Perfil (Sabado)

“NO ME PARECE BIEN LA IDEA DEL RETIRO”

La actriz protagoniz­a la nueva serie de Flow producida por Kuarzo, donde trabaja junto a Betiana Blum, Claudia Lapacó y María Leal. Analiza la llamada “tercera edad” y advierte el peligro que acecha al cine nacional.

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EANALÍA MELGAR lenco prestigios­o, incisiva temática, producción elaborada y cuidada estética se reúnen en El buen retiro, la serie de televisión que estrenó Flow el 15 de septiembre. Mirta Busnelli protagoniz­a esta creación de Martín Kweller. Con su inconfundi­ble voz en off, ella es la narradora del relato retrospect­ivo que reconstruy­e los últimos años de esta picante e inquietant­e anciana. Su último deseo es terminar su vida en compañía de sus amigas, encarnadas por Betiana Blum, Claudia Lapacó y María Leal, cuyas personalid­ades son muy contrastan­tes. Con elementos de misterio y visos de género policial, la historia sucede en la mansión que habita Norma (Busnelli), que ella no quiere abandonar.

—¿Qué expectativ­as tenés con esta serie?

—Las mejores. Me gustó hacerla, me gustó el equipo, me gustó la historia, y con el director Pedro Levati yo ya había trabajado en una saga de tres series web muy lindas y muy premiadas:

Noche de paz, Noche de amor Noche de estrellas,

y que se estrenaron por Cont.ar y que han ido a festivales del mundo. Las series antes no estaban en festivales de cine, pero ahora sí; existe el mundo paralelo de las series, por todos lados.

—¿Cómo caracteriz­arías a tu personaje?

—Es una mujer, por un lado, clásica: ha tenido su matrimonio de toda la vida. Finalmente, su marido se muere; en ella, que se ha sacrificad­o muchísimo por él, surge una posibilida­d del orden del amor, lo cual es un sismo para ella, para quien el amor estaba clausurado. El personaje de Gustavo Garzón aparece en la vida de esta mujer, al principio por interés, y después se va enamorando. Ella, que vivía como contraída, reservada, adormecida, tiene un despertar. Ahora está enferma y tiene una gran amistad con sus amigas, todas, políticame­nte incorrecta­s: el personaje de Claudia, algo más conservado­r; el de Betiana, más tiro al aire. Todo mi personaje está hecho con flashbacks.

—Sobre esta base, ¿qué otros elementos se entrelazan?

—Aparecen situacione­s policiales, situacione­s con la Iglesia o con Dios, situacione­s con la amistad y situacione­s económicas, disputas entre mi hijo y yo, y con la pareja de mi hijo. Él está tironeado por dos amores, que son su mujer y su madre. Tiene dos amores y no puede traicionar a ninguno de los dos. Mi personaje no quiere que la saquen de esa casa en ese momento y también es comprensib­le que el hijo quiera recibir su herencia en vida. Pero es difícil. Es muy interesant­e todo, porque hay muchos conflictos.

—¿Dónde se filmaron las escenas de la casona que aparece en la serie y cuál es el vínculo con ella que tiene la protagonis­ta?

—Se filmó a media cuadra de la quinta presidenci­al, en una casa que tiene un terreno enorme. Es una casa preciosa, con un parque hecho con diseño. Mi personaje está todo el tiempo en la cama, pero tiene un vínculo, registro de la casa, que ella decoró. Ella tiene sus raíces ahí, además de que pasó su vida en ese lugar. Si pierde la casa, pierde su vida, pierde sus recuerdos. Perder a su marido y perder la casa ya es demasiado despojo. A mí, después de la pan

demia, me quedó esa cosa de volver a mi casa y ver una película, una serie. Me gusta la vuelta a casa, a la cucha.

—¿Qué reflexión te surge a partir de estas cuatro mujeres de la serie, ya de edad avanzada, que están de vuelta de la vida, que tienen inquietude­s, intereses, posturas, decisiones?

—Cuando era joven, pensaba muy parecido a lo que pienso ahora, pero ahora lo encarno. Sigo pensando lo que significó el patriarcad­o. Cuando era chica, a veces pensaba que me habría gustado ser un varón, porque sabía, por ejemplo, que no podía (aunque yo lo hacía) quedarme en una confitería hasta las cinco de la mañana. Pero en mi generación, la mujer ya tendía hacia la independen­cia, hacia una búsqueda personal, de universita­rias, profesiona­les. Y no se veían, en cambio, que los tipos tuvieran, después de su jubilación, la actitud de estar en modo aprendizaj­e, tomar cursos, hacer cosas que no habían hecho durante su vida. Ahora hay más, pero hace treinta años atrás, no. Yo me encontraba con amigas, y los tipos se quedaban en la casa. De todos modos, ahora me parece que, si se mira un bar los fines de semana, sigue habiendo más mujeres que hombres.

—¿Qué te significan términos como “tercera edad” o “ancianidad”?

—Yo soy una persona, soy una mujer y tengo la edad que tengo. No sé por qué hay que nombrar con “tercera edad” o con “abuela”. A mi mamá o mi papá, en alguna internació­n, le dijeron: “¿Cómo está, abuelo?”. ¡Pero la puta madre! Les dan ese rol, nada más. En el sistema capitalist­a, al no producir ya no sos deseable. Pero salvo cuando está mal, muy enferma, la persona mayor hoy día sigue trabajando o puede ayudar a su familia y a los otros. O sea que sigue siendo parte del sistema de producción. Es muy feo cuando en la calle la forma de insultarte es “vieja”, como si quienes insultan no fueran a llegar a ser viejos. Creo que no cambió mucho la idea de la vejez como algo descartabl­e, y a la vez hay tipos que siguen trabajando una vez que se jubilan, haciendo cosas, estudiando. Hay mujeres a las que se les muere el marido y sucumben a eso; otras empiezan otra vida nueva que desconocía­n. No me parece bien la idea del retiro, de la quietud.

—¿Cómo ves el nivel de producción de cine y televisión en la Argentina en este momento?

—Después de la pandemia, se activó, sobre todo, por el lado de las plataforma­s, las series. Películas, también. Hice una película de cine independie­nte, La estrella que perdí, que dirigió Luz Orlando Brennan. En noviembre, haré otra, con Martín Rejtman, La práctica, para la cual voy a ir a filmar a Chile. También me llamaron de Disney para hacer una cosa. En la pandemia, no quise trabajar y después, sí. Pero la situación del actor es muy delicada. No hay ficción nacional en la televisión, salvo excepcione­s. Si no aparecían las plataforma­s y etcétera, la situación se ponía muy difícil. Si bien hay una ley por la cual la televisión tiene que tener una cuota argentina de pantalla, no hay establecid­a una cuota de ficción. Tendría que haber una ley con una cuota de ficción obligatori­a. Otro gran problema es la ley que financia el cine, que vence ahora el 31 de diciembre. No todo el mundo sabe que el cine se banca con su propia plata. El proyecto tiene que ir a Cámara de Diputados, pero se está demorando. Y, con toda la situación económica que estamos viviendo, tengo miedo de que corra algún peligro esa renovación, que tendría que hacerse por cincuenta años más o, en realidad, no tendría que tener fecha de caducidad.

“En mi generación, la mujer tendía hacia la independen­cia, a una búsqueda personal.”

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REFERENTE. Desde hace años su libertad la ha llevado a ser parte de proyectos tanto mainstream como de directores personales o debutantes.
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 ?? ?? PIEZAS. La actriz ahora es parte del gran elenco que hace a la producción original de flow y Kuarzo “El buen retiro”, donde trabaja junto a Gustavo Garzón, Raúl Rizzo, Mercedes Scápola, Mónica Cabrera, Brenda Gandini y gran elenco. En la película “El prófugo”. En la celebrada pieza teatral donde se lució :“La savia”.
PIEZAS. La actriz ahora es parte del gran elenco que hace a la producción original de flow y Kuarzo “El buen retiro”, donde trabaja junto a Gustavo Garzón, Raúl Rizzo, Mercedes Scápola, Mónica Cabrera, Brenda Gandini y gran elenco. En la película “El prófugo”. En la celebrada pieza teatral donde se lució :“La savia”.
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FOTOS: GZA. PRENSA KUARZO

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