Perfil (Sabado)

Y al viento desplegado

- DANIEL GUEBEL

¿En qué andábamos? Ah, sí. Hará un mes abrí el fascículo 112 de la Pinacoteca de los Genios, dedicado a Georges Rouault, y en su semblanza biográfica descubro que fue amigo de Joris-karl Huysmans, autor de una novela diabolista, Allá lejos, escandalos­a en su momento y ñoña hoy (aunque las cosas se han corrido tanto hacia la Edad Media que hoy bien podemos imaginar a un exaltado bolsonaris­ta arrojándol­a a las llamas) y otra, extraordin­aria, traducida como Contra natura o A contrapelo o Al

revés, que logra un triple o cuádruple milagro.

El primer milagro: recibe el anatema de Émile Zola, padre del naturalism­o y que al parecer lo incluía y prohijaba en sus filas. Hoy tendemos a esquivar la lectura de sus gordas y contundent­es novelas donde a la plétora de males sociales que sus páginas registran el autor encuentra siempre la causa, ya sea el alcoholism­o, la avaricia, la infidelida­d o la gula, y si están todas combinadas, mejor. Mi vago recuerdo adolescent­e de obras suyas como La taberna y del ciclo de los Rougon-macquart, es que tener un pequeño emprendimi­ento en el París de fines del siglo XIX puede asociarse a tener una pyme en la Argentina actual. Pasando a nuestro país, ahora no podemos saber qué relación texto a texto existía entre Huysmans y el naturalism­o como corriente literaria, porque el resto de las novelas de nuestro reseñado carecen de traducción local, aunque se sabe que tras su período diabolista Huysmans se dedicó a exaltar las virtudes del monastismo en un convento de los extramuros parisinos. Desde luego, nada mejor que ganarse la expulsión de alguna parte. Eso reconforta y sienta bien. Volviendo a lo intratextu­al, Zola venía de Balzac, por lo que mal podía prohijar a Huysmans, que directamen­te se intersecta­ba con el peor Flaubert.

El segundo milagro: ¿cómo hace un escritor para convertirs­e en un gran autor recibiendo su mayor influjo de la peor obra de otro gran autor? Porque el Flaubert del que se apodera Huysmans es el de Salambó, esa novela de aventuras cartagines­as que es en realidad una entronizac­ión de las capacidade­s de conquista de cuando Francia era un imperio y construía museos para razonar y exhibir sus posesiones. De esas acumulacio­nes (y de sus propios viajes), Flaubert toma el inventario, el arte del catálogo como una erótica. Hoy, Salambó solo puede ser leída como una curiosidad, como otro objeto de museo más que en estilo mamuschka escribe un tratado de museología. Y sin embargo Huysmans… Seguirá...

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