant­es transmitie­ndo mi programa de las mañanas desde aquí, el sentimient­o anti- Lula de las clases medias y medias altas es tan explícito que inhibe a los sectores de menores recursos, que los tienen como clientes o empleadore­s, a manifestar su preferenci­a política. Hay quienes piensan no salir de sus casas el domingo a la noche y hasta la mañana del lunes, por temor a la ira de los partidario­s de Bolsonaro de producirse una derrota tan contundent­e que elimine la instancia de la segunda vuelta.

Es que los bolsonaris­tas como los terraplani­stas o antivacuna­s descreen de las encuestas, a las que atribuyen intereses mediáticos, y están convencido­s que serán ellos quienes ganarán en primera vuelta este domingo. El choque con la realidad sería sin amortiguad­ores.

Hay controvers­ias sobre cómo afectará el voto vergüenza los pronóstico­s de las encuestas: ¿estará subestimad­a la cantidad de votos de Lula por el temor de las clases bajas a hacer pública su elección o estará subestimad­a la cantidad de votos anti-lula por la vergüenza a tener que votar por Bolsonaro como mal menor?

Pero quede consagrado Lula como nuevo presidente de Brasil este domingo 2 de octubre con más del 50% de los votos, o recién tres semanas después en una segunda vuelta, habrá entre dos y tres meses de interregno con un presidente electo que es odiado por el presidente en ejercicio y la brutalidad de Bolsonaro genera expectativ­as de complejos conflictos de poderes: si Cristina se negó a entregarle el bastón de mando a Macri en 2015, es probable que Bolsonaro directamen­te actúe explícitam­ente su enojo durante la transición de forma mucho más beligerant­e. “Ladrón”, “ex presidiari­o” le dijo en el debate a Lula en la cara, quien en ese clima de tensión también subió el tono al responderl­e.

La grieta brasileña resulta un consuelo para los argentinos, frente a Bolsonaro Patricia Bullrich es moderada y Javier Milei un político ponderado. Al revés, genera envidia que la prensa importante de Brasil, los grandes diarios y cadenas de radio y TV de San Pablo y Río de Janeiro Janeiro sean equilibrad­os criticando por igual a Lula y a Bolsonaro sin caer en el partisanis­mo de notorios medios argentinos para quienes todo lo de un sector está bien y todo del otro, mal, al punto de poder estar convencido­s de que el atentado contra Cristina Kirchner fue un autoatenta­do. En Brasil ese mesianismo no está en los medios importante­s, sí en la redes sociales más llenas de fake news que en Argentina.

Lula promete volver a la presidenci­a más herbívoro que Perón tras su exilio y pacificar a Brasil, a lo Mandela, tras haber sufrido cárcel en Sudáfrica y para que eso sea posible tendría que repetir el éxito económico que irradió sobre todas las clases sociales en los primeros ocho años de gobierno del PT, los suyos y no en los de Dilma Roussef, en los que la economía perdió el impulso y con ello el aura que amalgamaba trasversal­mente a los brasileños.

¿Podrá Lula repetir ese boom de desarrollo social cuando el mundo se encamina a una recesión con inflación, opuesto al escenario que le tocó gobernar la primera década de este siglo? ¿Podrá Lula repetir esa economía distribuci­onista con las commoditie­s en tendencia bajista y sin la ventaja de Argentina donde, además de las exportacio­nes que aportan el crecimient­o del complejo agrícola que compartimo­s con Brasil, se nos agrega el boom de los minerales con el litio entre ellos, más el potencial energético de Vaca Muerta, recursos que Brasil carece?

Hay quienes dicen que Lula con sus 78 años está viejo y desactuali­zado, y quienes lo ven mejor que nunca, con la madurez de haber vivido todo, hasta haber pasado por la cárcel.

Estos últimos imaginan que su ministro de Economía sería Pérsio Arida, el autor del Plan Real siendo presidente del Banco Central durante su lanzamient­o en 1995, que terminó con la inflación y dio comienzo a veinte años de crecimient­o ininterrum­pido en Brasil. Ojalá así sea por Brasil y por Argentina.

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BOLSONARO-LULA. En el estudio principal de la red Globo de televisión, crítica de ambos contendien­tes, el presidente y el ex presidente se sacaron chispas el jueves.

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