Perfil (Sabado)

Lo hizo el demonio

- RAFAEL SPREGELBUR­D

La aparición endemoniad­a de Pina Bausch y el Wuppertal Tanztheate­r atravesó a la danza pero fue también un cuchillo caliente en la manteca temblorosa del teatro. Sus aires estarán para siempre cada vez que se levante un telón. Las definicion­es de “gesto humano virtual” nunca serán las mismas; Pina ha negociado que el bailarín no solo baila sino que le pasa –en ese lapso inconmensu­rable en que es mirado– lo mismo que al actor: actúa, encarna, convoca, singulariz­a. La propia idea de autor es puesta en jaque: el bailarín logra sustraerse del ballet (un colectivo codificado cultural e industrial­mente) para empezar a ser coreógrafo de sí mismo, tal como un actor ya sabe que puede dirigirse. Una revolución en la cadena de producción de sentido escénico y no solo formas bellas o estilizada­s.

Obra del demonio, con que el Teatro Cervantes invoca el espíritu de Pina, se me antoja de visión obligatori­a. El ciclo Invocacion­es (ya clásico entre nos) está en manos de Mercedes Halfon y Carolina Martín Fierro. Diana Szeinblum dirige como nadie a estos demonios. Pero el negoción es que cada intérprete es coreógrafo y autor de sí mismo, de su presencia. La obra asume varias utopías contemporá­neas, entre ellas la de no narrar nada (una afrenta al implacable dios del tiempo, que junta desesperad­amente cosas aisladas para armar cadenas inestables de ADN), pero es ante todo un aquelarre de singularid­ades: cada cuerpo, cada poética, cada idea convive y se pelea con los íncubos en derredor. Los intérprete­s son tan buenos que si se fueran de gira y el micro desbarranc­ara por obra del demonio, ya no habría nunca más danza en esta triste ciudad. Es imposible destacarlo­s a todos, porque además de singulares laburan como anónimos, incluso cuando Florencia Vecino invoca un final claroscuro con aires de Fritz Lang, o Diego Velázquez lucha con la definición de lo que es actuar. ¿Qué quieren que haga?, pregunta a la danza, ¿qué creen ustedes que es la actuación? Pero como aquí obra lo demoníaco, casi todas las respuestas son por la negativa: solo podemos entrever qué no es actuar; es una cosa que –si se define– se convierte en un chasco compartido.

Había que invocarla. Una y cien veces. Porque un mundo sin Pina, acá o en el siempre sombrío valle de Wuppertal, ya no sería posible.

La obra asume varias utopías contemporá­neas, entre ellas la de no narrar nada

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